La poética futurista.
Mª Carmen Solanas Jiménez.
Ediciones UAM. Madrid, 2011. Colección Estudios. 169 páginas.
“Uccidiamo il chiaro di luna!”
                                                           .
La Vanguardia literaria no es seguramente un lugar para quedarse pero
 sí debería ser, a mi modo de ver, una estación de paso obligada para 
todo aquel que quiera adquirir una base sólida para comprender la 
evolución de la poesía en la época contemporánea.
Como respuesta visible en el plano artístico a la profunda crisis de 
identidad y de valores de la modernidad, que llegó a su punto culminante
 durante los primeros lustros del siglo XX y en el periodo de 
entreguerras, los posicionamientos de los movimientos artísticos de 
vanguardia se articularon como una ruptura sin precedentes en el orden 
formal, una ruptura de proporciones sólo comparable a la honda conmoción
 existencial de los integrantes de estos movimientos, es decir, al 
colapso de todo el sistema de creencias y valores que había impregnado 
hasta entonces a la cultura occidental. El Futurismo en particular, a 
cuyo estudio está dedicado el libro que comentamos, es un ejemplo 
paradigmático de esa radical repulsa contra el orden establecido; 
constituye una apelación imperiosa a destruir las “doctas murallas” del 
academicismo, un grito de rebeldía contra la belleza antigua simbolizada
 en la tradición y a favor del “esplendor del mundo moderno”, la llamada
 a una acción concertada de “demolición” que muy bien pudiera enarbolar 
como lema el título de uno de los primeros manifiestos de Filippo 
Tommaso Marinetti, adalid del movimiento futurista, que encabeza estas 
líneas: “Uccidiamo il chiaro di luna!” (“asesinemos el claro de luna”).
Tras establecer la filiación “versolibrista” del movimiento: Whitman,
 D’Annunzio, Verhaeren, ... (de hecho, el cultivo del verso libre se 
correspondería precisamente con una primera fase del desarrollo del 
poética futurista) la autora se centra en el análisis de la segunda y 
más fructífera e innovadora de las etapas de la evolución del 
movimiento, la de las “palabras en libertad”, etapa que se inicia con el
 Manifesto tecnico della Letteratura futurista de 1912, (cuya 
línea programática Marinetti reafirma y amplía en sucesivos manifiestos)
 donde se aboga abierta y definitivamente por la destrucción de la 
sintaxis y se propugnan todo tipo de innovaciones radicales en los 
planos fónico-fonológico, gráfico-espacial de la lengua. La 
experimentación con el lenguaje de los futuristas sigue, en suma, un 
camino paralelo al recorrido por las artes plásticas: la senda de la 
abstracción. Desde siempre, el lenguaje poético se había caracterizado 
-como han explicado muy bien los formalistas rusos- por incluir 
mecanismos de extrañamiento que atrajesen la atención del receptor hacia
 el significante mismo; pero ahora esa tendencia se agudiza al máximo, 
la materialidad física (fónico/gráfica) del significante va a adquirir 
todo el protagonismo, debido precisamente a esa ossessione lirica della materia de que hicieron gala los futuristas.
Estatuido el protagonismo del significante el capítulo segundo, y 
nuclear, a mi juicio está consagrado a explicitar la dialéctica 
silencio/ruido (y su correlato materia gráfica/espacio-en-blanco, en el 
plano gráfico-espacial) en lo que la doctora Solanas denomina 
“explosión” futurista. Un análisis minucioso de los manifiestos y 
numerosos testimonios críticos de analistas de reconocida solvencia 
(desde Mallarme a Jakobson) avalan la pertinencia de esta herramienta 
metodológica, la dialéctica silencio/ruido, para el descubrimiento de 
las nuevas e insospechadas relaciones entre el sonido y el significado 
que cultivó la poesía futurista. “Silencio” (o blanco) que es mucho más,
 obviamente, que la pausa en el sistema de versificación tradicional; 
que tiene que ver con los espacios en blanco en una nueva consideración 
de la disposición tipográfica y que afectaría, más allá de los márgenes o
 el interlineado, a la configuración total de la página. Y “ruido” que 
es en realidad “forma sonora verbal” (según denominación, más acertada, a
 mi entender, de Jakobson), pero también el componente fonético de las 
onomatopeyas, o cualesquiera otro elemento sonoro no imitativo, 
alargamiento y o deformación de palabras, uso de distintos tipos de 
letra, mayúsculas, guarismos, etc., etc.
El ritmo de las palabras en libertad, abordado en el capítulo 3, y el
 capítulo 4 dedicado a la semántica de la tipografía, el letrismo o la 
“declamación sinóptica” completan un estudio que da cumplida cuenta de 
la importancia del movimiento futurista como pionero impulsor de la 
profunda transformación del lenguaje poético llevada a cabo por las 
vanguardias y visible aún en nuestros días. Y es que como afirma la 
autora en la introducción aunque “las palabras -pasado el furor 
rupturista inicial- volvieron a caer en la línea del poema” seguramente 
no lo hicieron de la misma manera que de no haberse dado esta 
“explosión” futurista. No podemos estar más de acuerdo.
Para apoyar sus tesis la autora recurre profusamente a la crítica 
especializada y a múltiples y valiosas citas de los manifiestos; aporta 
traducciones al castellano de multitud de poemas y, lo que es más 
importante y que proporciona al volumen un valor añadido de carácter 
práctico: ejemplifica la teoría con numerosos casos de análisis y 
comentario de textos futuristas.
Gordon Craig.

1 comentario:
una crack
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