miércoles, agosto 16, 2017

TEATRO. Europa que a sí misma se atormenta. "Sombría meditación sobre un viejo continente desgarrado y convulso".

"Que míseramente a sí misma se atormenta y lamenta su propia desgracia". Andrés Laguna.

Autor: Andrés Laguna. Dramaturgia de Ana Zamora.
Con: Juan Meseguer, Eva Jornet e Isabel Zamora
Arreglos y dirección musical: Alicia Lázaro
Vestuario y espacio escénico: Deborah Macías.
Iluminación: Pedro Yagüe.
Nao d’amores. Dirección: Ana Zamora.
XVII Festival de Artes Escénicas “Clásicos en Alcalá”.
Alcalá de Henares. Capilla de San Ildefonso de la universidad cisneriana. 21 de junio de 2017.



Tras el paréntesis de Penal de Ocaña, (noviembre de 2013), obra que dramatiza el desgarrador testimonio de María Josefa Canellada, abuela de la autora, en un hospital de sangre durante la Guerra Civil, y con el aval que le proporcionan sus anteriores y exitosos montajes sobre textos de teatro medieval y renacentista, vuelve Ana Zamora a indagar en nuestro pasado para dejar constancia de nuevo de cuan rico, fecundo y variado es nuestro patrimonio cultural y poner en evidencia a quienes con su incuria, ignorancia o mala fe pretenden menoscabarlo o manipularlo en pro de intereses bastardos.

La obra nos retrotrae a enero de 1543 y recrea la alocución dirigida por el médico y humanista segoviano Andrés Laguna a los miembros de la facultad de las artes de la universidad de Colonia en la que se lamenta amargamente del proceso de acoso y derribo que está sufriendo la Europa de la época azotada por guerras, por las rivalidades doctrinales entre católicos y protestantes y por el progresivo abandono de las bases en que se había venido cimentando esa primera conciencia europea: los valores de la doble herencia cultural grecolatina y cristiana.

Un texto no teatral en sentido estricto, pero con más que evidentes trazas de una teatralidad incipiente que hay en las piezas oratorias, organizado según un complejo sistema de enunciación que combina los mecanismos propios de la alocución: vocativos, citas probatorias, interrogaciones retóricas o el empleo del estilo indirecto con un desdoblamiento de los interlocutores implicados, Europa y el Autor, que se dan mutuamente la réplica.

Estamos ante una estimulante y original experiencia estética, cifrada en unos códigos de representación que son ya marca de la casa y que incluyen un sugerente espacio sonoro y una ambientación colorista y naif, siendo precisamente una de las claves del montaje el empeño -de inspiración renacentista- por imbricar música y palabra en un único elemento significante. Así, la música, espléndida recreación de Alicia Lázaro, de partituras originales de la época, ejecutadas en directo por Eva Jornet e Isabel Zamora, se acompasa con las distintas fases del desarrollo de la pieza oratoria, subrayando algunos pasajes particularmente emotivos, fúnebres, festivos o burlescos, o acentuando siempre su ya de por sí marcada tonalidad elegíaca y paródica.

Respecto al espacio escénico, constituye un verdadero alarde de ingenio -que seguramente provocará la perplejidad de los puristas-, cómo se mimetiza el personaje de Europa con elementos de la propia escenografía, un curioso mapa antropomórfico del viejo continente del cartógrafo Sebastian Münster flanqueado por dos columnas dóricas coronadas con sendas cariátides y modificado al efecto para añadir los elementos que configuran el universo simbólico de ideas y valores en que se sustenta el discurso del conferenciante. Y es que, es la de Ana Zamora una poética del asombro que corre pareja con el candor de los pastores que se aprestan a seguir el camino marcado por la estrella en el Auto de los Reyes Magos o con la crédula aceptación de los más graves misterios y prodigios por parte de los rústicos aldeanos del Auto de la Sibila Casandra. Una directora que proyecta sobre todo lo que toca una mirada limpia, penetrante, sabia, ajena de prejuicios y de intencionalidad doctrinaria; ingenua, en el mejor sentido del término, y capaz de contagiar esa ingenuidad a los espectadores y activar los resortes de una sensibilidad abotargada por el recurrente bombardeo de argumentos manidos y de estímulos anodinos cuando no directamente vulgares.

Joan Messeguer, acompañado ocasionalmente por Eva Jornet e Isabel Zamora hace un portentoso trabajo de interpretación desdoblándose en las figuras de Europa y el conferenciante. Tras un sencillo atril desde el que se dirige a los espectadores, en un exiguo pedestal que limita considerablemente sus posibilidades de movimiento, va desgranando sus razones y argumentos ora como el propio Andrés Laguna, ora como efigie de “Europa Regina” exhibiendo un extraordinario arsenal de recursos de la voz y de la expresión corporal para dar curso a las variadas modulaciones timbres y tonos que exige su discurso. Así transita con inusitada desenvoltura del tono sombrío y quejumbroso del exordio en el que describe la situación calamitosa del viejo continente a la mesura y seguridad con que apela a la cordura de los príncipes de la Iglesia, a la vehemencia con la que reclama el consuelo de la fe, o a la firmeza con la que denuncia los horrores de la guerra. Pero puede convertirse, asimismo, en una Europa lacrimosa que entona la palinodia de sus yerros, quejosa por la ausencia de hombres ilustres, desengañada, transida de dolor por quienes antes la cortejaban y ahora la abandonan a su suerte, o entusiasta y ufana en la descripción de los países y hermosas regiones que la integran.

Oportuno, pues, el rescate de este texto en la era del “Brexit”, del azote desestabilizador del terrorismo islámico y de las tensiones interregionales avivadas por el populismo y los nacionalismos excluyentes de nuevo cuño. Arriesgada e insólita apuesta artística; todo un reto, y un estímulo impagable para la reflexión en unos tiempos en los que el debate público no brilla particularmente por su altura intelectual.

Gordon Craig.

Clásicos en Alcalá. Europa que a sí misma se atormenta.

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