Desde hace tiempo la lectura forma parte de mi vida, y es fiel compañera de viaje. Los responsables de esta situación, son en gran medida, mi familia, que me acercó a los libros desde muy niño, y las bibliotecas que me brindaron la oportunidad de tener a mi disposición una variopinta colección de la forma más cómoda y accesible que nunca hubiera soñado.
Las bibliotecas han estado en el fondo del cajón de todos los responsables políticos de turno, siempre con medios precarios, con exiguos presupuestos y con un escaso personal infravalorado. Hace unos meses se ha unido a esta precaria situación un nuevo problema que cerca la ya de por si complicada supervivencia de estos centros del saber: el pago por el préstamo de documentación.
El estado de la cuestión es el siguiente: una directiva europea de 1992, de obligado cumplimiento por todos los Estados miembros, impone el pago por el préstamo de documentos en bibliotecas públicas. También un apartado de dicha directiva permite establecer excepciones al pago por préstamo.
Es curioso el momento en el que se ha suscitado la problemática, coincide con la llegada a las bibliotecas de materiales sonoros (CD) y audiovisuales (VHS, DVD), o digámoslo de otra manera, en el instante, en que este tipo de materiales, forman una parte muy sustancial de las colecciones de las bibliotecas, y un alto porcentaje del préstamo en las mismas.
El papel que juegan los productores y distribuidores de grabaciones sonoras y audiovisuales en esta situación es muy importante, tienen mucho poder y quieren ver aumentar sus beneficios, ya desorbitados, a costa de cobrar por el préstamo de materiales en las bibliotecas. A estos últimos se han unido los editores de libros, sin saber cuales son sus compañeros de viaje, que son los mismos que están influyendo en la modificación de la actual Ley de Propiedad Intelectual para restar derechos a los autores y creadores. Tampoco se dan cuenta los editores, del papel que juegan las bibliotecas en la adquisición y difusión de los libros.
Pero aparte de toda esta batalla de intereses económicos, que es un hecho, se está olvidando el verdadero trasfondo de la situación. Las bibliotecas nacieron con una vocación de servicio público, su función primordial es la del fomento de la cultura, que todos los ciudadanos tuvieran a su alcance cualquier tipo de información. Su situación, como ya hemos dicho antes, no es boyante, y su papel dentro de la sociedad va cambiando a un ritmo vertiginoso porque las necesidades sociales son cada día diferentes, hablo del acceso a las nuevas tecnologías, de la introducción de nuevos soportes, de peticiones de información europea, de servicios específicos para los más pequeños, pequetecas, bebetecas, etc. Aún con esto, se les quiere dar el golpe de gracia: el pago por el préstamo.
La solución no es fácil, pero existe un atisbo de luz al final del túnel; la propia directiva europea lo contempla, uno de sus apartados permite a un Estado miembro establecer excepciones al derecho exclusivo de préstamo para determinadas categorías de entidades públicas. Esas entidades públicas deberían de ser las bibliotecas. La pelota está en el tejado de los responsables políticos del Ministerio oportuno. Esperemos que no se deje pasar la oportunidad y que las generaciones venideras se encuentren una sociedad y unas bibliotecas mejores, más dotadas y con la posibilidad de ofrecer más y mejores servicios.
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