De Alistair Beaton.
Con: Javier Márquez, Fran Perea, Ainoa Santamaría, Jorge Bosch, Jorge
Usón y Manuela Velasco. Con la colaboración especial de Gloria Muñoz y Carlos
Hipólito.
Dirección: Alberto Castrillo-Ferrer.
Madrid. Naves del Matadero.
El
teatro y su viejo e ineludible rol testimonial (no doctrinario, ¡ojo!), ahora
más necesario que nunca cuando la sociedad española, desconcertada e inerme
ante la magnitud de la crisis y ante la inanidad e irresolución de una casta
política corrupta, atraviesa uno de los momentos más dramáticos de su historia
reciente. El humor como vía de escape, como válvula reguladora de una tensión
social que por momentos se acrecienta y amenaza con hacer explotar el sistema
en mil pedazos llevándose por delante un proyecto de convivencia que hace, como
quien dice, cuatro días parecía definitivamente asentado. Ambas cosas
representa este montaje que ha estrenado hace ahora tres semanas “Entramados
Teatro” en las Naves del Matadero.
Se
trata de una brillante farsa política desarrollada en vísperas de la clausura
de un supuesto congreso del partido gobernante. En un ambiente de máxima
tensión mediática y presión callejera en las inmediaciones del hotel donde se
celebra la convención anual, mientras los asesores del presidente retocan ese
discurso de clausura, el jefe de prensa descubre que su ex mujer, una
periodista de investigación, está a punto de desvelar un escándalo que amenaza
no sólo con empañar el éxito de esa jornada de clausura sino que pone en
peligro la reelección del propio presidente para una segunda legislatura.
Para quien siga un poco el día
a día de la política quizá la obra no descubra nada que no sepamos ya sobre el
comportamiento de los aparatos de los partidos, sobre su secretismo, sus
pretensiones de opacidad y de manipulación de la información; sobre sus métodos
mafiosos de chantaje o compra de voluntades, sobre su idea de la política como
marketing. Y sin embargo, ese conocimiento no merma en absoluto el impacto de
la sátira, quizá debido a que el montaje ha conseguido acertar con el adecuado
tono cómico-burlesco que el tema requería. Con una trama ajustadísima (Alistair
Beaton conoce el terreno que pisa, no en vano el mismo fue durante un tiempo el
redactor del los discursos de Gordon Brown) toda la pieza está construida en
clave de comedia con tintes farsescos en la que se hace chanza de las
debilidades de los personajes desenmascarando el lado más risible y más
ridículo de unas prácticas que como he dicho tienen mucho de gansteriles. Y
entre carcajada y carcajada una pregunta va adquiriendo tintes cada vez más
sombríos e inquietantes: ¿hasta donde será capaz de llegar Edu, todopoderoso
jefe de prensa del primer ministro para tapar un escándalo que amenaza con
explotarle en las narices en el momento más inoportuno?
Pero si el texto es brillante
e incisivo no lo son menos la dirección y la puesta en escena de Alberto Castrillo-Ferrer y el trabajo de los actores. Jorge Bosch hace un trabajo
antológico en su parodia del inepto ministro de cuota, Max, blanco de todas las
bofetadas; él y el pánfilo e infatuado Simón Pink (Jorge Usón) el guionista de
televisión que aparece en el segundo acto para “colaborar” en la dramaturgia
del discurso, nos dan verdaderos momentos de gloria. El resto están en su
papel: la infatigable y neurótica Marta (Ainhoa Santamaría), el paciente e
ingenioso “speechwriter” Alex (Javier Márquez); la obstinada y desconfiada
Elisa (Manuela Velasco) o el factotum y temido jefe de gabinete Edu (FranPerea), manipulador, sin escrúpulos, rudo e inflexible en exceso quizá debiera
cultivar un poco más la veta servil y hasta siniestra, a lo Bomarzo, del
personaje. Huelga decir que Carlos Hipólito está magistral en su discurso final
televisado, es el rostro relajado, amable, tras el que se oculta la impostura.
Gordon Craig.
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