lunes, mayo 16, 2005

TEATRO. El castigo sin venganza. "Insólito Lope, maduro y trágico".

De Lope de Vega. Versión de Eduardo Vasco.
Con: Jesús Fuente, Fernando Sendino, Arturo Querejeta, Eva Trancón, Savitri Ceballos, Francisco Merino, Marcial Álvarez, Clara Sanchis, María Álvarez, Daniel Albaladejo, Nuria Mencía y otros.
Escenografía: José Hernández. Iluminación: Miguel Ángel Camacho. Vestuario: Rosa García Andújar.
Direción: Eduardo Vasco.
Compañía Nacional de Teatro Clásico. Madrid. Teatro Pavón.

El castigo sin venganza dramatiza los amores adúlteros e incestuosos de Federico, hijo del Duque de Ferrara con su madrastra Casandra. Mientras el Duque acude a combatir contra los enemigos del Papa los amantes dan rienda suelta a su pasión amorosa incurriendo en un pecado nefando y amenazando el buen nombre del duque que tiene que limpiar su honor con un castigo proporcional al agravio recibido, aunque este provenga de su propio hijo. Inspirada en un relato legendario de Bandello y preludio de la calderoniana A secreto agravio secreta venganza es esta una de las piezas más notables de Lope y también una de las pocas que destilan un profundo aliento trágico.

Lope se apropia de la anécdota ajena pero despliega todo su genio para dibujar con mano diestra el proceso del enamoramiento de los jóvenes y la fuerza de una pasión que termina por anular su razón y su voluntad; una pasión compleja a la que se entregan no sin antes luchar denodadamente contra el atavismo y contra las convenciones y creencias de la época. La reticencia de ambos amantes para reconocer lo que sus corazones y sus miradas declaran se disfraza ora de rivalidad por los derechos a la herencia paterna que Federico cree amenazados si su padre tiene nueva descendencia, ora de despecho, cuando Casandra se entera del amor que Aurora, ahijada del Duque, confiesa sentir por Federico, aumentando las dificultades entre los amantes y situando la acción en el plano de una ambigüedad calculada que enriquece permanentemente el conflicto y pone a prueba la sinceridad y hondura de los sentimientos de los protagonistas a la vez que hace crecer la tensión dramática hasta límites insuperables.

Dando muestra de un talento poco común y de un profundo conocimiento de los autores del Barroco, y de Lope en particular, -esta es la cuarta obra de este dramaturgo que ha dirigido-, Eduardo Vasco lleva a cabo un espléndido montaje, fruto de su propia labor creativa y de investigación y de la colaboración del magnífico equipo técnico y artístico, actores incluidos, de los que se ha rodeado para la ocasión. Colaboración que auguramos –y deseamos- larga y fructífera para poder gozar de una vez de verdad de nuestros maltratados clásicos.

Porque de gozo, de auténtico disfrute artístico, sin reservas, tenemos que tildar la experiencia que nos depara este reciente estreno de la CNTC. Incisivo análisis del texto, delimitación y concreción de sus principales líneas de fuerza, frecuentísimos hallazgos expresivos,-como la presencia fantasmal de Andrelina, esta “dama oferente” portadora de la espada-, trabajo riguroso de dirección de actores, de iluminación; todo son aciertos en este montaje, desde el atinado reparto –con la inclusión junto al núcleo duro del elenco de Noviembre Teatro de actores de la experiencia de Francisco Merino o de la pujanza de Marcial Álvarez y de Clara Sanchis-, hasta la no menos acertada traslación de la acción dramática de la Italia de origen, a la Italia de entreguerras, espléndidamente recreada por el vestuario de estética años veinte de Rosa García Andujar: glamurosas muselinas en tonos pastel con generosos escotes las damas, impecables trajes a medida los caballeros e inequívocas camisas pardas, botas de media pierna, condecoraciones en los trajes de gala o guerreras de cuero para los uniformes militares en clara alusión al naciente fascismo.

