De Martin McDonagh.
Versión de José Luis
Collado.
Con: Marisa Paredes, Terele Pávez, Enric Benavent, Ferrán
Vilajosana, Adam Jezierski, Irene Escolar, Marcial Álvarez, Ricardo Joven y
Teresa Lozano.
Escenografía y vestuario: Manuel Andújar.
Dirección: Gerardo Vera.
Madrid. Teatro Español.
Aunque no tan truculenta y
macabra como El hombre almohada (que dirigió hace años Denis Rafter en
el Círculo de Bellas Artes) esta desasosegante pieza que dirige Gerardo Vera en
el Teatro Español, tiene todos los ingredientes de la comedia negra y casi la
misma inquietante atmósfera de thriller psicológico de aquella. Y es que MartinMcdonagh, experto, al parecer, en hacer sufrir a sus personajes, no tiene
ningún empacho en bucear por las más oscuras profundidades del corazón humano,
donde junto a los impulsos de la generosidad o de la compasión anidan, como
huevos de serpiente, la indiferencia y la crueldad, y ese deseo malsano de
hacernos daño al que tantas veces no nos podemos resistir.
La historia ambientada 1934 en
la pequeña isla de Inishmaan explora un variado muestrario de los tópicos del
carácter y de la forma de vida irlandeses, aunque mucho nos tememos, quienes
conocemos el paño por haber crecido en el enrarecido ambiente de una aldea
rural, que gran parte del odio, envidias, rencores o simple animadversión que
se profesan los personajes forma parte de una forma de relacionarse y de un
comportamiento egoísta y atrabiliario común en muchas latitudes, y que
desgraciadamente nos resulta demasiado familiar como para que podamos
tomárnoslo a broma. Y sin embargo, gracias a la habilidad del autor para
activar esa propensión un tanto perversa que todos tenemos a hacer mofa de las
debilidades o de las taras ajenas, nos sorprendemos riéndonos del desdén y de
la crueldad con la que Bartley o Helen tratan al pobre tullido Billy o a sus
viejas tías adoptivas, o del desprecio que se muestran Jonhypateenmike y su
madre, o de las cordiales pullas y malévolas insinuaciones que se intercambian
Kate y Eileen.
Dramáticamente la obra funciona
como un artefacto muy bien construido con constantes inversiones y giros
inesperados de la trama que agilizan el desarrollo de una acción por lo demás
lenta y morosa, vehiculada por unos diálogos reiterativos construidos a base de réplicas que vuelven una y otra vez
sobre sí mismas como si los personajes fueran incapaces de romper el circulo
vicioso en el que parecen encerradas su vidas. No podemos sustraernos, empero,
a la impresión de que el autor no juega del todo limpio con nosotros, de que
manipula un tanto nuestros sentimientos y emociones para dirigir nuestra
benevolencia hacia los personajes que despiertan, obviamente, nuestras
simpatías, Billy y sus tías, y nuestro “rechazo” por el cargante y caprichoso
Bartley y por el alcahuete Jonhypateenmike que termina por resultarnos odioso.
Estamos ante el trabajo
irreprochable de un elenco y de un equipo artístico de primerísimas figuras
bajo la diestra batuta de Gerardo Vera, que acierta de pleno con el ritmo
pausado y el tono agridulce de la obra. El espacio escénico de Manuel Andújar
responde al ambiente de penuria y primitivismo que se respira en la isla baldía
y a la atmósfera opresiva que ha moldeado el carácter de sus moradores. Ya
hemos mencionado al amanerado, chismoso impenitente Jonhypateenmike, estupenda
creación de Enric Benavent, su rivalidad con su nonagenaria y dipsómana madre
(Teresa Lozano) explota en momentos de una comicidad desbordante. Marisa Paredes y Terele Pávez (Kate y Eileen) comparten con el joven Ferran Vilajosana
el protagonismo absoluto de la obra. La primera es una dulce y encantadora
anciana de voz trémula y ademanes pausados, su fragilidad y buenos modales
contrastan con el aplomo la energía y la retranca Eileen; ambas forman un
tándem perfecto, su afabilidad no es incompatible con momentáneos arrebatos de
mal genio en los que se zahieren con especial inquina, aunque nunca llegue la
sangre al río. Particularmente inspirado está Ferrán Vilajosana en el papel del
contrahecho y bondadoso Billy el cojo; en la expresión de su rostro y en la
composición física de su personaje exhibe con turbadora crudeza la profunda
frustración de un alma bondadosa y de un espíritu inquieto enfrentado con las
severas limitaciones de su cojera y su parálisis, barreras infranqueables en el
camino de la consecución de sus sueños. Con su entereza y resignación alternan
estados de abatimiento y de desesperación extrema que le llevan al borde del
suicidio, del que sólo le salva su amor por la vivaracha e insolente Helen
(magnífica Irene Escolar) una jovenzuela emula de la fierecilla domada de
Shakespeare que no pierde ocasión de zaherirle y de humillarle.
Gordon Craig.
El Cojo de Inishmaan en el Teatro Español.
Gordon Craig.
El Cojo de Inishmaan en el Teatro Español.
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