martes, octubre 23, 2007

TEATRO. Barroco. "Proceso a la modernidad".


De Darko Lukic y Tomaz Pandur.
Basada en Las amistades peligrosas de Choderlos de Laclos y en Cuarteto de Heiner Müller.
Con: Asier Etxeandía, Blanca Portillo y Chema León.
Dirección de Tomaz Pandur.
Madrid. Centro Cultural de la Villa



Quizá no sabía el oficial de la guarnición de Grenoble, que allá por el 1782 diera a conocer su historia de amor y perversión entre el vizconde de Valmont y la marquesa de Merteuil, cuan breve sería el paréntesis de racionalidad ilustrada que iba a abrirse con la Revolución Francesa y cuan devastadoras las consecuencias del derrumbe de la utopía moral y política vinculada al ejercicio consecuente de esa racionalidad; y sin embargo, todo esa concentración de nihilismo, de vacío, de soledad y hasta de barbarie (en su envoltura de refinamiento) asociada a ese derrumbe estaba ya ahí, latente, en el orgullo y la vanidad del vizconde, en la maldad y el afán de dominación de la marquesa, en el exacerbado e irreprimible sentimiento de culpa de madame de Tourvel o en el desvalimiento y la impotencia de todos ellos ante lo inapelable de ciertas actitudes y comportamiento inherentes a su propia condición humana. Porque, como ocurre tantas veces con las grandes obras literarias, la ficción representa una intuición de la realidad más lúcida que cualquier indagación filosófica, sociológica o histórica y solo hace falta un intérprete suficientemente sagaz para revelarla.

Y aquí no hay uno sino dos intérpretes excepcionales, Heiner Müller que ya hiciera en Cuarteto su peculiar lectura contemporánea del conocido triángulo amoroso, y el tándem Darko Lukic/Tomaz Pandur que hacen la suya propia en una sincrética e imponente adaptación para la escena. En ella, como Kafka, llevan a cabo su particular proceso al espíritu moderno concentrando su estremecedor argumentario en el análisis de la dolorosa disociación del cuerpo y del espíritu que sufren en carne propia los protagonistas ante la atenta mirada del narrador, Barroco, cuyas reflexiones y admoniciones jalonan el desarrollo de la acción. Es la teatralización del antagonismo entre los impulsos vitales y el raciocinio, la pugna por mantener incólume la pasión ante los embates de la voluntad y de la virtud y contra la amenaza de la decrepitud y de la muerte, la lucha, en suma, por sacudirse la tiranía de lo que madame de Merteuil define despectivamente como “el fango de la más despreciable basura emocional”.

Nadie puede escapar sin dolor a ese trance; sin sufrirlo o sin provocarlo, y esa es otra de las claves, artaudiana, en las que se cifra este verdadero espectáculo de la crueldad, que ofrecen Valmont y la marquesa encerrados en un extraño recinto de paredes móviles híbrido de bunker y de budoir, quizá un espacio simbólico de la conciencia o del sueño, o de la pesadilla, en el que las imágenes sustituyen a las palabras, o se amalgaman con ellas, y con la música en un todo significante de una contundencia expresiva aterradora que golpea la sensibilidad y la inteligencia de los espectadores colocándolos ante sus propios miedos y contradicciones.

En fin, un espectáculo total que nadie debería perderse. Una genial concepción del espacio y del movimiento escénico, mérito este compartido por el director y el coreógrafo (Nacho Duato), y una brillante actuación de los protagonistas Asier Etxeandía (Valmont) y Blanca Portillo (madame de Merteuil) que arrancaron del público, puesto en pie al final de la representación, uno de los aplausos más cerrados y efusivos de los que guardo recuerdo en la memoria.

Gordon Craig.

Tomaz Pandur. Barroco.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vi Cuarteto hace unos años, en el Lliure de Barcelona, y no me gustó nada. Pero me quedó la duda de si el hecho de que no me gustara no era quizá algo buscado por el autor y ante esa clase de teatro no valen según qué respuestas, digamos, más simples...

Doctor Brigato dijo...

No sabría decirte... Quizás el que no te gustara no sólo tiene que ver con las intenciones del autor, quizás también tuviera algo que ver la puesta en escena y las decisiones el director... Que una obra en concreto se te siente en la tripa, o no sea agradable para un espectador actual, también puede ser algo que el propio autor busca, algo así como una provocación, o el intentar despertar al público de su letargo acomodaticio pequeñoburgués... si al menos te dejó algo de poso y te incomodó, es que algo funcionó... no conozoco el montaje del que hablas, pero he de reconocer que algunas puestas en escena, p.e. las de Pandur tienen tantas refrencias y dejan en el aire tantas cosas, que muchas respuestas se quedan en el tintero.