De Lope de Vega.
Con: Francisco Ortiz, Jonás
Alonso, Guillermo de los Santos, Sole Solís, Julia Barceló, Elsa
González, Laura Romero, Borja Luna, Natalia Huarte, Alba Enríquez,
Carlos Cuevas, Manuel Moya, Ignacio Jiménez, Álvaro de Juan, José Gómez y
Samuel Viyuela.
Versión: Daniel Pérez. Espacio sonoro: Luis Cobo.
Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico. Dirección: Carlos Marchena.
Alcalá de Henares. XIII Festival de las Artes Escénicas. “Clásicos en Alcalá”.
Teatro Salón Cervantes.
No dejará nunca de sorprenderme y de admirarme la vitalidad de los
clásicos y su capacidad de supervivencia y de regeneración; cómo, tras
un ligero tratamiento de “lifting” y una buena sesión de maquillaje,
reaparecen tersos y lozanos como el primer día, después de una andadura
de siglos por plazas y corrales sorteando la persecución de la censura o
los efectos de las polillas de los archivos, del polvo de las
bibliotecas o del talante ceñudo y pedante de los catedráticos. Cuando
tras superar todas estas dificultades y otras no menores relativas al
capricho de productores desalmados o de directores antojadizos,
caprichosos o narcisistas que quieren aprovecharse de ellos para su
lucimiento personal, se reencuentran con su ser primero de estímulo para
la reflexión, reflejo de costumbres y motivo de genuino divertimento,
alicientes suficientes para encandilar al público más heterogéneo.
Fue un espectáculo tan agradable y estimulante el montaje de La noche
toledana, de Lope, el domingo en el Teatro Cervantes a cargo de la
Joven Compañía Nacional de Teatro Clásico, que no he podido sustraerme a
ésta tan vehemente como vaga y genérica apología de “los clásicos” con
la que he iniciado mi comentario. Avalan mi sorpresa y admiración el
entusiasmo de los asistentes y el fervor de sus aplausos al final de la
representación. Además, era hora de consignar también, pasado ya el
ecuador de la XIII edición de “Clásicos en Alcalá”, el reconocimiento
que merecen festivales como éste, que auspiciados por las instituciones
permiten mantener viva, aún en tiempos de crisis, la llama de nuestra
tradición cultural, difundirla y acrecentarla.
Pero vayamos a la obra. Estamos ante una típica comedia de enredo
lopesca cuyos protagonistas, jóvenes y atolondrados, parecen obedecer
exclusivamente a los dictados de su sensualidad y su albedrío.
Despechada por los desaires de Florencio, Lisenda huye de Granada y
encuentra acomodo sirviendo de criada en una posada toledana bajo la
identidad de una ingenua labradora que hace se llamar Inés. El destino
quiere que el galán Florencio y su criado Beltrán, huyendo de la
justicia que les persigue por un lance de armas, vayan a parar a esa
misma posada en la que coincidirán con las jóvenes madrileñas Gerarda y
Lucrecia, El alférez Carrillo, el Capitán Acevedo, Lucindo, Riselo, y
Fineo, todos ellos en busca de solaz y diversión al albur de los
festejos de la ciudad imperial. Si a ellos añadimos el concurso de una
posadera sin escrúpulos dispuesta a hacer la vista gorda y a secundar
por una buena propina las intenciones y caprichos de sus parroquianos el
festín de engaños, fingimientos, celos y enredos amorosos está servido.
Sin llegar al grado de perfección formal de sus obras mas celebradas
contiene esta disparatada comedia novelesca ingredientes suficientes
para poner a prueba los mimbres de una compañía y el talento de un
director. Y a fe que ambos, director y compañía salen airosos del
trance, servidos por una eficaz escenografía de Rodrigo Zaparaín y por
un espléndido espacio sonoro de Luis Cobo que realza el tono entre
pícaro y festivo de la obra y subraya los estados anímicos de los
protagonistas, en particular el tono quejumbroso y doliente de los
soliloquios de Lisena. Respecto a los actores -aún a riesgo de ser
injusto y no mencionarlos a todos-, cabría destacar el amaneramiento del
atildado y engreído Fineo (original creación de José Gómez); el brío y
el gracejo de Beltrán (Jonás Alonso) siempre al quite de la indecisión y
de las torpezas de Florencio (Francisco Ortiz); el tontiloco y
enamoradizo Acevedo (Manuel Moya) que con su inseparable alférez Carillo
(Carlos Cuevas) forman una conmovedora pareja de bobos, presa fácil de
la malicia de la descarada posadera (Sole Solís) y de la sutileza y el
donaire de la discreta Lisena (espléndido y matizadísimo trabajo de
Natalia Huarte) y cuya penetración y buen juicio la emparenta con la
estirpe de las grandes heroínas de Lope, que como Diana (El perro del
hotelano) o Finea (La dama Boba) muestran una activa resolución en la
salvaguarda de su honor y en la exigencia de sus derechos.
Gordon Craig.
La noche toledana. CNTC.
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