Un espectáculo de “Tigre tigre teatro”.
Con: Isabel Arévalo, Ignacio García May, Jesús Hierónides y José Luis Patiño.
Madrid. Sala Cuarta Pared.
Al escuchar la descacharrante elegía al jamón (de pata negra,
supongo) con la que José Luis Patiño rememora aquella lejana ya, estando
tan próxima, etapa de la opulencia de tantos teatreros mamando de las
fecundas ubres del presupuesto, me ha venido a las mientes la famosa
respuesta que dio creo que fue “El cordobés”, matador en ciernes, a la
pregunta de algún entrevistador espabilado que le inquirió acerca de los
peligros de ponerse delante de un morlaco para ganarse la vida: “más
cornás da el hambre”.
Sintetizaba con esa frase lapidaria toda una filosofía de la vida,
que muchos, adictos al maná de la subvención, parecían haber olvidado y
que ahora van a tener que aprender en un curso acelerado; en “dos
tardes”, vamos, el tiempo en el que aprendió todo lo que había que
aprender de economía para llevar la riendas de este país un ínclito
inquilino de la Moncloa de cuyo nombre no quiero acordarme. Así nos va.
Por seguir con la metáfora taurina, esta terna de showmen
sobrevenidos integrada por Ignacio García May, Jesús Hierónides y José
Luis Patiño han decidido lanzarse al ruedo y coger al toro por los
cuernos con una electrizante parodia de los espectáculos de variedades
en un trabajo al que daría su bendición el mismísimo Konstatin
Stanislavski si pudiera levantarse de la tumba. Y es que, haciendo de la
necesidad virtud, llevan el principio del “sí mágico” hasta sus últimas
consecuencias elevando la técnica de la alusión a la categoría de obra
de arte, secundados apenas, en sus poses, piruetas y pantomimas por la
música en directo del piano de Isabel Arévalo.
Aunque el espectáculo se articula como una parodia de los números más
conspicuos del teatro de variedades -desde las típicas sesiones de
magia e ilusionismo hasta la actuación de un ventrílocuo y su muñeco
(¡magistrales Patiño y Hierónides!) -, hay una reflexión de fondo sobre
la condición precaria del teatro y sobre el afán, vano, de ciertos
creadores fatuos de desligarlo de su condición primera, artesanal,
bufonesca y satírica; una crítica desde dentro a esos creadores
reducidos, por la falta de presupuesto, a la mera condición de
plañideras que andan por ahí, como Casandra, mascullando los más
lúgubres vaticinios sobre la suerte del teatro. Consecuentes con esa
actitud rebelde, satírica, estos tres primeros espadas, diestros en el
arte de Talía, no pierden la ocasión de fustigar otros múltiples tópicos
de la vida cotidiana, desde los estragos de la LOGSE, a la actitud
acomodaticia de un público pastueño y bobalicón que aplaude todo lo que
le echen, incluyendo ese canon de excelencia constituido por el star system
holiwoodiense. Pero cuando se rompen los diques de contención de la
risa es cuando el blanco de las invectivas se desplaza al terreno de la
política. Una simple e inocua alusión a Ana Botella desencadena una
riada de carcajadas y cuando el mariachi (actuación estelar de García
May) hilvana en forma de corrido mexicano las trapacerías y la impunidad
del yerno del Rey la hilaridad alcanza dimensiones homéricas.
En fin, quien se atreva a negar que para crear un buen montaje
teatral puedan ponerse en relación la poesía simbolista del visionario
William Blake con el trabajo de una truope de equilibristas
chinos pásese uno de estos días por la Cuarta Pared y vea este
espectáculo desternillante y disparatado: caerá en la cuenta de su error
y verá cómo, combinando unas atinadas dosis de ingenio, mucho
desparpajo y suficiente talento interpretativo es posible casi cualquier
cosa.
Gordon Craig.
Tres tiki tigres en la Sala Cuarta Pared
No hay comentarios:
Publicar un comentario