jueves, noviembre 08, 2012

TEATRO. Hans was Heiri. "Geometría variable".

"Hans was Heiri”.
 De Zimmermann & De Perrot.
Creado con: Tarek Halaby, Dimitri Joudre, Dimitri de Perrot, Gaël Santisteva, Melissa von Vépy, Methinee Wongtrakoon y Martin Zimmermann.
Madrid. Teatros del Canal.



Hans was Heiri es un breve espectáculo inclasificable (los propios autores confiesan que lo llaman teatro porque no han encontrado una palabra mejor) pero de una excelente factura técnica. Más allá de etiquetas y clasificaciones reduccionistas: teatro del cuerpo, ejercicio circense, teatro de objetos, ...; lo que no puede obviarse es su innegable atractivo visual y estético, su comicidad desbordante y su vocación cosmopolita, cifrado como está todo el montaje en los dos códigos expresivos mas universales: el lenguaje del cuerpo y el de la música.

La evolución de los actores sobre la escena al ritmo de la música generada en directo se convierte en una auténtica celebración del cuerpo en movimiento, en un alarde de plasticidad, de coordinación, de riesgo, incluso, y de versatilidad para interactuar con los objetos, para adaptarse a ellos, para modelar con ellos un espacio en perpetuo cambio merced al desplazamiento, inclinación, superposición y rotación de paneles móviles, bancos y bastidores. Pero el montaje no se agota en la mera exhibición de destrezas y habilidades motrices, sino que desarrolla una particular poética del espacio escénico que juega con el dinamismo de los volúmenes y del espacio, transgrediendo los parámetros de horizontalidad y verticalidad de la geometría eucleidiana y desafiando a la fuerza de la gravedad. Luz, música, volumen y movimiento se fusionan en un todo unitario para alumbrar una costelación de imágenes de extraordinaria y rara belleza plástica. Imágenes que, a veces replican contenidos comunicables o situaciones reconocibles de la vida cotidiana o del mundo del espectáculo, parodiándolas o caricaturizándolas por algún medio (magistral la parodia de una sesión de yoga impartida por un iracundo maestro en el interior de uno de los receptáculos esa especie de cubo de Rubik giratorio que domina la escena), pero otras veces, en una singular pirueta performativa, no demandan de nosotros ninguna interpretación, ninguna atribución de un significado exterior a ellas mismas, a su propia materialidad y a su impacto sensorial.

Distorsión, sucesividad, simultaneidad y dinamismo constituyen la esencia de este espectáculo. Un elenco espléndido de actores que son gimnastas, bailarines, acróbatas y saltimbanquis al mismo tiempo se embarcan en una suerte de movimiento errático marcado por las leyes de la combinatoria. Un movimiento que adquiere alternativamente el ritmo frenético del poseso, la frialdad del autómata, o se resuelve en insólitas composiciones corales, sin renunciar al “más difícil todavía” circense en números (actuaciones) de tinte acrobático, marionetístico o clownesco.

Un espectáculo, en fin, imprescindible para quien quiera seguir la pista a una de las múltiples y más fecundas orientaciones o enfoques de la creatividad con las que el teatro más actual trata de reinventarse, la de aquellos creadores que como Artaud piensan que el dominio del teatro no es psicológico sino plástico y físico.

Gordon Craig.


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