lunes, noviembre 15, 2010

TEATRO. Dança de la muerte. "En el umbral del reino de las tinieblas".


Dramaturgia y Dirección: Ana Zamora.
Compañía: Nao D’amores.
Con: Luis Miguel Cintra, Sofía Marqués y Elena Rayos.
Arreglos y dirección Musical: Alicia Lázaro.
Instrumentistas: Eva Jornet, Juan Ramón Lara e Isabel Zamora
Corral de Comedias, Alcalá de Henares.


El teatro es quizá la manifestación menos conocida de la literatura de la baja Edad Media. Hasta las primeras tentativas de Gómez Manrique o de Juan del Encina de mediados y finales del siglo XV respectivamente, apenas si encontramos vestigios escritos de textos teatrales en lengua castellana, sobre todo relativos al teatro profano, que debió de ser objeto de una feroz persecución, como revelan los documentos conciliares y los escritos de los moralistas de la época. A la escasez de textos se une la desidia y el desinterés (más allá de los estudios teóricos llevados a cabo por los investigadores) por eso es doblemente meritoria la labor de Ana Zamora que combina la investigación en las fuentes escritas con el trabajo de creación escénica, para ofrecer a los aficionados la posibilidad de reencontrarse con lo más arcaico de nuestra tradición teatral.


Tras el Auto de la Sibila, el Auto de los cuatro tiempos y el Auto de los Reyes Magos, tomando como referencia La Dança General escurialense y diversos textos de Gil Vicente (en castellano y en portugués) presenta Ana Zamora su nueva y brillante incursión en el teatro medieval. De nuevo tenemos una simbiosis perfecta de farsa y moralidad, una combinación de rituales sacros y profanos servida con inigualable maestría en un espectáculo que rezuma gracia, colorido e intenso y genuino vigor dramático. Ana Zamora parece poseer un innato sentido teatral, una aguda percepción que le permite rastrear en estos textos arcaicos los resortes de la teatralidad más primaria y el talento para recrearlos sobre un escenario -con ayuda de un elenco de excepción, todo hay que decirlo-. El material sobre el que trabaja, no hay que perderlo de vista, es un material de primerísima calidad, ya que se trata de versos cifrados en un lenguaje de una enorme frescura y espontaneidad merced a la prodigiosa inventiva de sus autores, inspirados en muchas ocasiones en la fecunda imaginería popular.

El espacio escénico es muy elaborado y representa un salón palaciego o el interior de un templo presidido por el púlpito y el coro donde se sitúan los intérpretes; luego mediante un ingenioso artificio se transformará en la barca de Caronte, o “la barca do inferno”. La música, de nuevo es una espléndida recreación sobre partituras originales de cancioneros de la época y de música sacra (el “Dies Irae” que subraya el recitativo del cardenal, o el “De Profundis clamavit” que acompaña la comparecencia del prelado ante el tribunal de la Muerte) ejecutada en directo, se articula con el resto de los elementos de la teatralidad subrayando cada escena y reforzando su carácter solemne, emotivo o burlesco, o acentuando siempre su ya de por sí marcada tonalidad cómica. Y es que estas danzas macabras no eran sino un lenitivo para conjurar el pavor que debía de provocar en las humildes gentes de aquella época la presencia obsesiva de la muerte.

Espléndida es, como se ha indicado, la labor de actuación. Luis Miguel Cintra, es el maestro de ceremonias, posee un inigualable sentido del verso y una voz portentosa que modula con una insospechada riqueza de matices, timbres y tonalidades; pero no le van a la zaga sus ayudantes en ese ritual macabrojocoso, sus “esposas” (Sofía Marqués y Elena Rayos), embutidas en sayas talares, rivalizan ambas en gracejo, energía y buen sentido, para cantar, danzar, manipular los tocados que representan a los personajes convocados por la Igualadora y representar los diversos roles que cada escena requiere. Transitan con desenvoltura por todos los estadios de la emoción y el sentimiento; parafraseando al poeta, podría decirse cada una de ellas es capaz de mostrarse, según la ocasión, “alegre, triste, humilde, altiva, áspera, tierna, liberal o esquiva”.

Gordon Craig.

Danza de la muerte, Corral de Comedias.

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