viernes, mayo 03, 2013

TEATRO. Feelgood: "Un cadáver en el armario".




Con: Javier Márquez, Fran Perea, Ainoa Santamaría, Jorge Bosch, Jorge Usón y Manuela Velasco. Con la colaboración especial de Gloria Muñoz y Carlos Hipólito.

Dirección: Alberto Castrillo-Ferrer.

Madrid. Naves del Matadero.



            El teatro y su viejo e ineludible rol testimonial (no doctrinario, ¡ojo!), ahora más necesario que nunca cuando la sociedad española, desconcertada e inerme ante la magnitud de la crisis y ante la inanidad e irresolución de una casta política corrupta, atraviesa uno de los momentos más dramáticos de su historia reciente. El humor como vía de escape, como válvula reguladora de una tensión social que por momentos se acrecienta y amenaza con hacer explotar el sistema en mil pedazos llevándose por delante un proyecto de convivencia que hace, como quien dice, cuatro días parecía definitivamente asentado. Ambas cosas representa este montaje que ha estrenado hace ahora tres semanas “Entramados Teatro” en las Naves del Matadero.

            Se trata de una brillante farsa política desarrollada en vísperas de la clausura de un supuesto congreso del partido gobernante. En un ambiente de máxima tensión mediática y presión callejera en las inmediaciones del hotel donde se celebra la convención anual, mientras los asesores del presidente retocan ese discurso de clausura, el jefe de prensa descubre que su ex mujer, una periodista de investigación, está a punto de desvelar un escándalo que amenaza no sólo con empañar el éxito de esa jornada de clausura sino que pone en peligro la reelección del propio presidente para una segunda legislatura.

Para quien siga un poco el día a día de la política quizá la obra no descubra nada que no sepamos ya sobre el comportamiento de los aparatos de los partidos, sobre su secretismo, sus pretensiones de opacidad y de manipulación de la información; sobre sus métodos mafiosos de chantaje o compra de voluntades, sobre su idea de la política como marketing. Y sin embargo, ese conocimiento no merma en absoluto el impacto de la sátira, quizá debido a que el montaje ha conseguido acertar con el adecuado tono cómico-burlesco que el tema requería. Con una trama ajustadísima (Alistair Beaton conoce el terreno que pisa, no en vano el mismo fue durante un tiempo el redactor del los discursos de Gordon Brown) toda la pieza está construida en clave de comedia con tintes farsescos en la que se hace chanza de las debilidades de los personajes desenmascarando el lado más risible y más ridículo de unas prácticas que como he dicho tienen mucho de gansteriles. Y entre carcajada y carcajada una pregunta va adquiriendo tintes cada vez más sombríos e inquietantes: ¿hasta donde será capaz de llegar Edu, todopoderoso jefe de prensa del primer ministro para tapar un escándalo que amenaza con explotarle en las narices en el momento más inoportuno?

Pero si el texto es brillante e incisivo no lo son menos la dirección y la puesta en escena de Alberto Castrillo-Ferrer y el trabajo de los actores. Jorge Bosch hace un trabajo antológico en su parodia del inepto ministro de cuota, Max, blanco de todas las bofetadas; él y el pánfilo e infatuado Simón Pink (Jorge Usón) el guionista de televisión que aparece en el segundo acto para “colaborar” en la dramaturgia del discurso, nos dan verdaderos momentos de gloria. El resto están en su papel: la infatigable y neurótica Marta (Ainhoa Santamaría), el paciente e ingenioso “speechwriter” Alex (Javier Márquez); la obstinada y desconfiada Elisa (Manuela Velasco) o el factotum y temido jefe de gabinete Edu (FranPerea), manipulador, sin escrúpulos, rudo e inflexible en exceso quizá debiera cultivar un poco más la veta servil y hasta siniestra, a lo Bomarzo, del personaje. Huelga decir que Carlos Hipólito está magistral en su discurso final televisado, es el rostro relajado, amable, tras el que se oculta la impostura.

Gordon Craig.

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