jueves, febrero 07, 2013

TEATRO. La realidad. "El enigma de la esfinge de Tebas".


De Denise Despeyroux.
Con: Fernanda Orazi.
Dirección: Denise Despeyroux.
Madrid. Teatro Fernán Gómez.



A veces, detrás de las producciones teatrales más modestas se esconden los proyectos artísticos más ambiciosos. Y es que el arte, también el arte dramático, discurre por sus propios derroteros, es una empresa cuyo balance se calcula sobre todo en capital humano, en una mezcla de talento, esfuerzo, ingenio y dedicación. De todos esos elementos participa el montaje que comentamos. Perseverancia y aceptación del riesgo que supone empeñarse en una producción teatral en estos tiempos de crisis tan profunda; ingenio para articular una puesta en escena en la que una sola actriz se desdoble literalmente en los dos personajes que interpreta y que dialogan entre sí en tiempo real; hondura de un texto que indaga en los caladeros más profundos de la psique femenina y, last but not least, derroche de talento interpretativo. 

Todo el montaje es, ¿cómo decirlo?, un regalo para el intelecto y para la sensibilidad del espectador. No se me ocurre mejor manera de expresar esa experiencia intensa y placentera a la que somos invitados a participar los espectadores apenas apagadas las luces de la sala. Y ello es porque, quizá, en el fondo todo acto de creación es también y ante todo un hermoso acto de entrega y de generosidad de quien no espera nada a cambio o de quien, en todo caso, se siente pagado con alguna sincera muestra de agradecimiento. Quizá, también, por lo coqueto del envoltorio; me refiero, obviamente a la sobriedad de la puesta en escena, ayuna de cualquier elemento espurio que desvirtúe el espacio de intimidad instaurado por el texto mismo. Un texto luminoso y con un encomiable sentido del humor que, desde su despreocupada y hasta banal inscripción en lo cotidiano -dos hermanas que intercambian confidencias a través de una videoconferencia-, nos sumerge en las inhóspitas profundidades de la conciencia, allí donde habitan el amor, la esperanza y la compasión, pero también el dolor, la frustración o el sentimiento de culpa. Un texto que sin ocultar sus referentes literarios, de los que hace una lectura escrupulosamente respetuosa, manifiesta una incuestionable originalidad.

A las dos hermanas, Luz y Andrómeda, da vida una espléndida Fernanda Orazi en estado de gracia bajo la atenta mirada de Denise Despeyroux, que además de autora de la obra dirige el montaje. Un trabajo complejo por partida doble. Por una parte por la extrema concentración que requiere el sincronizar los tempos de dos discursos paralelos, el de Andrómeda en directo y el de Luz en “diferido”, con todo el régimen de silencios, de pausas, de escucha activa que ello requiere. Pero es que además, cada uno de dichos personajes tiene auténtica vida propia, autonomía; todo un arsenal de poses, ademanes, miradas, inflexiones de voz, ... se moviliza para hacer aflorar el rico mundo interior de dos personalidades antagónicas, como la luz y la oscuridad, como el día y la noche (del enigma de la esfinge de Tebas); una Andrómeda impulsiva, rebelde, insegura, vehemente y lacerada por el remordimiento frente a su hermana Luz, una mujer compasiva, lúcida, paciente, que ha alcanzado la paz interior y la aceptación gustosa de su destino. Tan lejos, tan cerca; en cuerpo y en espíritu, ambas, seguramente podrían hallar consolación, además de en las cartas sin respuesta, como las que dio en escribir Antonin Artaud desde su enclaustramiento forzoso en Rodez, o en los pasajes de Mujercitas que leyeron de niñas, en estos sabios versos de William Blake de su libro “Auguries of inocence”: Alegría y dolor tejen un manto único / para el alma imortal.

                                                                    Gordon Craig.

 

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