jueves, febrero 23, 2012

TEATRO. Volpone. "El moribundo imaginario".

De Ben Jonson.
Con: Marcos Mayor, Óscar Riofrío, Jesús Chicharo, Florencio Expósito, Julio Prego, Jorge Bermejo, Concha Castro, Gema Fernández/Villacañas, Elena Cubo, Jaime García, José Manuel López y Álvaro Domínguez.
Teatro Artefasto. Dirección: Roberto Lacroz y Marcos Mayor.
Guadalajara. Teatro Moderno.
 
Puesto en un brete por sus acreedores, el viejo y acaudalado comerciante Volpone, con ayuda de su parásito Mosca, urde un plan para enriquecerse y, de paso, satisfacer sus deseos libidinosos. Fingiéndose enfermo al borde de la muerte hace correr el rumor entre unos cuantos próceres venecianos de que figuran en su testamento como herederos universales de su fortuna. Movidos por su codicia, uno a uno aparecen por su casa a rendirle pleitesía a la vez que le obsequian con ricos presentes para ganarse su voluntad. Hasta tal punto llega su avaricia, que el mercader Corvino, el más necio y endeudado de todos está dispuesto incluso a cederle provisionalmente el uso y disfrute de su propia esposa Celia (Colomba, en la adaptación de la obra realizada para este montaje) para conseguir sus propósitos. El capitán Bonario (Léon en la adapación), hijo de Corbaccio y enamorado en secreto de Colomba descubre el engaño y Volpone es llevado a juicio, del que sale naturalmente absuelto a causa de la hipocresía de los testigos, que no quieren descubrir cuales eran sus verdaderas intenciones. 

La drástica reducción de la adaptación mengua bastante la complejidad de los personajes que escoran demasiado hacia el estereotipo; aunque esta simplificación tiene algo de positivo al hacer asequible una trama tan alambicada a un público más predispuesto al chiste y a la bufonada que a las sutilezas de un lenguaje ingenioso, picante, trufado de indirectas e insinuaciones. El texto adaptado privilegia asimismo la vertiente puramente cómica en detrimento de la intencionalidad satírica de la obra original que queda un tanto desdibujada entre el torbellino de situaciones y episodios a cual más chuscos y pintorescos en los que se ven inmersos los personajes a causa de su idiocia y de su desmedido afán de riquezas.

Pese a esas, llamémosle restricciones, queda todavía suficiente material dramático, argucias, engaños, amores y amistades fingidas y todo tipo de peripecias para mantener vivo el interés del espectador durante más de una hora y media, y desde luego, para poner a prueba la aptitud y la preparación para el difícil arte de la comedia de un elenco todavía en proceso de formación. Y cabe apresurarse a decir que los resultados son alentadores. Merecen especial mención Marcos Mayor y Óscar Riofrío que encarnan con acierto los papeles principales; el primero se mete en la piel de un infatigable Mosca dicharachero y burlón, convincente en su rol de embaucador celestinesco; obsequioso y enfático en exceso nos gustaría verle algún momento quieto y no saltando sin parar de un escalón a otro de ese palenque improvisado que constituye la escenografía con riesgo evidente para su integridad física; respecto al segundo, firma un Volpone orondo como un buda de fraseo un poco atropellado que lo fía todo al gracejo de sus ojillos picarones y a su carcajada sarcástica. Está mejor tumbado en la cama haciéndose pasar por lo que no es y atento a lo que ocurre a su alrededor; de pié su movimiento corporal tiene notorias limitaciones, en parte quizá debido a la estrechez del espacio. El resto de personajes se alimentan con mayor o menor fortuna de la estética de lo grotesco: Voltore (Jesús Chicharo) es un Dómine Cabra intrigante, malencarado y ampuloso; Corvaccio (Florencio Expósito) es una sanguijuela, un viejo carcamal de andares vacilantes y pinta de sacristán aguijoneado por la codicia. Corvino (Jorge Bermejo) es un amanerado galán de tres al cuarto con ínfulas de grandeza, escrupuloso guardián de su honra (que él juzga instalada en la entrepierna de su mujer) enamoradizo y fatuo. Los personajes femeninos, aunque tienen menos oportunidades de lucimiento hacen también un buen trabajo y participan en alguna de las escenas más celebradas del espectáculo, como son sus respectivos lances con un Volpone encamado y menos grave de lo que aparenta. Más circunspecta y remilgada Colomba (Gema Fernández-Villacañas) más pícara, desenvuelta y ardiente doña Gallina (Elena Cubo).

Un trabajo en fin, entusiasta y esforzado que arrancó numerosas carcajadas del público a lo largo de la representación y un cerrado aplauso a la caída del telón; con la sala abarrotada e incluso público que se quedó en la calle. Y ¿por qué no se programan los espectáculos tres o cuatro días o, al menos, el fin de semana?

Gordon Craig.

Gordon Craig en el Diario de Alcalá: Volpone.

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