sábado, octubre 01, 2005

TEATRO. La retirada de Moscú. "¿Qué nos está ocurriendo?"

De William Nicholson.
Con: Toni Cantó, Gerardo Malla y Kiti Mánver
Versión de Nacho Artime. Dirección: Luis Olmos.
Madrid. Centro Cultural de la Villa.


¿Qué nos está ocurriendo? se preguntan uno al otro Edward y Alice, simulando quizá sorpresa, o asombro, o expresando sin querer reconocerlo un deseo urgente de reparar las vías de agua, ante los síntomas evidentes del naufragio de su matrimonio. Pero ya es demasiado tarde, y tras la derrota, sólo queda el consuelo de una retirada honrosa. La penetrante y divertida pieza de William Nicholson que ahora estrena Luis Olmos en el Teatro de la Villa es precisamente la crónica de esa retirada.

Y cabe decir que se trata de una crónica fidedigna, o quizá sería mejor decir rigurosa, honesta, no sesgada por prejuicio alguno machista, o feminista, o religioso, o moral, que se agradece, dicho sea de paso, en estos tiempos en los que acechan por doquier la demagogia, el sectarismo y la banalidad de lo políticamente correcto. Es una ruptura incruenta, cierto, pero dolorosa (como “punzada de lanceta en la garganta”, Lorca) y aderezada con múltiples ingredientes del síndrome de culpa del sobreviviente, como el que aquejaba -según el libro de referencia y que da título a la obra- a los soldados del ejército napoleónico en la retirada de Moscú. Y sólo quien no haya visto la obra, o quien no haya experimentado en carne propia la tragedia de una separación, puede pensar que el paralelismo sea excesivo.

No hay personajes secundarios ni tramas paralelas que distraigan de lo verdaderamente esencial en esta obra Los elementos para desarrollar el conflicto son los indispensables: el marido, la mujer y un hijo adulto, soltero por más señas, que tercia entre ambos con exquisito tacto y equidistancia, y una acción dramática ágil, vivaz, que avanza sin rodeos hacia el desenlace. No hay sorpresas, ni acontecimientos fortuitos, ni pasiones súbitas, ni interferencias del tipo de “la tentación vive arriba”, es la degradación progresiva, lenta, de una relación asimétrica fuerte/débil hasta que el segundo término del binomio, Edward, en este caso, se da cuenta de que ha sido completamente fagocitado por la personalidad arrolladora de Alice y comprende que no tienen nada que ofrecerla porque ésta le ha anulado completamente como persona.

Es correcto el planteamiento escénico escenográfico, incluidas una matizada iluminación y una oportuna apoyatura musical en las transiciones entre las sucesivas escenas y es acertada la labor de dirección que establece el tono jocoserio de la obra en sus justos términos imprimiendo un ritmo y un movimiento escénicos ajustados a al desarrollo de la acción en cada una de sus fases. La responsabilidad mayor del espectáculo descansa, no obstante, en un sólido trabajo de actuación. En mi opinión, los tres integrantes del reparto satisfacen con largueza las exigencias del texto, un juego teatral de gran complejidad psicológica y emocional. Están particularmente convincentes Toni Cantó y Kiti Mánver. El primero en el difícil papel Jaime, un joven educado, de modales suaves, tímido y vulnerable que puede ser alternativamente confidente comprensivo y ecuánime, hijo solícito y tierno, o bastión irreductible de la sensatez y de la sinceridad. Y hace un trabajo espléndido Kiti Mánver en el papel de Alice (¿Por qué me acordaré yo de Glenda Jackson?). De hecho, desde la primera a la última aparición esta veterana de la escena desaparece tras su personaje para dar vida a una Alice cálida y dominante, dispuesta y bien parecida, que puede ser tierna y delicada, pero también hiriente y cáustica cuando se lo propone. De genio vivo y carácter fuerte no acepta la callada por respuesta e intenta imponer en todo momento su voluntad; muestra el vivo rostro de la desolación cuando comprende lo irremediable de la separación aunque halla consuelo en la comprensión y el cariño de su hijo y en el efecto balsámico de la poesía, por la que siente una irreprimible inclinación.

Gordon Craig.

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