De Lucas Fernández.
Con: Sergio Adillo, Eva Jornet, José Vicente Ramos, Elena Rayos, María
Alejandra Saturno, Juan Pedro Schwartz, Alejandro Sigüenza e Isabel Zamora.
Compañía Nao d’Amores. Versión y Dirección: Ana Zamora.
Arreglos y dirección Musical: Alicia Lázaro.
Alcalá
de Henares. Instituto
Cervantes.
Oscurecido por
la figura señera del prolífico Gil Vicente y por el estro rutilante de su coetáneo, poeta y músico cortesano, Juandel Encina, la obra de Lucas Fernández -como, por otra parte, la mayor parte
del teatro tardomedieval y renacentista castellano- ha permanecido durante
siglos en el más vergonzoso de los olvidos. Hay que agradecer, pues, la impagable labor de la joven directora Ana
Zamora y su empeño sostenido (ya va para 10 años capitaneando “Nao d’amores”)
en recuperar para la escena parte de ese tan rico como desconocido legado
cultural.
Bajo el título
genérico de Farsas y Églogas, nos presenta la directora, que además es
responsable de la versión, tres piezas profanas y una sacra del autor
salmantino: la Comedia de Bras Gil y Beringuella, la Farsa o
cuasicomedia de una doncella, un pastor y un caballero y la Farsa o
cuasicomedia de dos pastores, un soldado y una pastora y la Égloga o
farsa del nacimiento de Nuestro Redemptor Jesucristo. De exiguo recorrido
argumental, todas ellas de contenido amoroso, excepción hecha de la última que
se acomoda a la estructura de los officium pastorum, las cuatro obritas
dejan constancia de las singularidades de la dramaturgia peninsular, un teatro
que da muestras de una dramaticidad considerablemente desarrollada ya para la época, plasmada en unos diálogos
cargados de vida y espontaneidad. Son obras que están a medio camino entre la
farsa y la pieza cómico satírica; para su montaje Ana Zamora ha potenciado la
condición de caricatura grotesca que define a los personajes, unos personajes
no individualizados y que preludian los tipos que consagraría la comedia aúrea.
Personajes, por otro lado, que aunque en su mayoría son pastores, están muy
lejos en su comportamiento y actitudes de la convención pastoril, del bucolismo
que irrumpiría con tanta fuerza en el Renacimiento.
El trabajo de
los actores es espléndido; está al servicio de
esta concepción de los personajes a la que acabamos de aludir y en
general resuelven con solvencia y hasta con brillantez la ardua tarea de
compaginar un carácter rústico (simplón, a veces), en su físico, atuendo,
ademanes y reacciones con un lenguaje que , aunque parece llano y directo, con
el ritmo vivo y la expresividad del lenguaje popular, muestra a través del
verso un alto grado de elaboración poética. En ocasiones, incluso, se percibe
el esfuerzo por materializar las peculiaridades fonéticas del dialecto sayagués
en el que se expresan los actores y que, por lo demás coadyuva de manera
definitiva a generar esa atmósfera de primitivismo, de ritual arcaico, que es uno de los mayores alicientes del
espectáculo. Aquí la música, huelga decirlo, con los espléndidos arreglos de
Alicia Lázaro de melodías y canciones de la época interpretadas en vivo con
instrumentos antiguos tiene un papel esencial. Y la danza, donde aflora quizá
más que en ningún elemento el carácter popular y lúdico de estas farsas y la
jocunda alegría de la vida del pueblo llano que
trasmiten. Y esa suerte de “carro de Tespis”, que tanto juego da como
único elemento de la escenografía, y que pese a las aparentes dificultades para
su desplazamiento (unos segundos ¡ay!, interminables) se abre como una fastuosa
caja de sorpresas para convertirse en un hermoso retablillo y albergar el
inesperado y brillante colofón. Esta ingenua y naif representación de la
Natividad bajo la noche clara y calurosa de junio si que tiene algo de
verdaderamente milagroso: que el tesón de unos pocos y su amor irreductible al
teatro puedan desafiar, a través de unos humildes versos escritos hace más de
quinientos años, a la tan multitudinaria como sospechosa unanimidad en las
expectativas creadas en torno al encuentro de cuartos de final del campeonato
de Europa de fútbol entre España y Francia.
Gordon Craig.
Gordon Craig.
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