viernes, mayo 25, 2012

LIBROS. Teatro completo de García Lorca.


Galaxia Gutenberg. Círculo de Lectores.
Barcelona, febrero de 2011. Primera edición. 792 páginas.

“... Donde tiembla enmarañada
la oscura raíz del grito”.




Si hay un escritor que pueda resumir en su vida y en su obra la sensibilidad de todo un pueblo y cuyo teatro aliente un tan hondo como incomprendido afán de renovación, sólo comparable al de los más grandes creadores, ese es Federico García Lorca. Y ello es debido a su extraordinario talento, a su capacidad productiva (de la que da buena cuenta el volumen que ahora reseñamos), a su profundo conocimiento de la tradición y a su originalidad; y en fin, a su manera de ir evolucionando desde sus orígenes pequeño burgueses hacia la comprensión cabal de las aspiraciones de la España del primer cuarto del siglo XX que tan bien reflejan muchos de los personajes de sus obras, desde caracteres de relevancia pública como Mariana Pineda, la heroína ajusticiada en Granada por bordar una bandera liberal, hasta personajes anónimos o puramente ficticios como Doña Rosita la soltera, metáfora de la frustración vital, de la tragedia íntima de la soledad no querida, cuando tal circunstancia en aquella España profunda de principios del siglo XX constituía para la mujer un oneroso baldón.

Crisol de múltiples influencias, desde el teatro clásico y del Barroco español, pasando por Shakespeare, Marquina, el teatro modernista o la veta más popular, representada por el teatro de títeres, la producción teatral de García Lorca recurre a muy diversos cauces formales para dar salida a su no menos variado y rico universo temático, desde las farsas para guiñol, como El retablillo de don Cristóbal, (1931) a la “farsa violenta”, apelativo con el que él mismo definió a La zapatera prodigiosa (1930); la tragedia de ambiente rural, la cima para muchos críticos de su teatro, y que incluye Bodas de sangre (1933), Yerma (1934) y La casa de Bernarda alba (1936) y el drama surrealista, o su teatro irrepresentable, como lo han llamado algunos (El Público, Así que pasen cinco años), obras llamadas a trasformar la escena y a sacudir la modorra del público, del “dragón de los bostezos”, para emplear la elocuente metáfora usada por él mismo para referirse a los espectadores.

Todas estas obras y otras no citadas, hasta 14 en total que completó el dramaturgo de Fuentevaqueros están recogidas en este volumen de casi ochocientas páginas que ahora reedita el sello de el Circulo de Lectores, a las que se añaden sus piezas inconclusas, como la Comedia sin título, -de la que vimos, por cierto, en 2005 una espléndida versión con dramaturgia y dirección de Luis Miguel Cintra-, diálogos y otras piezas breves y/o proyectos de obras que, como La destrucción de Sodoma, ni siquiera llegaría a comenzar.

Cada día que pasa se hace más y más evidente no sólo para la crítica especializada sino para el público en general, que junto al de Valle, el teatro de Lorca es el más importante de su tiempo, de modo que hay que saludar con entusiasmo iniciativas como esta de los editores de Galaxia Gutemberg que facilitan el conocimiento de su obra completa poniéndola al alcance del lector común; nada más próximo, por cierto, al espíritu lorquiano que este esfuerzo por divulgar su legado, ya que a su numen poético Lorca unió siempre un incansable afán pedagógico y su fe en las virtudes del teatro y su convencimiento del potencial que encerraba como palanca de transformación social.

Se echa en falta el atinado estudio introductorio y las notas de la edición de 1997 a cargo de Miguel García Posada o la aportación de algún otro estudioso de la obra del autor granadino (por ejemplo la Rafael Martínez Nadal que tiene una magnífica edición de algunas de sus obras); tales comentarios hubieran enriquecido la publicación. Ello no obsta para que podamos disfrutar de las sutilezas y la complejidad del universo del genial dramaturgo, de su sensibilidad exquisita, de su creatividad desbordante y, en fin, de la penetrante visión con la que nos aproxima, sin desvelarlos, a los grandes misterios de la existencia del hombre, a los arcanos que desde tiempos ancestrales han constituido para él una fuente de angustia y de zozobra, de inseguridades y miedos que la racionalidad positivista moderna no ha conseguido conjurar.

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