El Hundimiento es una película que ya el año pasado cuando se entrenó en la gran pantalla tenía ganas de ver, hasta pretendía atreverme a presenciarla en versión original, en alemán, para que el aterrador realismo que emana de la cinta de Hirschbiegel fuera aún si cabe más claustrofóbico, más intimidador. Una y otra vez los planes para acercarme al cine se terminaban cambiando y al final quitaron la película de la cartelera. Un día cualquiera, sin avisar, como ayer, calló en mis manos en DVD y por fin pude disfrutar de la cinta.
El Hundimiento narra los últimos días de Hitler, ya confinado en su bunker en Berlín, desde la mirada de una de sus secretarias personales: Traudl Junge. Berlín está cercada por los rusos y el Fürher no quiere abandonar la ciudad ni capitular: nunca se va a rendir. Sin embargo las circunstancias de la contienda lo acorralan bajo cuatro paredes de hormigón armado que se convierten en una ratonera y Hitler decide suicidarse.
La película de Hirschbiegel pone de relieve por un lado la barbarie y la crueldad de la guerra, reflejada en las calles de un Berlín destrozado por las bombas de la aviación aliada y de la artillería del Ejército Rojo que cerca la ciudad y por otro el enajenado, cruel y despiadado mensaje mesiático de Hitler y algunos de sus ministros a sus generales para no capitular, aunque la población civil, el pueblo que les ofreció su voto y los llevó al poder, esté siendo masacrado sin descanso.
Bruno Ganz encarna de forma magistral y camaleónica a un Hitler envejecido que siente, palpa la derrota, pero que su locura no le permite aceptar la realidad y aún en esas precarias circunstancias prefiere la muerte de todo alemán a la firma de la rendición incondicional. La figura de Hitler tiene doble cara, la de una persona “normal” cuando se relaciona con Eva Braun o con sus secretarias o personal más cercano, y la que le convierte en un demente y un degenerado, una bestia con forma de persona, cuando aborda con su generales las crueles pautas a seguir en el campo de batalla, o cuando pone de relieve, constantemente en la película, cuales son su principios políticos, exterminio de los judíos, preeminencia de la raza aria sobre el resto, conquista del mundo a cualquier precio, etc.
Es elogiable que sea un alemán, Hirschbiegel, quien se pone tras una cámara y nos muestra los últimos días de Hitler, la decadencia y el final de una aventura imperial preñada de locura, barbarie y desolación. Es un alemán, Hirschbiegel, el que nos demuestra como un país entero, Alemania, siguió los dictados de un loco, y que el mismo pueblo que lo erigió como Fürher permitió sus atrocidades, ya conociéndolas, y prefirió mirar hacia otro lado que acabar con aquella sinrazón. Hirschbiegel muestra a Hitler como algo más que un líder, un mesías, sus generales y ministros, cuando todo está perdido y saben que la realidad es distinta de la que Hitler les quiere hacer ver, callan, se miran unos a otros acobardados, sudan sin parar y agachan la cabeza mientras Hitler los vocea sin cuartel constantemente.
Conocer la Historia y hacerse una autocrítica personal para no volver a tropezar una vez más sobre la misma piedra es lo que nos quiere hacer ver Hirschbiegel con está película, su trasfondo es más importante que el testimonio histórico que nos narra: como un pueblo siguió los pasos de un loco que lo guiaba hasta la destrucción.
A las alturas que estamos, en pleno Siglo XXI, todavía muchos no han aprendido la lección, prefieren el pasar de página, el aquí no ha sucedido nada, el todo está claro, al esclarecimiento de los hechos, al conocimiento pormenorizado de todos los detalles de lo sucedido, para que con posterioridad se puedan sacar conclusiones fiables que permitan la autocrítica y que la barbarie nunca se vuelva a repetir. Estos mismos no conocen la Historia, o hipócritamente nos quieren hacer creer que no la conocen y nos ofrecen otra cara de la misma, la suya, la verdadera según ellos, desenterrando muertos y fantasmas ya olvidados para siempre. Mediante el mesianismo disfrazado de sonrisa maquiavélica y cruel y escondidos tras la amorfa y peligrosa masa, los nuestros - los otros, que magistralmente caracterizó Elías Canetti en su teoría de la Masa, y que choca de forma frontal con la figura del individuo libre que nació en 1789, nos quieren hacer mirar hacia otro lado, o cerrar los ojos ante la injusticia, la violencia, el engaño, la coacción, el chantaje.
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