[Nuestro querido Chasky me informó ayer entre unas copas que quería acercarse a ver la enésima reposición del espectáculo 666 de los corrosivos y geniales Yllana. Estas notas corresponden a la representación en el teatro Moderno de Guadalajara de hace unos años, pero seguro que te sirven para hacerte una idea de lo que te espera en la sala oscura. Va por usted caballero.]
"666" de YLLANA.
Con: Fidel Fernández, Raúl Cano,
Joe O' Curneen, Antonio de la Fuente.
Dirección: David Ottone.
Teatro Moderno. Guadalajara.
Se me escapan las razones por las que este espectáculo había despertado tanta expectación entre los aficionados de Guadalajara. Quizá por el éxito que cosechó el domingo pasado en Azuqueca, o quizá por el creciente interés que el teatro, en general, está despertando en unos sectores de público cada vez más amplios espoleados por las mayores cotas de calidad de las representaciones. El caso es que el ambiente era inmejorable, con las inmediaciones del Teatro Moderno atestadas de gente desde casi una hora antes de empezar la función intentando conseguir una entrada. Quienes habíamos tenido la ocasión de ver los anteriores montajes de Yllana: ¡Muu!, en el 92 y Glub, Glub aquí, en Guadalajara, ya casi hace tres años teníamos, en cambio, nuestras reservas ante las posibilidades de una fórmula tan ecléctica y exigente -teatro de humor sin palabras- como la que este grupo practica. Pues bien, tengo que confesar, nobleza obliga , que este montaje no sólo han desactivado cualquier género de reticencia por nuestra parte sino que genera nuevas y prometedoras expectativas.
Al igual que las obras anteriores, esta se articula como una sucesión de esketches. En esta ocasión el hilo conductor que unifica la obra es la pena de muerte. Los "protagonistas" son cuatro condenados a la pena capital recluídos en lo que parece ser el corredor de la muerte de una prisión norteamericana. La convivencia de los reclusos en estas condiciones extremas, las relaciones con sus guardianes y las infinitas variaciones de ejecución, a que son sometidos ofrecen a estos consumados artistas una inagotable cantera de situaciones a las que aplicar su humor ácido y cruel y tras las que se esconde una lúcida reflexión sobre uno de los horrores con los que el ser humano parece empeñado en convivir.
Cada cuadro de este truculento y demencial caleidoscopio goza de una gran autonomía. Todos llevan aparejados la amplificación y la distorsión de la realidad que es lo que produce el efecto de comicidad. Dislocación que puede llegar al exceso, a la desmesura, pero nunca a la caricatura huera y facilona. Se trata de escenas bufas, de pantomimas hirientes y burlescas, procaces casi siempre, que llegan con frecuencia a lo obsceno, pero nunca a la inmoralidad porque tras ellas late un profundo aliento de sinceridad, de comprensión por las debilidades, humanas.
Nunca mejor que en una obra de esta naturaleza se pone de manifiesto la tremenda energía liberadora del teatro. Nadie puede salir indemne de este torrencial aluvión de carcajadas. Nada que ver con las sincopadas ráfagas de sonrisitas histéricas enlatadas con que se salpimenta las gracias insulsas de las tópicas y aburridas series de la televisión. No nada de eso -Aún cuando el origen de la carcajada sea la puesta al desnudo del lado más oscuro y siniestro del ser humano, el desvelamiento de sus pulsiones más inconfesables; porque la risa disuelve las aristas y reabsorbe la dureza y la crueldad transformándolas en piedad . risa abierta, desinhibida, compartida, con los vecinos de asiento, con los de delante, con los detrás, con la sala entera entregada al unísono a la tarea de exorcizar nuestros propios demonios familiares.
Y todo sin que en el escenario se pronuncien más allá de diez palabras completas, o quizá por eso, porque sólo el lenguaje del cuerpo, el gesto, el ademán, la pose, el movimiento,(arropado por una serie de sonidos inarticulados y unas cuantas onomatopeyas) es capaz de alcanzar las zonas más recónditas de nuestra personalidad, el dominio de lo irracional,donde se inscriben los comportamientos y las actitudes satirizados.
La parodia y la provocación son los otros aditamentos importantes del espectáculo. La primera alcanza sus momentos estelares en el cuadro de la silla eléctrica en el de la guillotina o en la macabra escena de los ahorcados. La última llega en la escena final a su paroxismo cuando tras la ejecución, trasmutados los condenados en demonios sátiros deambulan por el patio de butacas en una ceremonia que recuerda a los rituales más ancestrales de las celebraciones dionisíacas.
El ritmo es trepidante. La variedad de registros de los actores parece no tener límite. Joe O´Curneen ofrece un contraste insuperable. Cada cuadro rivaliza con el anterior en riqueza de matices y en la cuidada selección de detalles. La iluminación y un elaborado espacio sonoro (música y efectos) juegan un papel nada desdeñable en la creación de los ambientes y como refuerzo a la labor actoral. El resultado es francamente bueno. El aplauso cerrado del fianl prueba que las expectativas que habían despertado no fueron defraudadas.
Gordon Craig.
2 comentarios:
Muchas gracias brigato, con esta crítica tengo más ganas aún de ir a verla, ahora solo me falta esa compañía con la que espero poder ir, luego unas copitas...
Balita el espectáculo vale la pena. Es uno de eso montajes de los que no te arrepientes de ver nunca. Supongo que un plan como el que describes equilibra la balanza, pero no dejos de asistir a alguna sesión otro día.
Chas, ya me contarás.
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