jueves, octubre 09, 2014

TEATRO. Excítame (El crimen de Leopold y Loeb): "Truculenta y cruel".

De Stephen Dolginoff.
Con: Alejandro de los Santos y David Tortosa.
Piano: Aitor Arozamena.
Escenografía: Asier Sancho.
Dramaturgia: Pedro Víllora y Alejandro de los Santos.
Dirección de escena: José Luis Sixto.
Madrid. Teatro Fernán Gómez. Centro Cultural de la Villa.




De un tiempo a esta parte los musicales han ido adquiriendo importancia creciente en la cartelera madrileña. Reposiciones (“remakes” en la jerga típica del mundo del espectáculo) de montajes de Broadway o del West End londinense en la mayoría de los casos, con cifras de espectadores y de negocio inusuales en el teatro convencional, han llevado a la salas a un público heterogéneo atraído quizá por la espectacularidad de los montajes y por el reclamo del éxito obtenido por dichos espectáculos en los respectivos lugares de origen. Aparte, claro está, del hecho de que, en muchos casos, por obra y gracia de la publicidad se han convertido en uno más de los atractivos turísticos que ofrecen al visitante las grandes ciudades como Madrid o Barcelona. El hecho es que al albur de tal éxito se ha ido desarrollando una infraestructura técnica y artística (músicos, cantantes, bailarines, escenógrafos, figurinistas, etc.) cada vez más capacitada para llevar a cabo este tipo de espectáculos y un público seguidor de los mismos.

Sólo en este contexto cabe enmarcar un trabajo como este Excítame (Thrill me en el original, con letra y música de Stephen Dolginoff) que ahora puede verse en la sala pequeña del Teatro de la Villa, un musical de pequeño formato que, privado de esa espectacularidad a la que hacíamos referencia antes, ha de defenderse con las únicas armas de la originalidad del libreto y de la calidad de la música y de los intérpretes. Y cabe anticiparse a decir, a juzgar por la respuesta entusiasta del público asistente, que el resultado es altamente satisfactorio, aunque quien escribe estas líneas, poco habituado al género y no muy ducho en ese lenguaje no comparta del todo ese veredicto.

Basada en hechos reales, el libreto recrea la truculenta historia de Nathan Leopold y Richard Loeb, dos jóvenes universitarios amigos de la infancia y después amantes, arrastrados al crimen como estímulo catalizador de su turbulenta relación erótica y espoleados por las doctrinas y la teoría del superhombre nietzschiano. Capturados por la policía, son juzgados y condenados a cadena perpetua. La obra arranca con la comparecencia de Nathan ante la comisión que ha de valorar su libertad condicional, tras casi treinta años de reclusión. Así el desarrollo de la acción se articula en sucesivos “flash-backs” como un proceso de confesión, a instancia de los jueces, de las circunstancias relativas a la planificación y ejecución del brutal asesinato, de los motivos que le impulsaron a cometerlo y de las particularidades de su relación sentimental con Richard. Se trata, pues, de un material muy adecuado para la lírica, en el que sobre los aspectos, digamos, descriptivos predominan los contenidos de conciencia y emocionales; y cabe decir, que en efecto hay muchas escenas logradas y de intenso dramatismo, donde las voces y la rotundidad del piano se confabulan para revelar la tormenta interior de los protagonistas, su exaltación o su abatimiento, la sensación de plenitud de creerse “superiores”, sus dudas morales, su queja ante la traición o su remordimiento; en otras ocasiones, en cambio, es como si la música se disociara un tanto del texto, o dicho de otra manera, como si el texto se viera forzado en exceso en su sintaxis para adaptarse a las exigencias de la música haciéndose demasiado evidente esa disociación.

Por lo demás, y en lo que se me alcanza, creo que hay un buen trabajo de los intérpretes y de todo el equipo artístico; un meritorio esfuerzo por incorporar y adaptar a estos lares un género que goza de tanto predicamento entre los anglosajones y que aquí, a lo que parece, va teniendo cada día un mayor número de adeptos.

Gordon Craig.

Excítame. 

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