miércoles, octubre 31, 2012

TEATRO. El principito. "Exiliado de la niñez".

El principito
A partir del libro de Antoine de Saint-Exupéry.
Con: José Luis Gómez e Inma Nieto.
Dirección: Roberto Ciulli.
Madrid. Teatro de la Abadía.



“Todas las personas grandes han sido niños antes, pero pocos lo recuerdan” escribe el propio Antoine de Saitn-Exupéry en la dedicatoria de El principito a su amigo León Werth. Y esta máxima parece ser, en efecto, el leit motiv del montaje de Roberto Ciulli que se presenta ahora en el Teatro de la Abadía y que está articulado precisamente en torno a la dialéctica hombre-niño. Esto se hace evidente a lo largo de toda la obra, desde la breve escena muda con la que arranca el montaje en la que vemos un hombre viejo, que antes de iniciar su último viaje, el viaje definitivo, va al encuentro de su niñez.

El principito es una hermosa fábula en la que se describe el mundo a través de la mirada de un niño. En sus viajes por distintos planetas, en los que habitan personajes singulares: un rey, un farolero, un vanidoso, un empresario, un geógrafo, etc, la obra pone en evidencia la realidad paradójica de la existencia humana mientras fustiga sin acritud la riqueza, la vanidad, la injusticia, el ejercicio del poder o el menosprecio de la amistad y de la belleza. Pero es también una metáfora del tiempo y de la muerte; niñez y senectud no son sino los límites irrisorios, relativos, cambiantes, huidizos de nuestra fugaz existencia mundana, simbolizada a su vez por la efímera belleza de la rosa. Un tránsito, por otra parte en el que se pierde la pureza de la mirada del niño, en beneficio de una actitud más reflexiva, más racional (¿quién lo diría?) ante los problemas, excesivamente solemne y pedantesca, ilusoria, en todo caso, ante la brevedad de la existencia y la inevitabilidad de la muerte.

El montaje resalta sobre todo los aspectos poéticos del relato y es un canto a la imaginación infantil y a la ingenuidad y al candor de la mirada del niño. El Principito se representa bajo el aspecto de un vejete afable y jovial, de fuerzas menguadas; su alter ego es un niño con medias de rayas, cazadora, gorro de cuero y gafas de piloto de aviación. Más allá de los diálogos, adaptados del texto original, la imaginería sugiere un lugar de fantasía que evoca aspectos de la biografía del autor, sus juegos infantiles, su temprana e irreprimible pasión por volar o su afición a la bebida. El color de trigo de las arenas del desierto, es probablemente un recuerdo de su accidente en el Sáhara y su fascinación por el brillo de las estrellas en el silencio de la noche proviene a buen seguro de sus largas horas de travesía en solitario en medio de la inmensidad durante sus vuelos nocturnos por el hemisferio austral. Y sólo a dos actores de la talla y de la experiencia de José Luis Gómez y de Inma Nieto les es dado el privilegio de no desentonar en ese auténtico escenario de la fantasía, el espacio de ambientación colorista y naïf que han creado para la ocasión el director y el equipo técnico. José Luis Gómez da vida, con su tino habitual, casi con unción, a un anciano clochard de actitud condescendiente, ademanes pausados y mirada entre asombrada y ausente; Inma Nieto se mete en la piel de un niño grande, ocurrente, dispuesto, cariñoso, ora complaciente y dicharachero, ora absorto en sus juegos y ensoñaciones.

Gordon Craig.

No hay comentarios: