jueves, febrero 02, 2006

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Gorda. "El Rap de los XXL"

De Neil LaBute
Con: Luis Merlo, Tete Delgado, Iñaki Miramón y Lidia Otón.
Dirección: Tamzin Townsend
Madrid. Teatro Alcázar. 26 de enero de 2006.

Una acertada promoción publicitaria y, por qué no decirlo, una cierta dosis de atracción morbosa hacia el espectáculo de la deformidad que el propio título de la obra sugiere, ha despertado un inusitado interés entre el público por ver el montaje que comentamos, interés que se ha traducido en llenos completos en todas las funciones prácticamente desde el mismo día del estreno.

Claro es que hay otros motivos que justifican la buena acogida que el público está dispensando a la obra. Y tratándose de una trama extremadamente sencilla, y con personajes más bien esquemáticos las claves del éxito hay que buscarlas en su actualidad y en el humor que destila. Sobre todo en esto último, que funciona como un aliviadero por el que descargar nuestras tensiones y conjurar la crispación social a la que nuestra clase política -por cierto, a veces bufonesca pero con nulo sentido del humor- parece querer arrastrarnos.

El argumento, como ya he dicho, es simple y puede despacharse modificando ligeramente alguna de las muchas frases que aparecen como reclamo publicitario en una página de contactos: chico agradable y de buena presencia conoce a chica franca, simpática y ... gorda, en restaurante de comida rápida. Ellos son Toni y Elena. Contra todo pronóstico, debido a lo hiperbólico del físico de Elena, Toni se siente atraído por ella, iniciándose una relación que se va a complicar desde el primer momento por causa de los tópicos imperantes sobre el aspecto físico de las personas y a los que Toni es incapaz de sustraerse.

El conflicto que los inhabilita para vivir en pareja nace de un prejuicio; del prejuicio que nos ciega y que nos impide ver como personas normales a todos aquellos que como Elena, por la razón que sea, tiene la desgracia de cargar con un corpachón que supera los ciento veinte kilos, que nos induce a mirarlos de soslayo, como si fueran bichos raros; el prejuicio que nos autoriza a hacer sobre ellos todo tipo de burlas y chistes no siempre de buen gusto, o a avergonzarnos de ellos cuando los tenemos por amigos, parejas, o compañeros de trabajo, como si el mero hecho de su gordura, de una envoltura corporal alejada de los patrones estandarizados, fuera una maldición bíblica.

Pero el prejuicio no está sólo en el escenario, está también en la sala, entre el público. Y me atrevería a decir que lo que más regocija al respetable no son las permanentes meteduras de pata de Toni, fruto de esa reserva a la que aludimos y que le imposibilita para hablar y comportarse con naturalidad cuando está con Elena, o a fingir ante sus amigos que a él “eso” le da igual; no, lo que despierta las carcajadas más rotundas y sonoras es el patetismo de algunas situaciones, las invectivas de Blanca, que une a su desprecio por la sobreabundancia de Elena el furor de amante desdeñada, pero sobre todo, el permanente regodeo de Alex, su sarcasmo y la brutal franqueza con la que, en sucesivos ataques de sinceridad y de cinismo, ironiza sobre el nuevo noviazgo de su compañero y confidente. Hay una cierta crueldad en todo ello a la que cedemos de grado porque, al fin y al cabo, se trata de un juego, aunque al final nos quede un ligero cosquilleo en la conciencia.

La espléndida versión al castellano que han realizado Luis Colomina y la propia directora, Tamzin Townsend, en un estilo ágil y con un lenguaje muy actual, hace que lleguen con toda nitidez al espectador las sutilezas del diálogo, la claridad palmaria con que son emitidos muchos juicios de valor y la ironía y el doble sentido de multitud de expresiones en las que con frecuencia se esconde la comicidad. Meritoria es asimismo la puesta en escena, un espacio versátil y funcional que deja todo el protagonismo al trabajo, solvente, de los actores. Un montaje, en fin, divertido, fresco, inteligente, que nos permite reír a gusto durante un par de horas mientras nos inocula de forma indolora una buena dosis del virus de la autocrítica.
Gordon Craig.
29-I-2006.

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