De Miguel del Arco.
Con: Carmen Machi.
Dirección:Miguel del Arco.
Madrid.
Teatro La
Abadía.
Esta nefasta
costumbre de los teatros públicos de programar sus espectáculos por períodos de
tiempo cada vez más cortos nos privó a muchos aficionados de la posibilidad de
ver uno de los montajes de mayor éxito de crítica y público de la temporada
pasada. Ahora -efectos colaterales de la crisis aparte-, la dirección del
teatro de la Abadía, con buen criterio, repone un montaje que, a juzgar por lo
visto ayer no debería de haberse descolgado tan pronto de la cartelera, porque,
a no dudarlo es uno de esos trabajos excepcionales que no se prodigan sobre
nuestros escenarios y que, ocasionalmente, nos reconcilian con el gran arte del
teatro.
El milagro lo
obran a partes iguales Miguel del Arco y Carmen Machi. El primero que con su
recreación libérrima y actualísima de la historia más grande jamás contada nos
demuestra que los grandes relatos literarios no se cierran jamás, que siempre
son posibles nuevas lecturas e interpretaciones de los mismos, que nos seguirán
hablando cada vez que tengamos necesidad de escucharlos, porque como afirma la
protagonista antes de concluir su alegato “la eternidad está enamorada de los
frutos del tiempo”; la segunda en su magistral encarnación de la considerada la
mujer más bella del mundo, y también la más vejada, la más vilipendiada: Elena
de Troya, la que arrostró, por amor, los mayores peligros y calamidades, la que
fue acusada de traicionar a su pueblo y de sembrar la discordia entre los
troyanos, de ser causa, en fin, de la guerra más despiadada y cruenta de la que
tenemos memoria. ¿Alguien podría soportar impertérrito esa pesada carga?
La obra se
articula como un intenso y vibrante monólogo. Entre copas y botellas de un
brebaje de efecto lenitivo, que irá apurando sorbo a sorbo para hacer más
llevadera la rememoración de sus desdichas, una rutilante Elena de dorados
cabellos y verbo acendrado comparece ante los espectadores, convertidos en una
suerte de jurado popular, para reclamar a los dioses el olvido -curiosa
petición que nos recuerda la misma vehemente aspiración cernudiana: “Donde
habite el olvido, / en los vastos jardines sin aurora; / donde yo sólo sea /
memoria de una piedra sepultada entre ortigas / ...”-. Quiere que seamos
testigos de su sufrimiento y demos nuestro veredicto exculpatorio. Y a la vez
poner en tela de juicio muchos de los presupuestos ideológicos y culturales
sobre los que se sustenta la relación entre hombres y mujeres y la de los
pueblos entre sí con la guerra como telón de fondo.
Sin un asomo
de vacilación o de cansancio, pletórica de energía de principio a fin del
espectáculo Carmen Machi lleva a cabo una auténtica proeza: extraer de las brumas
del pasado legendario a una figura mítica y dotarla de la consistencia física y
del espesor psicológico de un ser de carne y hueso, de un ser que sufre y
anhela, que odia y que ama; que ama por encima de todo y que reclama,
imperiosa, su dignidad, su libertad para amar y ser amada. Y no sabríamos a
ciencia cierta decir cuándo está mejor Carmen Machi, cuándo su actuación es más
redonda, si cuando explora los registros de la compasión ante el cadáver del
joven Troilo o ante el cuerpo exangüe del propio Paris; cuando expresa su
repugnancia por las embestidas de Teseo; cuando rememora horrorizada la rabia y
el feroz deseo de venganza de Hécuba o cuando explota en imprecaciones contra
el mismo Zeus y le echa en cara su hipocresía y su crueldad para con quien ya
no sirve a sus fines. Toda ponderación es poca sobre como controla su dicción,
las pausas, el ritmo, la entonación y la cadencia de las frases, y de cómo
proyecta sus palabras sobre el auditorio, eligiendo cuidadosamente los blancos
y el grado de veneno necesario para que causen su efecto letal sobre los
espectadores, desde el susurro o la más leve sonrisa irónica hasta la descarga
cerrada de fusilería que pone los pelos de punta.
Un texto y una
dirección notables y un trabajo de actuación rotundo que nadie debería
perderse. Él, Miguel del Arco desde hace relativamente pocos tiempo, ella,
Carmen Machi, desde prácticamente el inicio de su andadura como actriz en los
primeros montajes de la Abadía. Ambos han dado hasta la fecha muestras sobradas
de talento. Pero, a ver si va a ser verdad que la crisis aguza el ingenio.
Gordon Craig.
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