De Miguel Mihura.
Con: Carmen Maura, Alberto Jiménez, Alfonso Vallejo,
Pilar Castro, Vicente Díez, Pedro G. de las Heras, Natalia Hernández, Jorge
Machín, Antonia Paso, Carlos Seguí.
Escenografía y vestuario: Felype de Lima.
Escenografía y vestuario: Felype de Lima.
Dirección: Mariano de Paco.
Madrid. Teatro María Guerrero.
Carlota es una
divertidísima comedia de enredo con trasfondo de intriga policíaca. En ella
Mihura despliega sus mejores dotes de humorista y toda su fecunda imaginación
creadora al servicio de una trama asaz
alambicada y rocambolesca pero que mantiene vivo en todo momento el interés del
espectador merced a su habilidad para dar consistencia al desarrollo de
la intriga hasta el mismísimo momento de la secuencia
final, ontológica, cuyo contenido no revelaremos, por razones obvias, pero que,
anticipamos, es todo un alarde de sutileza a la altura de los mejores maestros
del suspense. Para darnos una idea del sesgo cómico-burlesco que toma la
truculenta historia de los Barrington, baste saber, por el momento, que el
devenir de los acontecimientos está causado por la disparatada y peregrina idea
de la protagonista, Carlota, de que para que su segundo marido, Mr. Charlie
Barrington, no se muera de aburrimiento como el anterior, lo mejor es alimentar
las sospechas de que es ella la que asesina a la gente que se interpone en su
camino.
Con pinceladas de
sátira social (contra el esnobismo y otros convencionalismos de clase
imperantes en la época) Carlota es sobre todo una hilarante parodia del
teatro policíaco en la que todos los elementos del género, desde el móvil para
la comisión del delito pasando por el desarrollo de las pesquisas policiales,
hasta la supuesta sagacidad del detective encargado del caso son puestas en solfa
por la pericia del autor para desenmascarar el tópico y los prejuicios y por su
proverbial sentido del humor, un humor de situación basado en el
malentendido y en la comicidad verbal, con réplicas trufadas de frases
ingeniosas o absurdas que rompen la coherencia del discurso y la más mínima
lógica causal.
Mariano de Paco ha hecho una lectura
inteligente de la obra marcando el ritmo
adecuado y dosificando en su justa medida los términos del equívoco y la
ambigüedad calculada de cada escena, lo cual no es tarea fácil, habida cuenta
la complejidad de los hilos de la trama. Ha contado, eso sí, con un equipo
artístico y con un elenco excelentes. La ambientación es espléndida, empezando
por la presentación en clave cinematográfica de la obra, siguiendo por un
espacio sonoro que moviliza todos los recursos y efectos especiales propios del
cine de género de la época de los 60 y terminando por un cuidado vestuario de
Felype de Lima, sobre todo el de las féminas donde la sobria elegancia de
Carlota compite con la sofisticación un tanto fatua de Christie o las
estridencias de Miss Margaret. Todo ello sin olvidar la escenografía, que
recrea el típico interior burgués donde se desarrolla la acción sometiéndolo en
sus formas y dimensiones a un riguroso proceso de estilización hiperbólica.
La
hipérbole inspira también el proceso de acercamiento de los actores a sus
respectivos personajes, asociada a una suerte de candorosa ingenuidad que
adorna habitualmente a todas las criaturas de Mihura: Velda y John Manning
(Pilar Castro y Carlos Seguí), parecen sacados de una vetusta mazmorra de la
casa de la familia Adams; el doctor Wats (Vicente Díez) es un desgarbado y
enclenque sabueso, burdo remedo del doctor Watson hitchcockiano, que da la
réplica al sabelotodo y campanudo detective Douglas Hilton (Alfonso Vallejo);
Margaret (Natalia Hernandez) es una melindrosa y pizpireta mosquita muerta,
viéndola uno percibe toda la aversión de Mihura hacia la cursilería. Todos
ellos y ellas son tipos simpáticos y sin malicia alguna, como el apocado y
servicial sargento Harris (Jorge Machín) o la ignara, coqueta y encantada de
haberse conocido Mrs. Christie (Antonia Paso). Pero donde el autor manifiesta
todo su genio e inventiva es sin duda en la creación de los personajes
principales, Charlie y Carlota, felizmente encarnados, hay que apresurarse a
decirlo por Alberto Jiménez y Carmen Maura. El primero despliega su más feraz y
encantadora veta cómica en el papel del cauto, pusilánime y desconfiado Mr.
Barringon; con su vocecilla en falsete, su afabilidad y su mansedumbre un tanto
perruna es un verdadero maestro en guardar las apariencias y consigue
engañarnos a todos y granjearse nuestra simpatía. Carmen Maura, a quien no
habíamos tenido ocasión de ver sobre las tablas, asume con una contención y una
naturalidad encomiables el papel “femme fatal”, la singularidad de su personaje
radica precisamente en el contraste permanente entre esa naturalidad con la que
ofrece una tacita de té o sus remedios de botica a sus amigos y la horrenda
magnitud de los crímenes que se le atribuyen; su mohín ligeramente maternal,
sus miradas pícaras o su entonación afectadamente despreocupada nos permiten
alentar la sospecha de que, en efecto, esconde algún inconfesable misterio tras
su carácter bondadoso, bienintencionado y jovial.
Gordon Craig.
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