viernes, noviembre 23, 2012

TEATRO. For rent. "Adorablemente perturbadora".


Del colectivo Peeping Tom.
Concepto y dirección: Gabriela Carrizo y Franck Chartier.
Coreografía y creación: Jos Baker, Eurudike de Beul, Leo de Beul, Marie Gyselbrecht, Hun-Mok Jung, Seol Jin Kim y Simon Versnel
Madrid en Danza. Teatros del Canal.



A veces el lenguaje se resiste (¡Ah! “... el rebelde, mezquino idïoma.”) a expresar con palabras las alteradas e inconexas imágenes del sueño o las profundidades y recovecos del subconsciente, aun así creo que la atrevida antítesis con la que encabezo estás líneas acierta a evocar de algún modo el leve tono humorístico que suaviza el demoledor efecto de las inquietantes imágenes de pesadilla que se despliegan ante nuestros ojos asombrados en el espectáculo que comentamos.

En un espacio escénico suntuoso, en claroscuro, enmarcado con cortinones de terciopelo rojo, que a veces recuerda -no me pregunten por qué extraños mecanismos de asociación- al claustrofóbico interior del salón burgués de El ángel exterminador buñueliano y otras a los ambientes oníricos y misteriosos de las pinturas surrealistas de Paul Delvaux, la señora de la casa y el mayordomo esperan a los integrantes de una visita guiada. Cuando el grupo abandona la estancia, inopinadamente un joven se queda encerrado; su expresión absorta y reconcentrada pareciera indicar que con su mente se está trasladando a otro plano temporal, en el que tiene lugar la súbita irrupción de una mezzo-soprano de edad avanzada seguida por su marido y lamentándose, al parecer, por la pérdida de su hijo (el joven). A partir de ahí este germen de argumento se diluye: los pasos de danza del joven y del mayordomo y el errático desplazamiento de éste, que se cimbrea, dobla y contorsiona como si fuera de goma, convierten la más inocua actividad, como la de encender una lámpara o servir una taza de café en una tarea imposible.

Desde ese momento ya nada es lo que parece; merced al extraño comportamiento de los personajes, al virtuosismo de los bailarines y a una escena en continua transformación, mientras se desplaza el mobiliario y el descorrer de telones desvela un espacio de marcado acento gótico, lo real queda supeditado a la fantasmagoría y nos vemos arrastrados a una suerte de carrusel de sorprendentes apariciones y desapariciones más propias de un estado de delirio o de alucinación. Pasado y presente se confunden y no podemos decir a ciencia cierta si son seres humanos los que pululan por la escena o son meros espectros de tales seres; o recurrentes imágenes producidas por un mal sueño o por una mente perturbada, muchas de las cuales te producen un ligero cosquilleo de desasosiego, de terror, incluso (inquietante, kafkiana, la aparición tras los sillones de figuras humanas que reptan a cuatro patas moviéndose como cucarachas) atemperado por el ingenio y el sesgo absurdo de los escasos diálogos.

Espectáculo de teatro-danza, de nuevo, en el que si bien la danza no es el elemento predominante cuantitativamente hablando, sí depara los momentos de mayor intensidad y fuerza expresivas; espectaculares son la aparición, al descorrer la cortina, del hombre muerto en el cuadro colgado del muro y su aparatosa caída; y la escena en la que la señora (Marie Gyselbrecht) presa de una alucinación ve desdoblarse la figura del mayordomo. Junto a ella, Jos Baker y los coreanos Hum-Mok Jung y SeolJin Kim hacen un trabajo portentoso.

En estos tiempos de mestizaje de distintas disciplinas artísticas sobre el escenario: teatro, mimo, música, danza ..., bien harían algunos actores en mirarse en los espectáculos de danza, para cuya realización se requiere un umbral de exigencia técnica muy superior al que por desgracia encontramos en el teatro de texto.


Gordon Craig.


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