sábado, septiembre 17, 2016

TEATRO. El cielo que me tienes prometido. "Amor terrenal / Amor a lo divino".

Autor: Ana Diosdado.
Con: Irene Arcos, María José Goyanes y Elisa Mouliaá.
Voz en off de Emilio Gutiérrez Caba.
Escenografía y vestuario: Alfonso Barajas
Dirección: Ana Diosdado.
Madrid. Teatro María Guerrero.



Apenas puesto en pie el montaje de la última de sus obras, fallecía, ahora hace un año, Ana Diosdado, actriz, guionista y autora teatral de piezas tan conocidas como Olvida los tambores o Los ochenta son nuestros. Ahora, como parte de una serie de actos destinados a homenajear a la malograda escritora, el teatro María Guerrero repone hasta el 18 de septiembre ese mismo montaje de El cielo que me tienes prometido, obra escrita y dirigida por la dramaturga para conmemorar el centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús.

Para decirlo en dos palabras, la pieza dramatiza el enfrentamiento entre dos mujeres: la rebelde e infatigable luchadora por la fe, Teresa de Ávila y la intrigante y orgullosa doña Ana de Mendoza princesa de Éboli a cuenta de la fundación y posterior desmantelamiento de un convento de carmelitas descalzas en la ciudad ducal de Pastrana. Una controversia que sitúa frente a frente dos visiones del mundo antagónicas, una concepción mundana, hedonista de la vida y del amor representada por la princesa y una concepción religiosa de la existencia, con la vista puesta en la vida ultraterrena en detrimento del solaz del cuerpo y del disfrute de los bienes terrenales.

A la muerte de su esposo Ruy Gómez de Silva, a la sazón secretario real de Felipe II, doña Ana de Mendoza, abatida por la pérdida, decide profesar en la orden de las Carmelitas. Pero obviamente no está dispuesta a soportar las estrecheces y la disciplina impuestas por la regla de las descalzas. Ello da lugar a desavenencias con la superiora y con el resto de las hermanas -como consigna la propia Teresa en El libro de las fundaciones- hasta que la situación se hace insostenible.

El encuentro tiene lugar en uno de los aposentos del convento tres meses después de su fundación, cuando la madre Teresa llega de incógnito a Pastrana para supervisar la salida del convento de las religiosas de la congregación con destino a otro monasterio de Segovia. Más allá de planteamientos doctrinales y sin la pretensión de hacer de la obra un documento histórico, la autora nos descubre el lado más humano de estas dos mujeres, sus afanes, debilidades y flaquezas. Dos mujeres, por otra parte, que vienen a ser el paradigma de las dos únicas “salidas” que la cerrada sociedad de su tiempo ofrecía a la mujer: el matrimonio o la vida monástica,

Entre ellas, como contrapunto, si puede decirse así, de ambas posturas, está la joven Mariana, personaje enteramente de ficción sobre el que no gravita el poso histórico que llevan a sus espaldas Teresa o Ana de Mendoza y sobre la que la autora vuelca toda su libertad creativa para darnos un retrato de la intuición, el sentido práctico y la claridad de juicio femeninas en una espléndida recreación del personaje que lleva a cabo Elisa Mouliaá. Nos atreveríamos a decir, incluso, que es a través de los ojos de esta candorosa y entrañable novicia como la propia autora contempla y enjuicia -con sagacidad, benevolencia y un notable sentido del humor-, el comportamiento y las actitudes de las protagonistas.

Parte nada desdeñable de la belleza del montaje se debe a una suntuosa puesta en escena de Alfonso Barajas y a la cálida y concertada voz en off de Emilio Gutiérrez Caba recitando en momentos cruciales de la acción alguno de los poemas más hermosos de san Juan de la Cruz o de la propia Teresa de Ávila; con los tenues subrayados musicales de Luis Delgado constituyen algunos de los momentos más emotivos y evocadores de la función. De hecho, y en lo que supone un indisimulado homenaje a esas cimas no holladas de la poesía mística castellana la pieza termina con las tres mujeres recitando los versos del famoso soneto del que la autora ha extraído el título para su obra:

No me mueve mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido,


Gordon Craig.


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