jueves, febrero 14, 2013

TEATRO. Maridos y mujeres. "Bufé frío".



De Woody Allen.
Con: Luis Bermejo, Israel Elejalde, Elisabet Gelabert, Alberto Jiménez y Nuria Mencía.
Dirección: Álex Rigola.
Madrid. Teatro la Abadía


 
Adaptación para las tablas de la película original de Woody Allen Maridos y mujeres (Husbands and wives, 1992, protagonizada por Mia Farrow y por él mismo) la obra plantea en clave de comedia ágil y desenfadada los problemas de la vida conyugal y reflexiona acerca de las escasas posibilidades de éxito de una relación de pareja estable y duradera. La moraleja final vendría a ser que tal tipo de relación (como la que consiguen José Luis y Alicia después de superar el trance de su separación temporal) sólo es posible a costa de limitar los términos y el alcance de la vida en común, a costa de reducir el matrimonio a una suerte de refugio o centro de acogida (para dos, naturalmente), un lugar tedioso, gris, en cuya entrada, como en el frontispicio de la entrada al Infierno de Dante (“lasciate omni speranza”) hubiera también un cartel que anunciara expresamente la renuncia al romanticismo, a la entrega, a la pasión desenfrenada, incluso a la posibilidad de tener con tu pareja un solo orgasmo simultáneo.

La obra tiene un arranque abrupto y brioso: José Luis y Alicia declaran, de repente, a sus amigos Álex y Carlota, con quienes han quedado para salir a cenar, que han decidido separarse. Ambos aparecen relajados y tranquilos, como si hubieran asumido con toda naturalidad una situación que a ojos de sus amigos constituye un desastre absoluto. De hecho Carlota pilla un rebote monumental y se niega a aceptar la evidencia. Enseguida nos damos cuenta de que esa “naturalidad” de Alicia era falsa; y de cómo, ante la estupefacción de su amigo Ronald, se pone hecha una furia con su marido. Y lo mismo ocurre con la otra pareja, la formada por Álex y Carlota, que entre disimulos y evasivas comienzan a interrogarse acerca de su situación para descubrir que resulta ser menos satisfactoria de lo que creían. También sus relaciones se han ido enfriando. La costumbre -el tedio- ha empezado a hacer mella en ambos y para cuando encontramos a José Luis encaprichado con Gloria, una sexy profesora de aeróbic a la que dobla en edad, y a Alicia disfrutando de su recién estrenada soltería (¡mentira!), Carlota se empieza a sentir atraída por su jefe, Carlos, y Álex sospecha que puede hacer realidad sus fantasías con Rain, la típica alumna brillante de la facultad de la que él es profesor de Literatura.

La obra no carece de ingenio verbal, con frases que reverberan como estrellas fugaces; de ritmo, acelerado por la estructuración del texto en microescenas que se suceden a velocidad de vértigo y por los constantes cambios de perspectiva de enunciación de los personajes, que se dirigen indistintamente a otros personajes, a sí mismos o al público, objeto de frecuentes interpelaciones y guiños de complicidad; y no carece de sutileza para desenmascarar los tópicos sobre los que se asientan las relaciones de pareja ni de penetración para indagar en los complejos mecanismos de la atracción sexual, muchas veces producto de oscuras pulsiones neuróticas, pero el tratamiento del tema, resulta, a mi juicio excesivamente analítico, cerebral. Por hacer una arriesgada metáfora: no estamos ante un suculento menú a base de platos de cocina casera condimentados con salsa picante y regados con vino generoso, se parece más bien a un bufé frío, a un experimento de la cocina alternativa como los que satirizaba Albert Boadella en su última y libérrima versión del Retablo de las Maravillas cervantino, a un refrigerio que uno tomara con prisa, mientras ojea distraídamente el periódico o charla del tiempo, o del caso Bárcenas con el casual vecino de mesa. Y el trabajo espléndido de los actores y actrices, un elenco de primerísimas figuras muchos de ellos con vitola de “Abadías”, es decir con experiencia y preparación acreditadas, no puede hacer nada por contrarrestar las carencias que son, yo creo, de concepto, de método de análisis, como he dicho, y relativas a la estructuración misma de un guión, que aunque muy teatralizado, muy de interiores, como lo son en general los de las películas de Woody Allen, se resiste a dejarse encerrar entre las cuatro paredes desnudas del teatro y someterse a sus convenciones. 

Con todo, el montaje nos depara muchas sorpresas y algunas escenas brillantemente resueltas, como aquella en la que Rain (una Miranda Gas que es todo un descubrimiento) describe ante un atónito Álex (inmejorable Luis Bermejo) sus proezas sexuales con tipos maduros del más variado pelaje, u otra, memorable, en la que José Luis retorna inesperadamente a casa, de noche, para reconciliarse con Alicia y la descubre en los brazos de Carlos.

Planteadas mis reservas, he de decir como conclusión -y no me duelen prendas-, que él público que abarrotaba la sala se divirtió de lo lindo y aplaudió calurosamente al final de la representación. 


Gordon Craig.

 

No hay comentarios: