jueves, marzo 02, 2006

TEATRO. EL RINCON DE GORDON CRAIG. Tragicomedia de don Duardos. "Que contra la muerte y amor / nadie no tiene valía".

De Gil Vicente.
Con: Francisco Merino, Fernando Cayo, Jesús Fuente, Fernando Sendino, Clara Sanchis, María Álvarez, José Ramón Iglesias, José Vicente Ramos, Savitri Ceballos, Daniel Albaladejo, Eva Trancón, Arturo Querejeta, Nuria Mencía y Ángel Ramón Jiménez.
Espacio sonoro: Alicia Lázaro. Iluminación: M. A. Camacho.
Dirección: Ana Zamora.
C.N.T.C. Madrid. Teatro Pavón. 19 de febrero de 2006.

Don Duardos es una adaptación dramática del Primaleón, segunda novela del ciclo de los Palmerines. Hunde, pues, sus raíces en el frondoso jardín de las novelas de caballerías tan en boga en los ambientes cortesanos de albores del siglo XVI constituyendo una pieza híbrida que combina a partes iguales lo caballeresco con lo cortesano.

Don Duardos llega a la corte de Constantinopla para desafiar a Primaleón. En el duelo interviene Flérida, y en un cruce de miradas enamora a Don Duardos que se olvida como por ensalmo de Gridonia, dedicándose desde este momento a ganar los favores de Flérida. En esta empresa va a revelarse como un maestro consumado de la retórica cortesana aunque sin desdeñar las argucias propias de los relatos caballerescos, lo que incluye hechos de armas pero también la ayuda de la maga Olimba, que es quien le sugiere disfrazarse de hortelano para poder estar cerca a la princesa y quien le regala una copa con poderes mágicos, de la que en bebiendo Flérida, se enamorará a su vez del caballero. Mas para vencer las últimas resistencias de Flérida y que la unión se materialice, quedan todavía algunos escollos, relacionados con el prejuicio de clase de la princesa que no quiere rendirse ante un vulgar hortelano y con la obsesión de Don Duardos de mantener en el anonimato su condición principesca para verificar la sinceridad del sentimiento de su enamorada.

Material dramático suficiente, como vemos, para mantener viva la intriga y alimentar la peripecia amorosa durante el tiempo que dura la representación, sin contar con los lances amorosos de los labradores Julián y Constança y con el chusco episodio de Camilote y Maimonda, que constituyen el contrapunto grotesco a la historia principal. Una trama alambicada con presencia de elementos heterogéneos, como pasajes cantados, danzas y recitativos de gran intensidad lírica, que da lugar a un conjunto sólidamente estructurado y de indudable potencial dramático -tragicómico, habría que decir, para ser más exactos-, que Ana Zamora, experimentada en estas lides, sabe aprovechar para montar un espectáculo divertido, jovial, lleno de encanto y de belleza

Un sobrio patio renacentista, la música de época ejecutada en directo, y unos diálogos brillantes, desenfadados, aun en la rígida envoltura de las estrofas de pie quebrado, nos trasladan a la pureza prístina de un pasado soñado, al manantial de una riquísima y fecunda tradición teatral sepultada en un aluvión de referencias culturales vacuas y esterilizantes, reiteradas hasta el hastío por los eruditos, pero que rara vez afloran a las tablas para disfrute de los espectadores. El tesón de Ana Zamora y el soporte material y humano de la C.N.T.C han obrado el milagro.

El elenco es el habitual en la primera de las dos compañías de repertorio que ha puesto en marcha Eduardo Vasco, y que ya vimos en El castigo sin venganza y en algunas producciones anteriores, al que habría que sumar el cuadro de músicos (espléndidos) que dirige Alicia Lázaro. Y repite el riguroso y entusiasta trabajo del conjunto, destacando quizá el gracejo y la socarronería que presta Nuria Mencía a la rústica Constança, la simpatía y franqueza de la pícara Artada (María Álvarez), los modales exquisitos de la ingenua Amandria (Savitri Ceballos), la obstinación un tanto cazurra del cuitado Don Duardos (Fernando Cayo) y el continente sereno, la extremada cortesía, la belleza frágil y delicada o el carácter dulce y un tanto porfiado de la princesa Flérida, a quien da vida una Clara Sanchis en estado de gracia y en pleno dominio de su madurez artística y cuya sola presencia enseñorea la escena.

Gordon Craig.
22-II-2006.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdo en casi toda la crítica, salvo en lo referente a la madurez artística de Clara Sanchis: no y no y no. Es artificiosa y altanera; el escenario se le queda grande.

Yo destacaría también el trabajo de Maimonda, uno de los actores más aplaudidos una vez finalizada la actuación.

Es una producción exquisita, salvo por la desacertada elección de la protagonista. María Álvarez tampoco es que esté como para tirar cohetes, pero salva el papel.

La familia interpetada por Nuria Mencia, Arturo Querejeta y A.Ramón Jiménez es uno de los aspectos más logrados de toda la obra.