miércoles, octubre 11, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Ritter, Dene, Voss. "El parentesco y la muerte".

De Thomas Bernhard.
Con: Ana Caleya, Rosa Savoini y Carlos Domingo.
Dirección: Rosario Ruiz Rogers.
Madrid. Teatro de Círculo de Bellas Artes. 16 de septiembre de 2006.



En el oceánico marasmo de lo dejà vu en que se ha convertido la cartelera madrileña en este inicio de temporada aún podemos rescatar alguna novedad que merezca realmente la pena. Mencionábamos el otro día la reposición de Nina, de José Ramón Fernández y hoy vamos a hacer referencia a una inquietante pieza de Thomas Bernhard que ha recalado en el escenario del Círculo de Bellas Artes –bien es verdad que por un brevísimo lapso de tiempo- de la mano de la inquieta directora, otrora ayudante de dirección de José Luis Gómez, Rosario Ruiz Rogers.

Es el de Thomas Bernhard un teatro difícil, -como su narrativa-, torturado, con personajes en la frontera de la demencia, lúcidos intérpretes de la extrema decadencia intelectual y moral de la sociedad europea contemporánea, aherrojados a sus prejuicios de clase y aquejados de lo que con atinada expresión definiera Freud como “el malestar de la cultura”.

La obra que comentamos constituye una reflexión acerca las relaciones de parentesco, en particular, de la soportabilidad de la vida en común de los hermanos de una misma familia, “esa amputación siempre abyecta del espíritu” (como escribiera el propio Bernhard en otro lugar en referencia a esta milenaria institución). Voss ha estado recluido en un sanatorio psiquiátrico y a instancias de una de sus hermanas vuelve a la casa paterna para reiniciar una vida en común, que enseguida se revela insoportable. Casi en tiempo real, lo que dura apenas una cena de bienvenida, los demonios familiares se desatan de nuevo y la máscara de las buenas maneras y de la exquisita educación de estos miembros conspicuos de la alta burguesía acomodada apenas puede ocultar sus verdaderos sentimientos y sus deseos más inconfesables. La sumisión enfermiza, casi masoquista, de Dene la mayor de las hermanas, que vuelca en Voss su insatisfecho instinto maternal, está al servicio de un mal disimulado instinto de dominio que quiere ejercer asimismo, sin conseguirlo, sobre Ritter, la hermana pequeña, quien no oculta su resentimiento contra la primacía intelectual de su hermano, contra los intentos de vampirización por parte de su hermana y contra su propia falta de resolución para abandonar una vida cómoda pero en un entorno represivo que ha ido envenenando poco a poco su existencia. Respecto a Voss es un desequilibrado irascible, dominado por la soberbia intelectual y por el despotismo y el desprecio con que trata a sus hermanas.

El espacio escénico es fiel reflejo del refinamiento y del lujo del que se han sabido rodear estos seres privilegiados, herederos de una gran fortuna, aunque el excesivo apego a ciertos muebles y enseres refleja una desviación fetichista. A su vez, la ausencia de ventanas, el aislamiento del exterior, la muda presencia de los ancestros y el tono fúnebre de los paramentos confieren al gran comedor familiar la atmósfera claustrofóbica de un panteón. Destacable son, asimismo, una cuidada y meticulosa dirección y un solvente trabajo actoral. Dene (Ana Savoini) y Ritter (Ana Celaya) recrean magistralmente a dos espléndidos tipos femeninos; la primera es una mujer frustrada e insatisfecha convertida circunstancialmente en una madre de familia solícita y posesiva; La segunda parece indiferente a cuanto la rodea y es la viva imagen de una actitud vital desencantada y diletante. Por úlimo, Voss (Carlos Domingo) encarna el hastío, la insania y la visceralidad.

Gordon Craig.
19-IX-2006.

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