jueves, octubre 02, 2014

TEATRO. Los nadadores nocturnos. "Back to black".

De José Manuel Mora.
Con: Joaquín Hinojosa, Esther Ortega, Paloma Díaz, Miranda Gas, Jorge Machín, Óscar de la Fuente, Alberto Velasco, Alberto Jo Lee y Ricardo Santana.
Coreografía y espacio escénico Carlota Ferrer.
Dirección: Carlota Ferrer.
Madrid. Naves del Matadero.



El personaje ha muerto ¡Viva el personaje! Es el sino de una cierta dramaturgia posbrechtiana y postbeckettiana (o posmoderna): escribir para el teatro desde el presupuesto estético de que el “personaje” ha muerto (Fuchs, 1983). Sin ir más lejos, en la obra que comentamos se alude a ello explícitamente; y sin embargo, aquí y allá y sin pedir permiso para hacerlo se abre paso la conciencia, el dolor de la existencia consciente, de unos entes de ficción que, aunque anónimos o nominados mediante referencias genéricas, y con una identidad fragmentada y maltrecha, construida a base de deshechos, si se quiere, -como los “ready made” de Duchamp- son perfectamente reconocibles como personajes dramáticos.

Más aún, como tales personajes sus historias se entrelazan en una mínima y sutil trama visible bajo el formato de performance con el que se presenta el espectáculo en su conjunto. Encuentros fugaces, aleatorios casi, ligados por la pertenencia de los protagonistas a una singular “Hermandad de nadadores nocturnos”, un elenco de seres torturados, lúcidos maníaco-depresivos que bajo el lema “nadar y follar” tratan de combatir su soledad mientras comparten su amarga experiencia de la vida, su vértigo y su perplejidad, su nihilismo y una exacerbada pulsión de muerte y aniquilación. De hecho, en la singularísima ceremonia de elección del próximo miembro de honor de la Hermandad -ceremonia que empieza como una gala de entrega de los Óscar y termina con un orgasmo colectivo al ritmo de un pasaje del Eclesiastés y bajo los acordes del Requiem de Mozart- los candidatos nominados son todos ilustres suicidas como Ángel Ganivet, Virginia Woolf, Horacio Quiroga, Ernest Hemingway o Amy Winehouse.

Estamos ante un texto incisivo, crudo y directo, sin apenas concesiones a la retórica, estructurado según un complejo sistema de enunciación en el que se combinan las escenas dialogadas con las interpelaciones directas al público y con otros pasajes en los que predomina el discurso narrativo sustentado por múltiples puntos de vista complementarios, incluida la primera persona. El resultado es una rica polifonía de voces, acentos y tonalidades, desde la más próxima e intimista de las complicidades y la confidencia hasta el más violento exabrupto, como en las interpelaciones de la “Mujer Rota” o del “Chico Normal y Razonable”. Canciones interpretadas en directo o secuencias grabadas de antemano completan un variado espacio sonoro que rompe las fronteras de la mera interpretación verbal de un texto. El movimiento escénico -espléndido- que ha diseñado Carlota Ferrer, las coreografías ad hoc para determinadas escenas danzadas y el permanente recurso a la expresión corporal, más allá de los ademanes naturales que acompañan al habla, constituyen una auténtica partitura escénica perfectamente incardinada en el desarrollo de la acción y formando con el texto un todo unitario y que responde a las exigencias de una poética escénica en la que los estímulos sensoriales conviven en pié de igualdad con los estímulos cognitivos.

Los actores están a la altura de la exigencias del texto y del trabajo corporal, sirven con solvencia y entrega al funcionamiento de esa máquina significante en que Carlota Ferrer ha convertido la escena arrastrando a los espectadores a una intensa experiencia compartida del dolor ajeno: de la vulnerabilidad del “Chico en el Cuerpo Equivocado”, del terror al rechazo que experimenta el “Chico Paloma”, de la compasión y la ternura que inspira la “Mujer Invisible” o de la angustia y la desesperación de la “Mujer rota”.

Gordon Craig.

Los nadadores nocturnos. Teatro de la Abadía.
Los nadadores nocturnos.

No hay comentarios: