lunes, enero 23, 2012

TEATRO. En la Luna. "Entre el aguafuerte y el sainete".


De Alfredo Sanzol.
Con: Juan Codina, Palmira Ferrer, Nuria Mencía, Luis Moreno, Jesús Noguero y Lucía Quintana.
Dirección: Alfredo Sanzol.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias.





Tenían ganas de reír los espectadores que abarrotaban la otra noche las gradas y hasta los palcos del segundo piso del Corral de Comedias, predispuestos quizá por el éxito de crítica y de público que ha cosechado este montaje de Alfredo Sanzol durante las semanas de exhibición en la casa matriz de la capital del reino. Se nota enseguida un auditorio propicio cuando se comporta igual que el público de muchos estrenos integrado básicamente por miembros de la profesión que prorrumpen en carcajadas y rompen a aplaudir a sus colegas antes incluso de que el espectador común haya tenido tiempo para procesar el gesto o la réplica supuestamente graciosos y que habrían de provocarnos la risa. Ignoro el efecto que esa entrega a priori puede tener sobre el ánimo de los actores aunque me temo que nada bueno, porque quizá les exime del esfuerzo adicional de concentración que el actor se impone a sí mismo para alcanzar sus objetivos ante un público más exigente. Digo esto, porque me dio la impresión de que los actores, que por lo general hacen un buen trabajo -a veces excelente-, se dejan seducir en demasía por los cantos de sirena de la complacencia.

Complacencia, por cierto, de la que no está exenta la obra que arranca precisamente -siguiendo quizá el viejo principio de la oratoria, la “captatio benevolentiae”, y dando por sentado que al respetable siguen haciéndole gracia los chascarrillos sobre Franco-, con un chusco episodio sobre un pobre diablo que recibe sin esperarlo una extraña invitación de El Pardo para formar parte del grupo de los elegidos para trasportar el féretro con los restos del generalísimo el día de su entierro. Aunque, en fin, los caminos de la memoria son inescrutables y no habría que ponerle peros al siempre errático y caprichosos fluir de los recuerdos de la infancia, ese borroso compendio de sentimientos, de emociones, de deseos, sueños y frustraciones que es lo que al parecer pretende recrear el autor con esta pieza.

Como en sus montajes anteriores (Sí, pero no lo soy y Días estupendos, que reseñamos en estas mismas páginas) Sanzol recurre al la técnica del sketch, fragmentando la acción en varias microescenas a modo de flashes o apuntes que hieren la retina del espectador despertando en él ecos de situaciones similares a las vividas por los personajes (como el dedicado a La fiesta de cumpleaños), o evocando episodios dolorosos o controvertidos de nuestra historia reciente, como La fosa y El atraco, de claras connotaciones políticas. Desde la supuesta sinceridad de la mirada de un niño, ingenua, pero también severa, incisiva y hasta cruel, es la vida cotidiana de aquellos años turbulentos y esperanzados que se iniciaron con la muerte de Franco y el inicio de la Transición la que aflora en cada una de estas escenas, recreadas en clave humorística y con un tratamiento que va desde el tono levemente irónico hasta el sarcasmo.

Se agradece que el autor huya del tono panfletario y del maniqueísmo en las escenas de mayor calado político, y su ingenio para la parodia y la invención, y su humor absurdo y zumbón aunque hay escenas, que en su ejecución, se perciben en exceso tributarias de lo sainetesco y de la bufonada en el peor sentido del término.

Gordon Craig.

Teatro de la Abadia. En la Luna.
Gordon Craig en el Diario de Alcalá.

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