El Teatro Nacional de marionetas de Osaka, dentro de la programación del Festival de Otoño visitaba Madrid, el Teatro Español. Era una buena oportunidad para presenciar un espectáculo diferente y fuera de lo convencional, esta vez los protagonistas no eran actores y actrices, sino unos deliciosos muñecos que asombrosamente hicieron las delicias del respetable.
La Ningyo Jorubi Bunraku nos presentaba dos historias, y entre medias una pequeña demostración de cómo funciona el espectáculo y las marionetas. La primera historia fue “el Amor pasional” de Suga Sensuke, Matsuda Wakichi y Wakatake Fuemi. Se trata de una preciosa historia de amor imposible. Una hija de verdulero, Ashichi, al incendiarse la casa familiar se refugia en el templo Kissho-in y allí conoce a un sirviente y se enamora de él. Pasado un tiempo, la familia regresa a su hogar pero Ashichi se sigue viendo a escondidas con su amado. La distancia y el amor desenfrenado la llevan a quemar una casa vecina para poder volver al templo. Ashichi es descubierta y condenada a muerte en la hoguera.
La segunda parte del programa es “Milagro en el templo de Tsubosaka Kannon”, que nos muestra la historia de Osato y su marido Sawaichi. En este caso Sawaichi cree que su mujer le es infiel con otro hombre, porque ella todos los días antes del atardecer abandona el hogar. Osato le explica a su marido que va al templo Tsubosaka para pedir que él recupere la vista, es ciego. Sawaichi le pide a su mujer que le deje acompañarla al día siguiente y le deje tres días de ayuno allí. Una vez en el templo, Sawaichi, solo, se suicida. Osato cuando vuelve y encuentra las sandalias, el bastón y el cuerpo yacente de su marido decide también suicidarse. Este gesto conmueve a la diosa Misericordia, que los devuelve al vida y permite a Sawaichi volver a ver.
Las marionetas de la Bunraku, con un impresionante juego gestual y expresivo, la emotividad del narrador de las historias, con unos emocionantes cambios de registros para cada personaje dependiendo del estado de ánimo del mismo en cada momento de la acción, y todo acompañado del sonido del agudo y a veces intenso y estridente shamisen llenan de vida, de puro dramatismo el juego de las marionetas sobre el escenario.
Dos historias preciosas, duras, impregnadas del sabor agridulce de la desidia de los más profundos sentimientos humanos. Muy apropiada la elección del Bunraku en un momento como el actual donde los sentimientos, la esencia de todo ser humano, en el fondo de lo que se llena su existencia, su vida, pasan a un segundo plano, dónde sólo se busca el momento de éxtasis de una noche loca de sábado o como bien describe el sabio Arthur Miller: ”la buena vida ya no es aquella en la que uno lucha por darle un significado, y tampoco es la búsqueda de la unión con el pasado. […] Ahora la buena vida es la de la diversión incesante, las alegrías obtenidas sin esfuerzo […] Al final y al cabo, la libertad es comodidad; la sexualidad es una fotografía, y el enemigo de todo ello es lo real. El enemigo es el conflicto; el enemigo, en una palabra, es la vida”.
Los peros, que también los hubo pueden comenzar por: dicen los castizos que de Madrid al cielo, pues ayer la máxima se cumplió sobradamente. Sueño: la taquillera me dio las mejores entradas que le quedaban, de esto hace veinte días, y centradas, todo un logro o eso pensaba yo antes de llegar al teatro. Realidad: segundo piso y apiñados junto a la pared. Sonrisas y lágrimas cuando el director del Bunraku nos decía que la marioneta movía los ojos hacia la derecha o hacia la izquierda, un servidor veía unas manchas en la carita de la marioneta, el resto de la acción lo completaba mi infantil imaginación, con la inestimable ayuda de una risueña compañera de butaca de lujo ayer, Cris; sin tu cuchicheo desinteresado, todavía estaría buscando el bastón del pobre Sawaichi.
Durante la primera parte del espectáculo, muchas veces me transmuté en el genial Bill Murray, yo estaba también “Lost in translation”, pero en vez de en Tokio como en la película, en el centro de Madrid. Todo cambió después del descanso, ya nos habían ofrecido una breve lección de cómo funciona el Bunraku, y además, sorpresas te da la vida, de entre una puerta oscura, sin avisar y con una amable sonrisa, aparece mi añorado Humanista Indocumentado, también enamorado de la magia de la sala oscura. Buscaba lo mismo que yo: unos sitios libres en el patio de butacas para ver mover los ojitos a esos deliciosos muñecos articulados venidos de tan lejos. ¡Qué sepas que se te echa de menos en el patio de butacas!
5 comentarios:
Bravo! Joder, cuando nos comentaste que ibas a ver esta obra, pensé: Diossssssssssssssss! Pero ahora, tras leer tu post, estoy verde de envida por no haberla visto.
Quédate con lo de Lost in Traslation... Estuvo bien, las marionetas eran espectaculares... Pero todo el rato en japo, y sin subtítulos... Menos mal que tenía una compañera con una imaginación despierta... La segunda historia me emocionó, no podía imaginar que se iban a suicidar...
tu identificación con bill murray es pq eres un asaltacunas?
Subnormal!!!!! Pues claro, qué pensabas?
Será un placer, Humanista... Y esa crítica para el Badaluque, ya... Yo pagué cielo, y con el morro que me llegaba hasta el escenario, me comí cielo... Es un honor tener una nota del Humanista... La primera a un blog desde hacía tiempo inmemorial.
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