domingo, diciembre 09, 2007

TEATRO. EL RINCÓN DE GORDON CRAIG. Aullidos. "Inquietante, turbador, divertido".

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De Jesús Peña.
Con: Teresa Lázaro, Olga Mansilla, Sergio Reques e Iñaki Arzúa.
Teatro Corsario. Dirección: Jesús Peña.
Guadalajara, Teatro Moderno. 16 de noviembre de 2007.



Dice Lovecraft que el criterio definitivo de autenticidad de lo fantástico no es la estructura de la intriga sino la creación de una impresión específica en los lectores, y que por tal razón, debemos de juzgar un cuento fantástico no tanto por los mecanismos de la intriga sino por la intensidad emocional que provoca.

Parece que en este montaje de Teatro Corsario que estamos reseñando esta máxima del maestro del relato de terror se hubiera erigido en principio rector de su quehacer artístico, porque más allá de la verosimilitud de la historia, fraguada con retales un tanto inconexos, aunque perfectamente reconocibles, de multitud de cuentos tradicionales, lo que prima es el impacto visual de las imágenes, su poder casi hipnótico para absorber nuestra atención, arrancarnos literalmente de la realidad del patio de butacas y sumirnos en ese estado entre la extrañeza y el arrobamiento en el que escuchábamos aquellas narraciones orales de la infancia que en boca de nuestros padres venían a apaciguar la agitación de nuestro espíritu antes de irnos a dormir, a velar nuestros sueños o a exorcizar nuestros miedos y pesadillas.

Pensado quizá para estimular la fantasía y para potenciar su efecto liberador de los componentes irracionales de la conciencia del espectador, el montaje se aleja del edulcorado y melifluo tufo de los cuentos de hadas, a cuya exquisita sensibilidad contrapone el más crudo realismo de los relatos tradicionales, sin escamotear la violencia, lo erótico o lo escatológico. Realismo que se refuerza, paradójicamente, debido al efecto desrealizador de unos personajes-marioneta, especie de muñecos de guiñol que sin corresponder a seres totalmente individualizados aciertan a expresa tras la inmutabilidad de sus facciones deformes y la fijeza de sus miradas vacías todo un universo de sentimientos, instintos y pasiones, desde la candidez y gazmoñería de esta mezcla de Cenicienta y Caperucita roja que viene a ser Talía, la protagonista del cuento, a la saña del caballero cristiano en su cruzada contra la brujería, pasando por la irascible y malvada Duquesa-madrastra amancebada con un fatuo, egocéntrico y lúbrico príncipe coronado o la ferocidad próxima al sadismo del ogro-Polifemo y de su travieso y maléfico retoño, una criatura cruel y despiadada semejante a una muñeca diabólica, emanación del mismísimo demonio que actúa como maestro de ceremonias.

Sin palabras –en realidad no las necesita porque la plástica del espectáculo es irreprochable-, los muñecos manipulados y el aparato escenográfico componen cuadros de gran belleza y extraordinariamente elocuentes que apelan a un nivel de comprensión anterior a la palabra, al dominio de la intuición y de las emociones primarias, de la angustia y del terror de los tabúes ancestrales, pero también del juego, de la risa, del placer de redescubrir el niño que todos llevamos dentro, oculto con demasiada frecuencia por el barniz de la hipocresía y de una educación represiva.

Un espectáculo, en fin, radicalmente diferente, riguroso; un ataque de fantasía y de imaginación, inquietante, turbador, divertido, que rompe con la rutina de lo cotidiano y que explora con indulgencia pero con franqueza los estratos más profundos de nuestra sensibilidad y los lugares más recónditos de nuestra memoria. Toda una proeza que el público agradeció con un aplauso generoso.

Gordon Craig.
18-XI-2007.

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