miércoles, noviembre 02, 2005

TEATRO. Jorge Dandín. "Farsa del marido ultrajado".

De: Moliere.
Con: Aníbal Fernández, Enka Alonso, Isabel Alguacil, Pedro Casas, Mario Sánchez, Diego Velázquez y Javier Laorden.
Compañía: MIMAN Teatro.
Dramaturgia y dirección: Andrés Beladíez.
Toledo, Teatro Rojas


Aunque sin el espesor psicológico de los personajes de las grandes comedias satíricas (Alceste, Tartufo o Arpagón, por ejemplo) este Jorge Dandín no reniega de su estirpe molieresca, y su patética figura de marido engañado atrae sobre sí todas la iras del moralista social que nunca dejó de ser el autor, que aquí pone en solfa la obstinación con la que algunos miembros fatuos e ignaros de la burguesía acomodada pretendían mejorar su condición social por el expediente de emparentar con damas de una nobleza decadente y cuyas virtudes otrora ponderadas habían entrado en un irreversible proceso de descomposición.

Espoleado por ese necio afán de ascender de clase, Jorge Dandín, cuarentón de buena posición social, se ha casado con una jovencísima Angélica, de apellido ilustre, que pronto encuentra la manera de satisfacer sus deseos fuera del matrimonio. Enterado de los tejemanejes de su mujercita Dandín acude a sus suegros para que pongan coto a sus desafueros; pero una y otra vez resulta chasqueado. Su torpeza y escasa presencia de ánimo son insuficientes para contrarrestar los engaños y embelecos de Angélica, para quien él no es más que un palurdo provinciano con el que no está dispuesta a compartir su vida.

El trabajo de dramaturgia de Andrés Beladíez es meritorio; a la labor de actualización del texto -que le confiere un cierto halo de modernidad- se suma la poda de sus excrecencias costumbristas y del exceso de introspección psicológica, respetando, eso sí, en la construcción de los personajes, aquellas actitudes y rasgos de la personalidad que alimentan el conflicto principal de la pieza: la distinta valoración que los cónyuges tienen de las obligaciones de la mujer en el matrimonio. En efecto, Angélica, que parece haber sido educada en la “escuela de mujeres” del propio Moliére, no quiere someterse a la obligación de fidelidad que trata de imponerle un marido que “ella no ha elegido” y demanda con vehemencia disfrutar de su juventud; mientras que Dandín quiere imponerle a toda costa su concepción exclusivista y pequeño burguesa de la vida marital.

El resultado es una farsa burlesca ágil y rebosante de comicidad, a cuyo cultivo se dedican los mejores esfuerzos de la dirección y del trabajo de los actores. Cada cuadro está cuidadosamente planeado y realizado, desde el movimiento escénico, las entradas y salidas, las carreras, persecuciones y porrazos deudos de la Commedia dell’Arte, hasta el parloteo en off, los intermedios decorativos o la espléndida ejecución de los apartes. Amén de una matizada iluminación que contribuye a desrrealizar el espacio trasladándolo a los etéreos dominios de la fantasía. El elenco, por su parte, derrocha entusiasmo y entrega, y exhibe, en su conjunto, un excelente control del fraseo y de la entonación y una extraordinaria pericia en la composición física de los personajes, apoyado por un vestuario estilizado que evoca el ambiente preciosista de la Francia de la época que Molière quería ridiculizar. Mario Sánchez es Clitandro, un botarate atildado de modales cortesanos; Aníbal Fernández da lo mejor de sí para componer un Dandín fatuo, acomplejado y papanatas cuyo empecinamiento y falta de luces le convierten en blanco de todas las burlas. Angélica (Enka Alonso) y Claudina (Isabel Alguacil) son dama y criada respectivamente; ambas rivalizan en desparpajo y simpatía; la primera muestra ser una consumada maestra del engaño y de la doblez, aunque sabe ser también sincera y contundente en la defensa de sus convicciones y en su apuesta por la vida disipada; en cuanto Claudina, esconde bajo la apariencia de sumisa damisela a una pícara redomada. Lubín (espléndido Pedro Casas), es un cretino de tomo y lomo, obsequioso y duro de mollera, que con su candidez, su bohonomía, sus despistes y sus meteduras de pata se revela como un discípulo aventajado del mismísimo Arlequino.

Gordon Craig.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy interesante la reseña de esta obra menos conocida de Molière. me gustaría alguna vez ver sus obras con la música de Lully.
Saludos.

Doctor Brigato dijo...

Hola Gabriela. No conozco a Lully, ¿barroco? Sigue la pista a esta compañía y al director, darán que hablar.

Anónimo dijo...

El espectáculo es magnífico. Buena interpretación, una iluminación fantástica e inteligente y una dirección extraordinaria

Doctor Brigato dijo...

Bravo, veo que llegamos a la misma conclusión. A ver si el enconrsetado mundo del teatro les da una oportunidad de verdad.