jueves, marzo 10, 2011

TEATRO. Del maravilloso mundo de los animales: los corderos. "Lobos con piel de cordero".


De Daniel Veronese.
Con: Gema Matarranz, Manuel Salas, Elena de Cara, Paco Inestrosa y Enrique Torres.
Histrión Teatro. Dirección: Daniel Veronese.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias


Creo que un todo puede contener al mismo tiempo barbarie y sutileza, tragedia y risotada, que un todo nace de contrastes y cuanto más importantes son esos contrastes, más ese todo es palpable, concreto, vivo”. Traigo a colación esta penetrante afirmación de Tadeus Kantor porque puede servirnos de clave interpretativa para descifrar la compleja escritura escénica de Daniel Veronese. Digo bien escritura escénica porque él mismo es el responsable del texto y de la dirección de actores en un trabajo de puesta en escena que instituye como principio estructurante precisamente el contraste de opuestos y la antítesis, o más bien, la disyunción, entre el texto y su representación, con unos personajes embarcados en una actividad en la que sus acciones, actitudes y comportamiento desmienten el sentido pretendido de sus palabras en una permanente ceremonia de la confusión.

En un primer nivel de ficción, la pieza recrearía un reencuentro familiar, o mejor dicho, el reencuentro de los integrantes de una pareja, Berta y Gómez, otrora amantes; pero enseguida nos damos cuenta de lo extraño del comportamiento de Berta, porque aquello parece más bien un secuestro para un ajuste de cuentas -que culmina en una cruel y despiadada forma de chantaje emocional sobre Gómez con la connivencia de Tono y de Fermín- y que al final resulta ser un simulacro. Aunque nunca estamos seguros de nada debido al extraño, misterioso y enfermizo proceder de los personajes y a ese dislocamiento al que aludíamos arriba entre palabra y acto. Un sutilísimo juego de apariencias, en fin, donde la violencia verbal se transforma en múltiples formas de violencia física e intimidación que alcanza a veces cotas de tensión dramática insuperables.

Los personajes trascienden cualquier concreción psicológica y constituyen más bien auténticas emanaciones o manifestaciones de la truculencia, de la crueldad y de la vesania inherentes a la naturaleza humana en general, pero que se manifiestan con especial virulencia en el contexto de una sociedad como la argentina, una sociedad postdictatorial, dañada, devastada por la injusticia, por la exclusión, por la corrupción y por la penuria heredadas de un régimen represivo y violento.

La rigurosa labor de dirección de Daniel Veronese saca de cada uno de los actores del elenco lo mejor de sí mismos. Sorprende la versatilidad de Gema Matarranz para encarnar a la fría y manipuladora Berta, una experta en las artes de la simulación, no exenta de veleidades sádicas, que despliega todas las estrategias de la dominación. Pero no son menos inquietantes el rijoso Fermín (Manuel Salas) o el chulesco e inestable Tono (Enrique Torres), la descarada mosquita muerta que responde a la denominación de Niña (Elena de Cara) o el aprovechado y olvidadizo Gómez (Paco Inestrosa). Su comportamiento, en general atrabiliario y extraño, su falsa mansedumbre y sus ocasionales explosiones de cólera y enfrentamiento físico, confinados en un pequeño habitáculo desnudo que parece la celda de un manicomio, coadyuvan a crear una atmósfera onírica, opresiva y amenzadora.

Gordon Craig.

Del maravilloso mundo de los animales: los corderos. Corral de Comedias de Alcalá de Henares.

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