martes, febrero 18, 2014

TEATRO. Kafka enamorado. "El habitante de la cueva".

De Luis Araujo.
Con: Beatriz Argüello, Jesús Noguero y Chema Ruiz.
Escenografía: Alicia Blas Brunel. Vestuario: Rosa García Andujar.
Música: Luis Delgado.
Dirección: José Pascual.
Madrid. Centro Dramático Nacional. Sala de la Princesa.



Kafka enamorado recrea la tormentosa relación sentimental que el autor pragués mantuvo con Felice Bauer; una relación atípica, plagada de dificultades, debido en gran medida al carácter depresivo e inestable del Kafka y que se había de prolongar con sucesivas rupturas y reencuentros durante más de seis años, desde que el escritor conoció por primera vez a la joven en casa de su amigo Max Brod en el verano de 1912 hasta la ruptura definitiva en 1917.

A partir de su voluminosa correspondencia y de las anotaciones en sus diarios, Luis Araujo ha hecho una minuciosa reconstrucción de esos años de incertidumbre y de tanteos en los que el autor de La Metamorfosis descubre a la vez el amor y su verdadera vocación de escritor para constatar, consternado, que la literatura, a través de la cual había empezado a conquistar una cierta independencia del padre constituía en sí misma una actividad absolutamente absorbente y excluyente que le imposibilitaba para concluir con éxito su ansiado proyecto de matrimonio.

Como corresponde al tono y al contenido del material objeto del trabajo dramatúrgico el montaje destila el inconfundible aroma de la confesión íntima, que, dada la enorme capacidad de introspección del novelista se traduce en escenas de un crudo y lacerante realismo que revelan, a veces con insoportable verismo, los más escondidos rincones de un alma atormentada por la frustración, el desengaño, la inseguridad, la impotencia y el sentimiento de culpa.

El propio marco físico de la representación -una sala de reducidas dimensiones en la que casi alcanzamos a tocar a los actores y a percibir como si estuvieran a nuestro lado sus más ligeros gestos o cambios de entonación-, y el soberbio espacio sonoro que ha creado Luis Delgado, que es una auténtica prolongación del estado anímico de los personajes, coadyuvan a reforzar esa rara y perturbadora sensación que tenemos de penetrar en el terreno vedado de su intimidad. Aunque, desde luego, los verdaderos responsables del prodigio son los actores, que, para empezar, nos deleitan con una dicción y un fraseo de una calidad poco frecuente, desprovistos de cualquier vestigio retórico, de precipitación o de amaneramiento. Desde su primera aparición en escena, en su aspecto un tanto desaliñado, en su actitud medrosa, como avergonzado de justificar en voz alta el sentimiento de felicidad que le embarga cuando escribe, o en la extremada cortesía con la que trata a su amigo Max Brod y a Felice, Jesús Noguero, se mete de lleno en el personaje del joven Kafka para darnos una imagen bastante coincidente de la que nuestro imaginario se ha forjado del escritor a partir de los documentos gráficos y de la lectura de sus obras. Vemos un ser menesteroso y huraño, desconfiado, asustadizo y necesitado de comprensión; vemos aflorar su entusiasmo y agitación ante la perspectiva de una vida en común con la joven, su terror sobre el futuro de Europa, los recuerdos de su infancia robada, su repugnancia por el sexo o su ansiedad creciente ante la perspectiva de tener que renunciar a la escritura, de abandonar su “cueva”.

Respecto a Beatriz Argüello cabe decir que hace un espléndido trabajo como Felice Bauer; vital, independiente, decidida, siempre al quite de la indecisión, de la timidez incluso de las torpezas de Franz para relacionarse con el mundo exterior; atenta a los requerimientos del escritor, complaciente con sus obsesiones y temores está dispuesta a dar rienda suelta a su pasión amorosa que se desborda con inusitada fuerza en Marienband pero también se muestra enérgica en sus reproches (“¿Alguna vez me has dado a mi esa oportunidad?” le increpa implacable a raíz de su desliz con Grete) e irreductible en su postura de no renunciar a una vida plena como mujer y como madre, más allá de ese mero “deber ineludible” en el que Franz cifra la vida del matrimonio, supeditada siempre a la llamada impostergable de la literatura.

Gordon Craig.

Kafka enamorado en el Centro Dramático Nacional.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un gran montaje. un texto sobresaliente que muestra esa lucha interna que mantiene el creador, en este caso un atormentado Kafka, entre la realidad que le rodea y el mundo de la creación que es lo que le mantiene vivo, y las inocentes victimas que osan acercarse a los grandes monstruos. Un bonita puesta en escena, una música excelente y un notable trabajo actoral.