De Christopher Durang.
Con: Marta Belenguer, Sergio Caballero, Mamen García, Rafael Calatayud, Juli Disla y Carlos Amador.
Dirección: Rafael Calatayud.
Madrid. Centro Cultural de la Villa.
Pruden y Óscar han entrado en contacto a través de un “chat” y conciertan una cita en un restaurante para conocerse mejor. El encuentro acaba como el rosario de la aurora y ambos se refugian en sus respectivos terapeutas en busca de consuelo y para analizar las razones del fracaso. El azar quiere que vuelvan a encontrarse, sin pretenderlo, en una nueva cita a ciegas en el mismo lugar. Pruden quiere salir corriendo, pero Óscar se las ingenia para retenerla a su lado y poco a poco descubren que tienen algunas cosas en común, lo que augura una relación más estable y duradera. Cuando vuelven a verse, esta vez en la casa de campo de Óscar, una tercera persona se interpone entre ellos, Teo, el novio de Óscar, al que se suman, sucesivamente, la madre de Teo y los psicoterapeutas de ambos, que parecen conjurarse para que descarrile la recién iniciada aventura delos protagonistas.
Aunque la doctora Bornikoff, terapeuta de Óscar, alude a la Gaviota de Chejov para explicar el drama de Pruden, no hay nada chejoviano en esta comedia banal y disparatada; desde luego, no la fina ironía ni la socarronería del maestro, ni su capacidad de introspección psicológica. Pero tampoco el gracejo verbal, la finura o la elegancia de un Jardiel Poncela, con cuyos personajes estos podrían tener alguna relación, aunque solo fuera por su comportamiento extravagante y por una acusada tendencia al cliché en la expresión de sus sentimientos y emociones. Quizá pueda parecer excesivo decir que las conversaciones de estos pobres diablos que son Óscar, o Pruden, o Teo, adquieren su máximo grado de hondura cuando especulan sobre la textura de los helados de vainilla, pero, créanme, no andaríamos muy descaminados. Y es que desde la problemática planteada en la obra, pasando por la trama misma, o por las motivaciones que gobiernan el comportamiento de los personajes y el desarrollo de la acción, nada en este espectáculo escapa a la hegemonía del tópico y del lugar común, incluido un clímax caótico y artificioso, con disparos de fogueo del amante despechado y un desenlace predecible y edulcorado.
Manida es asimismo, la escenografía y la ambientación musical; sólo la vis cómica de Marta Belenguer (Pruden) o de Mamen García (doctora Bornikoff) dan lugar ocasionalmente a momentos genuina comicidad que el respetable agradece y que contribuyen a “salvar los muebles”. Por aburrida que resulten la programación televisiva con partidos de los mundiales de Alemania hasta en la sopa, montajes como este no animan a abandonar el fresquito del salón de casa en estas tórridas tardes de finales de junio.
Gordon Craig.
2 comentarios:
Una crítica muy interesante.
Gracias por tu visita.
Uno de los montajes más flojos de los que he asistido en toda la temporada.
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