martes, junio 17, 2008

MÚSICA. Sigur Ros al rescate. Una vez más.

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El viernes pasado me volví a reencontrar con Sigur Ros. Un amigo me pasó el último disco de los islandeses, que llevaba buscando infructuosamente por Internet desde hace semanas, un par de días antes.
Casi había comenzado el fin de semana, y digo casi porque cuando estaba cerca de casa, un atasco monumental volvió a recordarme que todavía no era libre del todo. Tras una semana de inclementes madrugones y de horas y horas al volante, en gran parte debidas a la brutal huelga de transportistas que hemos sufrido muchos inocentes ciudadanos durante estos pasados días, me esperaban aún un par de horas de tráfico lento, jalonadas con mil y una paradas intermitentes que iban a terminar de crispar mi ya de por si exigua paciencia.
Y bajo este escenario se deslizó hasta mis manos el último disco de Sigur Ros. Aflojé un poco la presión del cinturón de seguridad, recliné un poco más de lo normal el asiento delantero, encendí el aire acondicionado, subí el volumen de la radio y dejé que la música me transportara a cualquier otro lugar en el que no hubiera cientos de vehículos expulsando dióxido de carbono y conductores soltando improperios cada dos minutos.
Prueba superada. He de reconocerlo sin tapujos. Sigur Ros volvió a emocionarme, y en esta ocasión jugando fuera de casa, con un ambiente hostil rodeándolos y con un público desanimado y a punto de rendirse.
La Mujer Tirita nos dijo hace tiempo que lloró la primera vez que los vio en directo. Yo y unos amigos llegamos tarde a la cita que nos tenían reservada Sigur Ros en un inolvidable Summercase de hace casi dos años, pero aún así no pudimos por más que rendirnos ante la belleza y la solemnidad de su música. No podré olvidar nunca la capacidad de los islandeses para despertar dentro de cada uno de nosotros los sentimientos más profundos que todos guardamos cerca del corazón, debe de ser algo parecido al alma, y hacer que todo tu cuerpo, que tus sentidos al completo, se impregnen de la magia, de la sobriedad, de la exuberancia de sus melodías. Recuerdo, tras el espectacular concierto de Sigur Ros, nuestras caras exhaustas, nuestros ojos medio extraviados, nuestros corazones acelerados, y lo duro que fue volver a la realidad. Pero a pesar del complicado despertar sobrevivimos para contarlo, y puedo afirmar en su nombre, creo que sin equivocarme, que desde aquella noche iniciática los islandeses nos convirtieron en personas diferentes, no sabría definir bien en que consistió el cambio, pero algo ahí dentro nunca volvió a ser igual.
El nuevo disco suena épico, sus envolventes y progresivas melodías te cogen de la mano y te llevan hasta lo más profundo del bosque, allí donde, indefenso, no puedes más que rendirte y disfrutar. Pero sus pretensiones van más allá del simple disfrute, porque consiguen emocionarte en muchas ocasiones, ponen a prueba tus sentidos en cada tema, y sobre todo no permiten que tus pensamientos abandonen el momento que estás viviendo. Sus letras, en un ininteligible islandés, pero que más da una vez más, comunican serenidad, éxtasis, placer. ¿Y qué es entonces la música si no también esto?
La nueva propuesta de Sigur Ros es seria, los islandeses no se han relajado para vivir de las rentas, y quizás “Með suð í eyrum við spilum endalaust” pueda llegar a convertirse en “su disco”, en el mejor trabajo hasta el momento, porque la verdad es que sería demasiado intrépido afirmar lo contrario ahora cuando no sabemos todavía lo que estos músicos pueden dar de si. Para ir resumiendo, se oyen ecos entre sus canciones de los Cocteau Twins, de Mercury Rev, pero que más eso, porque sobre todo se escucha a Sigur Ros, y eso para los privilegiados que los conocemos ya es más que suficiente.


Sigur Ros. Escúchalos.
Summercase 2006. Sigur Ros.

2 comentarios:

Wendyqueridaluzdemivida dijo...

Ains!! yo tengo que verlos en Islandia...
Vienen en noviembre, pero los llevan a La Riviera.

Un beso.

Doctor Brigato dijo...

Hola Wendy... Tenía esa fecha apuntada en la agenda... Islandia queda un poco lejos para mi presupuesto... Ya me contarás.