viernes, marzo 16, 2012

TEATRO. Petra, la mujer araña y el putón de la abeja Maya. "El deseo y la posesión".

Dirección y coreografía: Sol Picó.
Dramaturgia: Sol Picó y Carles Alfaro.
Con: Maru Valdivielso y Vanesa Segura García. Bailarines: Xaro Campo, Verónica Cendoya, Virginia García, Carlos Fernández Fuentes, Valentí Rocamora i Torà y Emilio Gutiérrez.



No es nuevo en la trayectoria artística de la bailarina y coreógrafa Sol Picó el intento de fundir verbo y movimiento, palabra y danza, en un único artefacto expresivo que combine las peculiaridades de ambos modos de expresión artística. Hace un par de años, fruto de su colaboración con Sergi Belbel, vimos un espléndido espectáculo creado a partir de El Baile, de Irène Némirovsky. Ya entonces hacíamos notar, que, pese al notable trabajo de la temperamental Anna Lizarán (Rosina) la tremenda energía de Xaro Campo (Antoinette) en la ejecución de las escenas bailadas y la rotundidad casi marcial de sus movimientos acaparaba todo el protagonismo y adquiría un indeseado grado de autonomía que hacía peligrar la unidad del conjunto. De este espectáculo puede decirse casi lo mismo.

En esta ocasión el montaje está inspirado en la película de Rainer Werner Fassbinder Las amargas lágrimas de Petra von Kant. Palabra y danza se aúnan con el propósito de recrear las turbulentas relaciones lésbicas de Petra von Kant con la joven modelo Karin Thimm, su amante; pues bien, los breves pasajes dialogados que sostienen la débil trama argumental, sucumben ante la arrolladora fuerza expresiva del movimiento per se; digo más la expresividad de los bailarines y actrices embridada y sujeta a unas pautas precisas de concreción de sentido cuando secundan o subrayan las palabras de los intérpretes se desbordan en los momentos en las que el habla cede el protagonismo a la danza y alcanzan elevadas cotas de belleza plástica e intensidad emocional. Se nota que las actrices y los bailarines y bailarinas se sienten más cómodos e inspirados cuando lo fían todo al dinamismo del cuerpo sin más trabas que su propias limitaciones físicas o las exigencias de una técnica, de un lenguaje corporal específico que la coreógrafa viene desarrollando en consonancia con las tendencias más influyentes de la danza contemporánea.

Un lenguaje, por cierto, que nos aleja de la impresión de plácida fluidez que trasmite la danza clásica, más consciente de la tridimensionalidad del espacio y de la posibilidad de expresar los fuertes contrastes -quizá sería mejor decir contradicciones- que amenazan con destruir el frágil equilibrio emocional de la protagonista; como así ocurre al final, con una Petra von Kant humillada, desesperada por el abandono de Karin. Movimiento que en el caso de Petra (Maru Valdivielso) siempre es desmesurado, insolente al mostrar su arrogancia, o agresivo en su rol de dominadora, jefa de pista, que, látigo en mano pretende meter en vereda a sus propios monstruos (demonios interiores fruto de la pasión, del deseo y del desamor); o juguetón, parodia de una Karim-autómata caprichosa y displicente; o sincopado y espasmódico, como los preliminares del orgasmo que infructuosamente persigue la “bomba sexual”, con reveladores gestos y actitudes posturales del coito, de la violencia sádica o de la humillación masoquista en la figura sumisa de Marlene; en composiciones, en fin, donde parejas o tríos tratan de recomponer una sexualidad insatisfecha, atormentada y turbulenta donde la entrega generosa es sustituida por el dominio o la posesión.

Gordon Craig.


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