domingo, diciembre 28, 2014

TEATRO. Perdona si te mato, amor. "El asesino de la corbata de seda".

De Carlota Pérez-Reverte Mañas.
Con: Nacho Rubio, Rafa Blanca, Javi Coll, Julián Ortega, Antonia Paso y Silvia de Pé.
Dirección: Alberto Castrillo-Ferrer.
Madrid. Naves del Matadero.



Perdona si te mato, amor es un combinado de elementos heterogéneos procedentes de la comedia costumbrista, del genero policiaco y del teatro del absurdo de la factoría Mihura; un cóctel que, aunque no destaque por la originalidad de los ingredientes, muestra al menos una notable capacidad de invención de la autora a la hora de combinarlos y una gran habilidad para mantener la intriga hasta el mismísimo final.
Renuncio a contar el argumento pues ello me llevaría a desvelar algunas claves esenciales para mantener el suspense, elemento nuclear de toda obra de naturaleza policial que se precie. Baste decir que se trata de una disparatada y rocambolesca historia de policías, detectives y asesinos en serie, tejida en torno a una singular agencia de asesoría criminal regentada por un tal Homero Mortimer, ilustre apellido, por cierto, nombre de un personajes de El perro de los Baskerville, que ya nos pone en al pista de por donde van a ir los tiros.
Bien tejida, como he dicho, la trama, de tono desenfadado y con un diálogo ágil (y hasta brillante, a veces, si no fuera por la obsesión de la autora por la frase ingeniosa y por el juego de palabras de filiacion jardielesca, que conduce a veces a lo chusco, a lo manido y al tópico) la obra le viene como anillo al dedo al avezado director Alberto Castrillo-Ferrer ducho en las lides del psicodrama cómico (Al dente, de la que también es autor) y de la sátira/farsa política (espléndida Feelgood, de A. Beaton, que vimos en esta misma sala) que saca del texto todo el partido posible sirviéndose de un solvente equipo técnico y de las enormes posibilidades que brinda producir al amparo de un teatro público, entre otras la de contar con una elaborada -y acertadísima, todo hay que decirlo- escenografía de espacios múltiples que firma Javier Pellicer y que permite dar al espectáculo un decidido sesgo cinematográfico acorde con el dinamismo de la trama.
Los actores, en general, aportan a sus respectivos papeles justo lo que estos les exigen y, a veces, no pueden dejar de caer en el lugar común o en la caricatura que está ya en el personaje mismo, como en el caso de la casera con veleidades detectivescas o en el del forense despistado, papeles que les han caído en suerte a Antonia Paso y a Julián Ortega; este último sale mejor parado en su papel de atormentado asesino compulsivo de la primera parte de la obra. El Fiscal (Nacho Rubio) y el detective (Rafa Blanca) son un cruce del inspector Gadget y del Inspector Clouseau, de La pantera Rosa, obra con cuya estética (grafismos naif de los “títulos de crédito” y banda sonora de cine mudo) guarda notables similitudes la presentación de los personajes con la que se inicia el espectáculo. Javi Coll pone la nota del Madrid castizo encarnando a un “diligente” funcionario de policía de comisaría de barrio, aunque bien pudiera ser un agente de movilidad camuflado, de los que tuvieron el altercado con Esperanza Aguirre. Hace doblete con un misterioso híbrido de ferretero y mancebo de botica; de mirada aviesa y aspecto simiesco, encerrado en su chiscón constituye una inequívoca estampa galdosiana. Silvia de Pé, en fin, está más que sobrada de recursos para extraer de su personaje, Madeleine, lo que esta tiene de cruce de “viuda negra” y “femme fatal”.
Un buen divertimento para estas fiestas navideñas si no nos tomamos demasiado en serio ese furibundo y extemporáneo ataque a la mediocridad ambiente con que se despacha el fiscal ¡a cuenta nada menos que de las corbatas!
Gordon Craig.

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