lunes, noviembre 07, 2005

OPINIÓN. PORTULANOS. Las Manos de Orlac.

[Una vez más Ignacio García May es clarividente. Sirva mi blog para la difusión de su columna Portulanos de El Cultural.]

Portulanos. Las manos de Orlac.


Machado se equivocaba: nunca hubo dos Españas. Era una sola, esquizofrénica, enferma. Como en Las manos de Orlac, el cuerpo miraba sus manos con repugnancia, extremidades de muerto implantadas en los muñones, cosidas con cicatrices tan gruesas que parecían pulseras de bramante en torno a las muñecas. Acaso fuera el dolor de los costurones lo que haya carcomido, enloquecido a tanta gente, haciendo imposible toda reflexión sensata, tranquila, sobre nuestra Guerra y sus consecuencias. Siempre me ha parecido que Haro era la metáfora viva de esa España, no partida, sino atomizada a base de acumular miedos, rencores, esperanzas truncadas, melancolías, odios, deseos de utopía, mentiras, en suma, contradicciones tratadas como muro de cárcel y no como mecanismos de aprendizaje.

Haro fue falangista, sí, pero también Jiménez Losantos fue maoísta y mira ahora; si entramos en ese juego la mitad del país tendría que mirar para otro lado. Se me hace imposible juzgar los mecanismos de la supervivencia en circunstancias tan ajenas. Luego, Haro se pasó a la izquierda extrema y por el camino arrambló con todo. A veces arremetía contra las grandes mentiras de nuestro tiempo y entonces era admirable; otras le asaltaba la paranoia y veía a la derecha como los alcohólicos las cucarachas que le trepan por las piernas, estrangulado por un maniqueísmo despiadado. No es verdad que se le quisiera tanto en el mundo del teatro: la mayor parte de los directores le odiaban tanto como él a ellos, y la ruptura de su amistad con Marsillach hizo época. El homenaje de la otra tarde fue, más que nada, un censo de quién está por la corrección política, donde igual cabían los amigos sinceros que las ratas. Porque las ratas, en el teatro, hacen lo mismo que las de los barcos: se suben a ellos cuando las bodegas van llenas y se escapan cuando hay peligro de naufragio. A mí la muerte de Haro me entristece, porque creo profundamente en los versos de John Donne. Pero con gusto colgaría de los pulgares a todos esos hijos de puta que aún hoy continúan asustando a la gente con la amenaza de la Guerra Civil, como si no fuera suficiente con haber destrozado a dos generaciones.

GARCÍA MAY, Ignacio

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