viernes, diciembre 14, 2012

TEATRO. Fingir. "Teatralizar la representación".


Texto y Dirección de: Lidia González Zoido.
Colectivo 96º.
Con: David Franch y Lidia González Zoido.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias.


 
A partir de los años 60 (y desde mucho antes) la idea del teatro como “representación” (re-presentación de una realidad preexistente) entró en crisis. Simultáneamente se inició un proceso de ruptura del “pacto ficcional”, ese acuerdo tácito entre actores y público por el cual el espectador interpreta como ficticio, inventado, no-verdadero o sin existencia real, todo lo que ocurre en el escenario una vez que se apagan las luces de la sala y comienza la función. La evolución de un segmento importante de la práctica escénica desde entonces se puede describir gráficamente como un proceso de “acortamiento” de esa distancia -insalvable, hasta esos años-, que separaba realidad y ficción, hasta llegar a la performance, un tipo de espectáculo en el que -por seguir expresándolo en términos cuantitativos- esa distancia tiende a cero.

Premio al espectáculo más innovador en la Feria de Teatro de Huesca 2011, este montaje de “Colectivo 96º” que vimos la otra noche en el Corral, se inscribe precisamente en esta corriente de reflexión sobre los límites de la ficción y sobre la naturaleza huidiza, lábil y cambiante de la representación. Partiendo de una consideración de las diferentes formas engañosas, fingidas, de dar un beso de amor en escena (un beso en la boca, naturalmente), sin que el público descubriera que no se llegaban a tocar los labios de los actores, Lidia González y David Franch hilan una ingeniosa y divertida secuencia de escenas que tienen por objeto “representar” diversos aspectos de la representación misma, o dicho de otra manera, de teatralizar la representación.

En interacción constante con el público, -en una sala que permanece en todo momento iluminada, como el escenario-, los actores “entran” y “salen” del papel, los vemos adoptar determinadas poses y abandonarlas en un juego sutil de cambio de roles y de registros que pone en evidencia las convenciones y las mentiras de la representación. Se trata de un espectáculo breve pero intenso, fruto de una rigurosa experimentación y en el que el trabajo de actuación discurre por lo general al margen de códigos conocidos. Coherente en su conjunto, depara múltiples ocasiones para la reflexión y para la diversión con momentos verdaderamente antológicos, hilarantes, como el sketch en el que las caras de los actores se sustituyen por fotografías a tamaño natural de expresiones estereotipadas, de éxtasis, de terror, de extrañeza, ..., mientras el movimiento corporal acompaña esas expresiones faciales; o la del striptease (fingido, claro) de una espectadora de la primera fila por persona interpuesta.

Siempre cordiales y respetuosos en su relación con el público, Lidia González y David Franch consiguen el objetivo de implicar a los espectadores en la acción obligándoles (obligándonos) a salir del cómodo rol de meros espectadores pasivos amparados en el anonimato de la oscuridad del patio de butacas y a ser copartícipes del espectáculo. 

 Gordon Craig.

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