viernes, septiembre 14, 2007

TEATRO. Hedda Gabler. "Un grito de rebeldía femenina".


De Henrik Ibsen.
Con: Ana Caleya, Rosa Savoini, Lino Ferreira, José Luis Alcobendas, David Llorente e Inma Nieto.
Dirección de Ernesto Caballero.
Madrid. Círculo de Bellas Artes. Sala Fernado de Rojas.



Como la publicación de Madame Bovary o como el estreno de Casa de muñecas, el de Hedda Gabler supuso un aldabonazo para la conciencias bienpensantes de su época. Era la primera vez que una mujer pretendía sacudirse el yugo de sumisión al marido y a los deberes improrrogables de su condición de madre, esposa, incluso de amante solícita que una larga tradición burguesa le había asignado e intentaba ser ella misma y juzgar el matrimonio y las relaciones sociales y de pareja desde una perspectiva genuinamente femenina.

Pero, si cabe, Hedda Gabler va más lejos que sus antecesoras en su grito de rebeldía femenina. “Por una vez en mi vida quiero tener en mis manos el destino de un ser humano” le dice a la señora Elvsted al final del segundo acto para justificar su comportamiento en relación con Eilert Lovborg. Esa frase encierra algo más que la mera demanda de autonomía, es una exigencia de control, y a estas alturas del desarrollo de la obra, cuando ya tenemos atisbos del carácter indomable de Hedda y de su capacidad de manipulación, cobra toda la fuerza de una amenaza e indica a las claras cuales son los términos de todo o nada en los que se va a dirimir el conflicto.

Hedda y Jorge Tesman han vuelto del largo viaje de novios para reencontrarse con sus viejos demonios encarnados en una única persona: Eilert Lovborg, antiguo amor de Hedda y rival intelectual de Jorge. Viejas heridas, a duras penas restañadas, se abren de nuevo aunque la fatalidad o lo que es lo mismo, el propio sino, en cierta medida misterioso y enigmático de Hedda, y su orgullo auguran la tragedia más atroz. Y no es la fantasía desbocada de la protagonista, como dice el juez Brack, su incapacidad para adaptarse a la realidad, la que la pierde; es su voluntad de poder, su deseo a ultranza de emancipación y una pulsión de muerte que impregna todos sus actos y que vincula el destino de Lovborg y el suyo propio a las dos pistolas que conserva de su padre, y que en algún momento le habían servido para distraer su aburrimiento.

La escenografía de José Luis Raymond reconvierte el salón burgués, estancia clave de la gran casa familiar donde ejerce su reinado la señora de la casa en la aséptica y fría habitación de un sanatorio y el sesgo que el propio Ernesto Caballero confiere al montaje sugiere que la acción transcurre en un psiquiátrico, en el que Hedda poseída de una locura autodestructiva fuera literalmente asistida en su demencia por el resto de los personajes. Llevar a Hedda a esos extremos de inadaptación no se si aporta algo positivo a la plasmación de un carácter ya de por si suficientemente complejo y problemático, aunque sí coadyuva a exculpar a la protagonista de una conducta moral no muy escrupulosa, a la vez que distrae la atención del espectador, le despista con relación a las frecuentes alusiones de los personajes a enseres y muebles propios de un interior burgués convencional.

En los esencial, el desarrollo de la acción no sale perjudicado -salvo por un movimiento escénico a veces errático-, y ese prodigio de construcción dramática que es la obra y los conflictos entre los personajes se revelan con toda intensidad. El trabajo de actuación es solvente en conjunto aunque destaca una espléndida Ana Caleya que enseñorea la escena trasmitiendo con una inusitada energía el complejo universo emocional de la protagonista: la desdeñosa altivez de un ser exquisito y caprichoso, el calculo interesado con que maneja los hilos de la trama, la lucidez, la frustración, los celos, o la frialdad y determinación próximas a la crueldad con la que ejecuta sus decisiones.

Gordon Craig.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola: Buscaba información y enlaces sobre Brecht y me ha gustado mucho tu reseña de Mahagonny, informativa y opinante a la vez. (Yo solo he visto esa obra en vídeo y me resultó algo pesada; es además muy larga; en este caso me pareció que la gran ventaja era Weill, más que Brecht.) Pero veo que tienes mucho más material y merece la pena ir volviendo. Felicidades por el sitio.

Doctor Brigato dijo...

Muchas gracias por tus palabras y bienvenida.