viernes, abril 25, 2014

TEATRO. Magia café. “Con tres heridas vengo ...”

De Paloma Pedrero.
Con: Ángela Arredondo, Julián Asensio, Jesús Bermejo, Diego Ruiz, Santiago Hernández, José Carlos Illanes, Rafa Martyn, Carolina Nevado, Paula Noviel, Esperanza Pedreño, Bernardo Riaza, Pilar Rodríguez, Antonio Romea, Ari Saavedra y Germán Torres.
Espacio sonoro: Raúl Barrio.
Caídos del cielo”. Dirección: Paloma Pedrero.
Madrid. Sala Cuarta Pared.



Tomo prestadas para encabezar mi comentario estas palabras proféticas de Miguel Hernández porque cuadran mejor quizá que ninguna otra con el aliento trágico que destila esta historia terrible y hermosa de vida, de amor, de muerte y de sueños rotos, que ha puesto en pié Paloma Pedrero con la ONG “Caídos del cielo” y que puede verse estos días en la madrileña sala Cuarta Pared. Una historia que es como un pedazo arrancado de la cruda realidad cotidiana protagonizada por un grupo de personajes que son una muestra representativa de las víctimas del desarraigo y de la marginación social que la crisis económica no ha hecho más que incrementar; víctimas de una sociedad alienante e insolidaria y que mira con desprecio o indiferencia cómplice a quienes no han podido incardinar sus vidas en los engranajes del sistema.

Exteriormente, si puede decirse así, la obra trata sobre un desahucio. Magia, que a sus expensas regenta una especie de centro de reunión para indigentes montado en los locales abandonados de una antigua guardería tiene que enfrentarse a la autoridad municipal para evitar que los echen a la calle. Y de hecho su relación con “el Mandatario”, con el poder, es una de las líneas de conflicto que la obra desarrolla. Pero bajo esa superficie hay una corriente subterránea que vivifica temas más de fondo, como la bondad, la compasión, la posibilidad de superación, la libertad y la dignidad del ser humano.

Desde el punto de vista formal la obra podría tildarse de realista, si nos atenemos a su clara dimensión social, a la inmediatez de los conflictos que desarrolla y al lenguaje directo de sus personajes que en muchos casos se expresan en un registro rabiosamente coloquial; pero el vívido lirismo de algunas de sus escenas y la presencia de frecuentes elementos de carácter simbólico y mágico, como esa danza ritual de la fecundación con la que se abre el espectáculo o las fantasías y los sueños premonitorios de esa niña grande desvalida, dulce e ingenua que es Amparo, conceden al realismo un significado más profundo y lo enriquecen coloreándolo con las tonalidades sombrías del esperpento valleinclanesco o con el signo trágico de los personajes de Lorca; de hecho la protagonista absoluta de la obra, Magia, guarda una estrecha relación con muchas de las heroínas lorquianas.

Estas influencias u homenajes reconocidos o no (a Calderón, a Miguel Hernández o a la troupe de mendigos de Viridiana, de Buñuel) no merman la originalidad de una autora capaz de unir tradición y modernidad en la construcción de un universo propio caracterizado por la ternura, por el lirismo y por la entraña humana de los personajes, y por esa atmósfera luminosa, entre mágica y poética, que los envuelve y que los hace extraordinariamente cercanos y accesibles, capaces de pulsar nuestra fibra más sensible. Y es que, más allá de la denuncia contra la hipocresía y el egoísmo, o contra el abuso de poder, más allá del alegato en contra de los “instalados” (“Señor, ahuyenta de nosotras a los poderosos de la tierra / a los que apartan la mirada de los pobres / a los que van sin mancha/ ...) más que una corriente de indignación, lo que se difunde por la sala es una cordial corriente de empatía con los desfavorecidos y una cálida vaharada de esperanza en la dignidad y el altruísmo de Magia, en el futuro de esa vida nueva que se anuncia en el hijo.

Con una puesta en escena modesta y con un elenco mixto que incluye actores no profesionales, el espectáculo discurre con extraordinaria fluidez bajo la rigurosa batuta de la propia Paloma Pedrero en un juego en el que alternan las secuencias más íntimas (de dos o tres personajes) con las escenas corales que imprimen dinamismo a la acción e insuflan, como he dicho, un aire de fiesta o de celebración ritual que contrasta con el intenso dramatismo de las primeras. En conjunto el trabajo actoral es meritorio, hasta entusiasta, diría yo. Aparte de la ya mencionada Amparo (Carolina Nevado), cabe destacar a “el Mandatario” el típico político sin escrúpulos, taimado, miserable y pagado de sí mismo al que da vida Germán Torres; Quin, a quien José Carlos Illanes presta toda la majeza, la labia y el orgullo y de un gitano que bebe los vientos por Magia. Ari Saavedra lidia con varia fortuna con Frida, un personaje ambiguo, torturado y enigmático que todavía no ha podido escapar a su turbulento pasado; y en fin, Esperanza Pedreño que borda el papel de Magia, de voz dulce y cálida; amable, comprensiva y bondadosa, bajo su apariencia frágil, su cintura de junco y su perfil de cariátide se esconde la viva imagen de la rebeldía y de la resolución femeninas.

Gordon Craig.

Sala Cuarta Pared. Magia Café.

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