Pero todo eso sería bien poca cosa sin el extraordinario trabajo de los actores. Para empezar, oímos el verso, sentimos su pálpito a la vez que no se pierde un ápice del sentido de las palabras y de las frases. Hay un empeño explícito en la dicción precisa, en la vocalización cuidada, en el ritmo pausado, que se convierte en algo natural una vez trascurridas las primeras escenas, y el verbo potente y fluido de Lope, su fastuosa imaginería, las antítesis más violentas, los conceptos más enrevesados, las veladas alusiones mitológicas, los juegos de palabras fluyen al unísono de la respiración anhelante, de las miradas cómplices o inquisitivas, del férreo ademán autoritario o de las tiernas caricias. Parece haber entrado Vasco en un sugestivo proceso de esencialización consistente en supeditar todos los elementos de la teatralidad al desvelamiento del misterio de la palabra poética, a su corporeización, en un escenario casi desnudo donde se fía la sugestión del espacio al ademán y movimientos del actor, y a las tonalidades y sugerencias de las palabras. En esa perfecta fusión de cuerpo y palabra para alumbrar sentimientos y emociones es donde radica la fuerza realmente avasalladora del espectáculo, y donde este brinda las mejores oportunidades de lucimiento a los actores.

Y todos ellos, sin excepción, sirven con solvencia a este propósito, aunque destacan, obviamente, en razón de su protagonismo: Arturo Querejeta, en un cínico, despiadado y mujeriego Duque de Ferrara, que representa el poder ejercido de manera despótica y al servicio de sus intereses y de su buen nombre; Nuria Mencía que modula estupendamente la transformación de la callada y sumisa Aurora, que desde un discreto segundo plano juega hábilmente sus cartas para conseguir a Federico, en una peligrosa amante despechada, carcomida por los celos y maniobrando para provocar la desgracia de su primo; o Daniel Albaladejo en un imperioso y lacayuno Marqués de Gonzaga, de talante autoritario y perfil musoliniano. Acaparan, en fin, un indiscutible protagonismo Marcial Álvarez y Clara Sanchis en los papeles de Federico y Casandra. Apuesto, un tanto filósofo y ensimismado, Federico es la imagen viva de la contención, del esfuerzo consciente por refrenar su sentimiento que sus actitudes, miradas y el tono de su voz declaran; transita con absoluta naturalidad de la jovialidad inicial a la sospecha, al tormento interior, a los ascesos de melancolía y a la entrega total y sin condiciones a su madrastra. Respecto a Clara Sanchis nos regala una joven y bondadosa Casandra, obsequiosa y cortés pero con un innato sentido de rebeldía femenina que le impide aceptar la situación de indignidad en la que la coloca su marido con sus infidelidades y su desdén; una joven frágil e impulsiva que vuelca toda su vitalidad y ternura en la relación con Federico al que adora, y nos ofrece una auténtico recital interpretativo en las escenas vis a vis con él, cuando exploran juntos el complejísimo universo conceptual y sentimental que Lope ha creado para ellos y expresado en versos sublimes; y en algunos monólogos, -arriesgadísimos, por cierto, dirigiéndose al público desde la batería- reflexionando en voz alta sobre las delicias del amor, pero también sobre la punzada de los celos, o sobre la llamada del deber conyugal y sobre la traición; o sobre los prejuicios e insidias que se interponen estorbando el disfrute de una felicidad recién descubierta.

Un montaje extraordinario y una interpretación memorable que merecen mucha más atención de la que el público parece haberle dedicado hasta ahora.

Gordon Craig.

3 comentarios:

Gabriela Zayas dijo...

Estupenda reseña de una obra que amo mucho, que no he visto nunca, y que ahora veré, en compañía de mis alumnos, el 5 de octubre.
Un saludo cordial.
http://arteyliteratura.blogia.com/

Gabriela Zayas dijo...

P.D.
Espero que no te importe que haya linkado tu reseña al final de mi articulito sobre la obra de Lope en mi blog de arteylite.

Doctor Brigato dijo...

Gabriela no hay ningún problema. Gracias. Disfruta de Lope. Enhorabuena por acercar a las joçóvenes al teatro. Yo ahora soy un espectador convulsivo, y toda la magia de la sala oscura me fascinó porque un día mis padres me llevaron Desde aquella tarde me dejo el sueldo en los patios de butacas.