lunes, octubre 04, 2010

TEATRO. Muda. "De la palabra como antídoto contra la soledad".


De Pablo Messiez.
Con: Fernanda Orazi, Marianela Pensado y Óscar Velado.
Dirección: Pablo Messiez.
Madrid. Teatro Pradillo.


No deja de resultar paradójico un título como éste, Muda, para una pieza en la que precisamente la conversación o, más bien, el relato monologal se convierte en el mejor antídoto contra la dolencia de la soledad. Porque eso es lo que son ante todo los protagonistas de esta historia intima, divertida, luminosa y perturbadoramente sincera de Pablo Messiez, unos seres solitarios y desvalidos que desean vehementemente ser escuchados, comunicarse con el otro como único medio de exorcizar sus temores y de restañar las heridas del alma.


Y aunque el argumento pueda parecer un tanto extraño e inverosímil, la peripecia de una mujer que busca a su hermana después de largos años para vomitar su resentimiento y cuando la tiene a tiro se encierra en un tan inexplicable como impenetrable mutismo, el lenguaje de los personajes, su comportamiento y actitudes y el desarrollo rápido y directo de la acción confieren al conflicto un inequívoco halo de cotidianidad. Y es el hecho, que si pudiéramos levantar los tejados de las casas, como hacía el Diablo Cojuelo, para mirar a su interior, encontraríamos muchas historias como esta; miríadas de seres heridos por la falta de amor, por el orgullo o por el resentimiento que luchan desesperadamente por encontrar una palabra, una mirada, el silencio de la escucha o cualquier otro indicio de comprensión, por mínimo que sea, al que aferrarse como si fuera su tabla de salvación.

Se trata de un montaje extremadamente sobrio que dirige el propio Messiez. Teatro en su estado más puro apenas sin apoyatura escenográfica, sonora o de otra índole y sustentado al cien por cien en la labor de los actores que trabajan, como suele decirse de los trapecistas, sin red. Y hay que apresurarse a decir que salen airosos del trance. Marianela Pensado da muy bien la imagen de mujer torturada y portadora de un extraño secreto que es Ana; encerrada en su obstinado hermetismo combina su mansedumbre con el estado de alerta del animal herido siempre en guardia para ventear el peligro; Fernanda Orazi es su hermana, una desenvuelta y pizpireta esteticien no menos necesitada de ternura que Ana que camufla el vacío de su existencia con una impenitente locuacidad mientras se parapeta tras un caparazón protector construido a base de lugares comunes. Óscar Velado es el encargado del edificio de apartamentos donde recala Ana, y está espléndido en un papel que me recuerda por su candidez y por su desvalimiento a Ángel, el personaje de La noche que ilumina, de Paloma Pedrero, que se pega literalmente a Fran y a Rosi para formar ese extraño menage a trois en el parque con el que culmina la obra. Refugiado él en la botella de cerveza para ahogar sus penas deambula por la escena como un fantasma paseando su indecisión, su timidez y su fragilidad hasta que descubre en Ana un alma gemela, una compañía consoladora.

Gordon Craig.

Teatro Pradillo. Muda.
Entrevista Pablo Messiez en La Razón.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Qué complicado es convivir con la soledad!
Gran propuesta la de Pablo Messiez. Interesante reflexión.