De Jean-Pierre Dopagne.
Con: Gabriel Garbisu.
Dirección: Jaroslaw Bielski.
Madrid. Sala Réplika.
Cuando tras su breve presentación y tras haber dispuesto
meticulosamente sobre el pupitre que le sirve de escritorio los humildes
pertrechos de su oficio, oímos decir a este sombrío personaje,
cariacontecido y como si pidiera disculpas, “estoy aquí como
consecuencia de mi vida anterior” uno no puede por menos de recordar el
inicio del Informe para una academia, de Kafka -al que
indudablemente este texto rinde tributo de admiración-, y volver a
experimentar esa inquietante sensación de extrañeza y perplejidad de
verse interpelado por un pobre diablo de aspecto simiesco. Las bromas
inocentes de este profesor devenido comediante y su tono quejumbroso nos
devuelve a una realidad distinta, aunque no tanto, de la del
conferenciante del Informe ... pues ambos han abandonado un
estadio anterior de sus vidas y obligados por una fuerza mayor se han
convertido en una especie de cómicos ambulantes condenados a explicar en
público sus respectivas metamorfosis.
Pero de eso nos enteramos más tarde. Porque durante más de la mitad
de este largo y enjundioso monólogo tenemos la impresión de encontrarnos
con un profesor desencantado que ha venido a dar testimonio de su
desaliento y frustración, de una realidad hiriente, devastadora,
conocida de primera mano por muchos de nosotros, de cómo se destruyen
cada día los sueños y las ilusiones de tantos y tantos que han
consagrado su vida y entregado sus esfuerzos y sus desvelos a la noble
tarea de la enseñanza.
Hasta ahí todo bien; es más podría decirse que, quienes no conozcan
por dentro los deleites y servidumbres del ejercicio de esta profesión
-y digo bien, profesión, porque en esto es en lo que se convierte la
práctica del magisterio cuando se carece de vocación-, hallaran en la
obra un testimonio revelador de las desdichas, de la angustia (y hasta
de la locura) de tantos profesores heridos como éste en lo más profundo
de su orgullo por la incuria, la falta de respeto o la indiferencia de
sus alumnos. Al filo del desenlace, sin embargo, con la conmutación de
la perpetua por una actividad de “trabajo de interés social”, el hilo
discursivo de la obra toma de repente un giro inesperado y caprichoso
que viene a desbaratar la coherencia que hasta entonces había mantenido
el relato y a evidenciar su artificio.
Suena bien el texto en la versión de Gómez Grande, que ha
contextualizado con habilidad las referencias a la literatura española y
Gabriel Garbisu ha hecho trabajo titánico, modulando espléndidamente
los cambiantes estados de ánimo del personaje (desde la impotencia a la
indignación, desde el entusiasmo al abatimiento, a la calma o la
delectación con que se entrega al recuerdo de sus maestros) y
alternando, además, ese papel principal con el de padres, alumnos o
colegas del claustro de profesores, a quienes presta su voz y ademanes
en un virtuoso y agotador juego de “roll playing”. Pese a ello el texto
de Jean-Pierre Dopagne y, habría que decir que, el espectáculo en su
conjunto, no consigue sacudirse un cierto aroma a alcanfor que desprende
la figura patética, casi decimonónica de este profesor de guardarropía,
varado en un tiempo difuso y cuya genuina confesión de angustia y de
rabia, cuya denuncia legítima del sistema educativo, se ven empañadas
por el acopio de detalles irrelevantes o se pierden en los meandros de
una retórica trasnochada en la que se alternan de manera en exceso
reiterativa su apelación a la autocompasión y al sarcasmo. En fin, no
acertamos a comprender que se le ha perdido a teatro Réplika en “chez”
Dopagne.
Gordon Craig.
El Profe en la Sala Réplika.
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