viernes, enero 11, 2013

TEATRO. Tres tiki tigres. “The variety show”. Más “cornás” da el hambre.

Un espectáculo de “Tigre tigre teatro”.
Con: Isabel Arévalo, Ignacio García May, Jesús Hierónides y José Luis Patiño.
Madrid. Sala Cuarta Pared.



Al escuchar la descacharrante elegía al jamón (de pata negra, supongo) con la que José Luis Patiño rememora aquella lejana ya, estando tan próxima, etapa de la opulencia de tantos teatreros mamando de las fecundas ubres del presupuesto, me ha venido a las mientes la famosa respuesta que dio creo que fue “El cordobés”, matador en ciernes, a la pregunta de algún entrevistador espabilado que le inquirió acerca de los peligros de ponerse delante de un morlaco para ganarse la vida: “más cornás da el hambre”.

Sintetizaba con esa frase lapidaria toda una filosofía de la vida, que muchos, adictos al maná de la subvención, parecían haber olvidado y que ahora van a tener que aprender en un curso acelerado; en “dos tardes”, vamos, el tiempo en el que aprendió todo lo que había que aprender de economía para llevar la riendas de este país un ínclito inquilino de la Moncloa de cuyo nombre no quiero acordarme. Así nos va.

Por seguir con la metáfora taurina, esta terna de showmen sobrevenidos integrada por Ignacio García May, Jesús Hierónides y José Luis Patiño han decidido lanzarse al ruedo y coger al toro por los cuernos con una electrizante parodia de los espectáculos de variedades en un trabajo al que daría su bendición el mismísimo Konstatin Stanislavski si pudiera levantarse de la tumba. Y es que, haciendo de la necesidad virtud, llevan el principio del “sí mágico” hasta sus últimas consecuencias elevando la técnica de la alusión a la categoría de obra de arte, secundados apenas, en sus poses, piruetas y pantomimas por la música en directo del piano de Isabel Arévalo.

Aunque el espectáculo se articula como una parodia de los números más conspicuos del teatro de variedades -desde las típicas sesiones de magia e ilusionismo hasta la actuación de un ventrílocuo y su muñeco (¡magistrales Patiño y Hierónides!) -, hay una reflexión de fondo sobre la condición precaria del teatro y sobre el afán, vano, de ciertos creadores fatuos de desligarlo de su condición primera, artesanal, bufonesca y satírica; una crítica desde dentro a esos creadores reducidos, por la falta de presupuesto, a la mera condición de plañideras que andan por ahí, como Casandra, mascullando los más lúgubres vaticinios sobre la suerte del teatro. Consecuentes con esa actitud rebelde, satírica, estos tres primeros espadas, diestros en el arte de Talía, no pierden la ocasión de fustigar otros múltiples tópicos de la vida cotidiana, desde los estragos de la LOGSE, a la actitud acomodaticia de un público pastueño y bobalicón que aplaude todo lo que le echen, incluyendo ese canon de excelencia constituido por el star system holiwoodiense. Pero cuando se rompen los diques de contención de la risa es cuando el blanco de las invectivas se desplaza al terreno de la política. Una simple e inocua alusión a Ana Botella desencadena una riada de carcajadas y cuando el mariachi (actuación estelar de García May) hilvana en forma de corrido mexicano las trapacerías y la impunidad del yerno del Rey la hilaridad alcanza dimensiones homéricas.

En fin, quien se atreva a negar que para crear un buen montaje teatral puedan ponerse en relación la poesía simbolista del visionario William Blake con el trabajo de una truope de equilibristas chinos pásese uno de estos días por la Cuarta Pared y vea este espectáculo desternillante y disparatado: caerá en la cuenta de su error y verá cómo, combinando unas atinadas dosis de ingenio, mucho desparpajo y suficiente talento interpretativo es posible casi cualquier cosa.

Gordon Craig.

 Tres tiki tigres en la Sala Cuarta Pared

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