jueves, septiembre 08, 2011

TEATRO. El Nacional. "La venganza del bufón".


De: Els Joglars.
Con: Ramón Fontserè, Begoña Alberdi, Jesús Angelet, Enrique Sánchez-Ramos, Pilar Sáenz, Minnie Marx, Dolors Tuneu, Xavi Sais y Lluis Olivé.
Dirección: Albert Boadella.
Madrid, Nuevo Teatro Alcalá.



La figura del bufón, la de ese personaje risible, de apariencia torpe e ingenua pero sagaz y dotado de la dosis necesaria de impertinencia para atreverse a decir las verdades del barquero, metáfora de la actitud burlesca del humilde ante los poderosos, es una figura que resulta muy grata a Albert Boadella, no es de extrañar por ello que haya elegido Rigoletto como referente de este espectáculo que se reestrena ahora en el Teatro Nuevo Alcalá, una pieza operística cuyo protagonista es precisamente un bufón.

Recreación de un montaje de 1993, El Nacional se articula básicamente en torno al mundo del teatro, y de la ópera en particular, e incorpora muchos de los temas y motivos recurrentes de las obras anteriores de Joglars. En esta ocasión el blanco principal de sus dardos envenenados es el estado actual de indigencia moral y artística a la que se ha llegado en la profesión teatral como consecuencia de la excesiva burocratización de los sistemas de producción con estructuras anquilosadas y supeditadas a los poderes públicos por vía de la subvención; tampoco son eximidos de la sátira tonante de Boadella el despilfarro y los desmanes cometidos en la escena nombre de una modernidad mal entendida, de las ansias desmedidas de experimentación y de notoriedad de directores engreídos y megalómanos o del feroz exhibicionismo de los actores.

La obra nos muestra el envés de la escena, la tramoya de un gran teatro de ópera venido a menos por la crisis; allí, entre las ruinas de una fastuosa escenografía de un estreno de tiempos pretéritos, con una troupe de indigentes, hampones y músicos callejeros reclutada por el viejo “Paganini”, Don José, anciano acomodador del teatro, se propone la ardua tarea de hacer que renazca de sus cenizas el viejo arte del bel canto. Mientras hace recuento de los restos del naufragio en busca de una partitura que se acomode a sus deseos, los fantasmas de un pasado de esplendor en forma de evocaciones musicales acosan a este pobre loco, le reafirman en su quimérico y quijotesco propósito y le dan fuerza para combatir la ignorancia, la desvergüenza y la indisciplina de este grupo de desechos humanos motivados por intereses ajenos al teatro y enzarzados en continuas pendencias.

Hay en el montaje ecos de la picaresca, de Viridiana, de Buñuel -en las trifulcas de los mendigos que acoge la protagonista movida por su espíritu caritativo-, y hay en el personaje de Don José una innegable impronta de Vasili Svetlovidov, el anciano actor de El canto del cisne, de Chejov, que tras haberse quedado dormido en el camerino después de la función del día, despierta cuando todo el mundo ha abandonado la sala y tiene que enfrentarse a solas al horror de la escena vacía. La originalidad del personaje de Don José (Ramón Fontseré), radica en su pasión por la ópera, en su crítica al “vedettismo” y a la egolatría del actor, en su reivindicación de un teatro más artesanal y en su repudio del realismo; movido por su obsesión antirrealista y llevado de su afán pedagógico de predicar con el ejemplo se aprovechará de la presencia en el teatro de un engolado y pedante redactor de El País o de un arquitecto municipal para hilvanar algunos de los episodios más chuscos y truculentos de la obra, marca de la casa, y exponentes, a la vez, de esa corrosiva sátira social y política a la que no es ajena ninguno de los montajes de Boadella y que el respetable espera con indisimulada impaciencia.

Gordon Craig.

Teatro Nuevo Alcalá. El Nacional.

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