viernes, febrero 11, 2011

TEATRO. Torvaldo el furioso. "Las tribulaciones de Angélica".


De Lucía Vilanova.
Con: Julio Cortázar e Inma Nieto.
Dirección: Lino Ferreira.
Alcalá de Henares. Corral de Comedias.



Aunque el título de la obra sugiere un combinado de Orlando furioso y Casa de muñecas (el nombre del marido de Nora, protagonista de la segunda obra, es precisamente Torwald Helmer) con los ingredientes a partes iguales, la verdad es que esta pieza de Lucía Vilanova crece y se desarrolla sobre todo en unión simbiótica con el texto de Ibsen, sirviéndose de manera anecdótica y coyuntural del poema de Ludovico Ariosto. La referencia a los principios del ideal caballeresco, que en su tiempo representó Orlando, y a su retórica grandilocuente y vacua constituyen, empero, un magnífico contrapunto para poner en evidencia tanto la hipocresía del “recto y honorable” Torwald de Casa de muñecas como la indigencia moral de este infatuado Torvaldo de nuestros días, débil remedo de los anteriores de los que al parecer sólo ha retenido su petulancia, su continente adusto y sus actitudes trasnochadas.

Como el de Nora, el de Angélica es un matrimonio que ha sobrevivido a largos años de difícil relación pero que es incapaz de soportar las consecuencias que acarrea una decisión equivocada aunque bienintencionada de ésta. Cuando Torvaldo se percata de la amenaza que se cierne sobre su futuro y el de los suyos no puede controlar la cólera, y en lugar de asumir con hombría las consecuencias de la decisión de su mujer descarga toda su ira sobre ella insultándola y humillándola. En un principio Angélica (como Nora) no puede dar crédito a lo que está pasando, y apela una y otra vez al cariño de su marido para salvar el matrimonio. Pero pronto se da cuenta de que no hay nada que hacer.¿Cómo podría perdonarla el orgulloso Torvaldo, de conducta intachable? Llegados a este punto la autora introduce un giro radical al desarrollo de los acontecimientos. Quien da el famoso portazo es Torvaldo, asqueado de la conducta de Angélica; aunque reconsidera rápidamente su postura, vuelve sobre sus pasos y quiere quitar importancia a lo sucedido -esa cuestioncilla menor del honor ofendido-, para encontrar que ya es demasiado tarde: Angélica ha descubierto con repugnancia el despotismo, la mezquindad, y la moral acomodaticia de su marido y tomará una decisión inapelable.

La sátira de Ibsen a la puritana sociedad de su tiempo en las manos de Lucía Vilanova se convierte en una acerada y regocijante parodia de la supuesta superioridad intelectual y moral de Torvaldo, prototipo de una sociedad corrupta cuyos modales refinados, trato exquisito y alambicados rituales de seducción a duras penas pueden disimular sus lacras, mientras la referencia a la retórica del amor cortés actúa como un eficaz catalizador de esa intencionalidad paródica. Respecto a los intérpretes, ambos sirven con consumada maestría a ese sutil juego de las apariencias que nos propone la autora. Inma Nieto (Angélica) está realmente soberbia, modula con especial pericia sus reacciones para acoplarlas a los cambios de animo y a los exabruptos de su patético marido; Julio Cortázar (Torvaldo) no le va a la zaga, y borda un complejísimo papel, el de un personaje desequilibrado, infantiloide y acomplejado; los dos se mantienen siempre en el difícil equilibrio de ese tono entre serio y burlesco, jocoserio, que es el mayor activo de una pieza cuyo argumento casi sabemos de antemano.

Gordon Craig.

Torvaldo el furioso. Corral de Comedias de Alcalá de Henares.

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