[Mi pequeño homenaje a Cervantes en el día del Libro no podía ser otro, una lectura imprescindible]
Hace unos meses ya os hablé de Joseph Conrad en Whispers aquí, fue cuando leí “El corazón de las tinieblas” y otros dos relatos de los que ahora no recuerdo el título, recién llegado de África y todavía hechizado por embrujo del espíritu indomable del continente negro. De lo que si me acuerdo con certeza es que la narración del británico me sobrecogió, me emocionó la grandeza y la humanidad, la cercanía de sus personajes y la exuberancia de su prosa y de sus lejanos escenarios paradisiacos.
El responsable de la actual relectura de otra de las obras cumbres de Conrad, “La línea de sombra”, es el “Diccionario de adioses” del filósofo Gabriel Albiac, de perentoria y urgentísima lectura para todos, que nos desmenuza a modo de ensayo, con el estilo personalísimo que caracteriza a Albiac, los problemas del mundo de hoy, desde el 68, pasando por la caída del Muro de Berlín, hasta la contemporaneidad del hoy mismo. Una invitación más.
Un joven marino, el protagonista de “la línea de sombra”, abandona el vapor comandado por el capitán Kent en un puerto oriental, su intención es volver a casa, quiere abandonar la mar. En el Hogar del Mar del puerto pide alojamiento y en su primer almuerzo en tierra se encuentra con un viejo conocido: el capitán Gilles. Gilles es un viejo lobo de mar, una persona más madura que nuestro protagonista, y un personaje entrañable y oscuro, pero lúcido y perspicaz, siempre deja entrever algo que parece evidente pero nunca lo afirma categóricamente. Entre los dos entablan una conversación de altura, Gilles pregunta al marino por sus razones para dejar el barco del capitán Kent, qué si tiene algo o alguien esperándolo en tierra, también le recuerda que hasta dentro de cuatro o cinco días no hay ningún barco que vaya camino de Europa.
El insondable Gilles al entender perfectamente lo que le sucede al joven personaje de Conrad, que sabiamente no nos cuenta, tras su interrogatorio casi inquisitorial en el Hogar del Mar, le tiende una pequeña trampa, le ofrece la capitanía de un barco de vela que ha perdido a su capitán y regresa a Europa, no un vapor como el de Kent, donde nuestro protagonista era el segundo de a bordo, un ofrecimiento demasiado jugoso como para ser rechazado. El joven marino y nuevo capitán se incorpora a un barco maldito, dónde le espera una travesía que no espera en ninguna de las ensoñaciones que le han rodeado desde que aceptó el encargo de Gilles.
El segundo de a bordo, el enigmático Mr. Burns, es un personaje que cala desde el principio en el lector, su misterioso carácter sorprende al joven capitán desde que se conocen, pero a lo largo del viaje una extraña relación une a las dos personajes, los vuelve inseparables durante los veinte días que dura el maltrecho trayecto hasta Singapur. No sólo Mr. Burns y el entrañable y eficaz Ransome hacen del capitán otra persona, una persona diferente de la que abandonó el barco del capitán Kent, toda una tripulación enferma que derrama hasta la última de sudor que les queda por obedecer las órdenes del capitán, juega un papel tan importante o más en este cambio.
Joseph Conrad pretende con esta obra, y así nos lo expresa en la introducción: “presentar ciertos hechos referentes a ese instante en que la juventud despreocupada y ardida alcanza la época más consciente y conmovedora de la madurez”. El narrador británico, eclipsado por un “mundo de los vivos que encierra ya por si solo bastantes maravillas”, de una forma magistral nos presenta en su narración uno de los momentos de la vida en que se cierra una etapa y se comienza otra, el momento de la elección, que muchas veces llega sin querer, así sin avisar, y al que hay que hacer frente con gallardía y sin dudar.
Referencias bibliográficas: ”La línea de sombra”, por Joseph Conrad. Barcelona: Bruguera. “Diccionario de Adioses” por Gabriel Albiac. Madrid: Seix Barral.
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